Esta Navidad el belén de mi casa se ha visto ampliado con una cueva y unos pastores recibiendo de los ángeles la noticia del Nacimiento de Jesús. Acierto pleno por parte de mi mujer gracias a su gran destreza, con la colaboración de mis hijas, para convertir una caja de cartón en un lugar cubierto para albergar a los pastores y al ángel -con puchero al fuego incluido- y recordar este tradicional pasaje
Indudablemente que la centralidad
del mensaje navideño no puede ser otra que ese portal donde la Virgen y San
José contemplan al Niño acostado en una cuna. Es el Misterio que nos adentra en
la infinita ternura de Dios, como nos recuerda el Papa Francisco. Pero ¿te has parado a pensar la importancia de ese
encuentro de los ángeles con los pastores? ¡Qué bien lo relata san Lucas! Unos
pastores velan por sus rebaños, hombres enjutos, de piel curtida por sus muchas
horas al aire libre, de escaso bagaje intelectual, se asustan cuando un ángel
del Señor les anuncia el nacimiento del Mesias. Reacción humana normal, a tí y a mí nos pasaría igual. Luego el hecho adquiere una superior dimensión emocional: una multitud del ejército celestial alabando a Dios. A continuación
presurosos se disponen a comprobar el mensaje recibido: “No temáis; mirad que os anuncio una gran alegría, que lo será para todo
el pueblo: hoy os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad
de David” (Lc. 2. 10-11). Llegan y encuentran la señal: “ Y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales
y reclinado en un pesebre” (Lc. 2,12). Lejos de amilanarse, de guardarse
para sí lo vivido, el miedo se transforma en alegría, y emprenden la labor evangelizadora para admiración de quienes
les escuchan: “Los pastores regresaron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les
fue dicho” (Lc. 2,20).
A primera vista puede pensarse
que no eran las personas idóneas para emprender esa labor encomendada por los
ángeles, -ángel en hebreo y griego significa lo mismo, “uno que va” o “enviado”,
mensajero-. No era muy buena época para el pueblo judío en los tiempos de Jesús acometer esta empresa. Estaba bajo dominio romano, sometido a sus leyes, sujeto a costumbres y normas
de convivencia ajenas a la tradición hebrea, además del deber de contribuir
económicamente a base de impuestos desmedidos para mantener el imperio instaurado. ¿Quién iba a creer a un puñado de hombres de tan bajo relieve social? Pues bien, a pesar de los inconvenientes políticos, sociales y culturales, los
pastores se convierten en impulsores de
la transmisión del mensaje cristiano para toda la humanidad. Llevan la alegría, un torrente de alegría que desde Belén transformará el mundo. ¡Han conocido al Hijo de Dios envuelto en pañales! ¡Y han visto a María y a José!
El panorama para los cristianos
de nuestro tiempo no es más alentador que el de los pastores de Belén.
Precisamente en estas determinadas fechas se desata a nivel institucional campañas
de todo tipo para imponer costumbres ajenas al significado de la fiesta que
celebramos, con nuestros propios impuestos se sufragan actividades y puestas en escena de marcado
sentido irreverente. Tampoco los cristianos estamos exentos de asumir responsabilidades propias cuando somos presa
del consumismo en lugar de anteponer el sentido de la Navidad. Pues bien,
veintiún siglos después también somos llamados
a salir de esa vida monótona, resignada a vivir en cuevas acomodadas a nuestros egoísmos, para comunicar a este mundo un mensaje de paz y esperanza.
Tu vida y la mía, la de las personas que componen nuestro entorno, tiene
sentido si emprendemos el camino apresurados a recibir la Luz de Belén. Cada misterio que
contemples, cada imagen de la Sagrada Familia a la que te acerques, cada
villancico que escuches, deber se una llamada como la de los ángeles a los
pastores para comunicar al mundo que “el Hijo de Dios se hace hombre para que
el hombre pueda ser hijo de Dios”, como dijeron los primeros autores
cristianos.
La alegría de la Navidad no puede ser otra; y el compromiso ya sabes cual es: convertirte en pastor de Belén para el mundo. Pídeselo a la Sagrada Familia cuya fiesta celebramos hoy. Transmitir la fe, esa es nuestra llamada, y es la intención del Papa Francisco para este mes de diciembre que se va; pero que bien puede servirnos como empeño para todo el año próximo, ¡para toda la vida!
¡Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo!
La alegría de la Navidad no puede ser otra; y el compromiso ya sabes cual es: convertirte en pastor de Belén para el mundo. Pídeselo a la Sagrada Familia cuya fiesta celebramos hoy. Transmitir la fe, esa es nuestra llamada, y es la intención del Papa Francisco para este mes de diciembre que se va; pero que bien puede servirnos como empeño para todo el año próximo, ¡para toda la vida!
¡Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo!