lunes, 30 de mayo de 2011

vale la pena



Reconozco no haber sido muy ocurrente al dar nombre a este blog: Canto del sol inagotable es el título de una de las canciones inspiradas en las poesías de Juan Pablo II interpretadas por  Plácido Domingo, -en esta concretamente junto a Andrea Bocelli- que componen el trabajo discográfico titulado Amore Infinito con el que el tenor y barítono español ha rendido homenaje al papa polaco . Así es como entiendo la relación de Dios con los hombres, como un canto, como una suave llamada continua  para que vean la luz, para alcanzar la felicidad imperecedera. Dicho esto, te confieso que mi  objetivo es llevar a efecto esa frase que pronunció llamando a la responsabilidad cristiana en este nuevo milenio: “Los cristianos –dijo- estamos obligados a utilizar los mejores medios de comunicación a nuestro alcance en cada época para difundir el Evangelio de Cristo”. Evangelio en lengua moderna es la trascripción literal del original griego euanghélion, que significa “buena nueva” o “alegre mensaje”; y yo quiero ser un instrumento –torpe a más no poder, conviene que lo sepas-en manos de Dios para darte a conocer esta  importante noticia, que no es otra que recordarte o darte a conocer que Dios te espera en el Cielo.
 Si asocias que para llegar al Cielo es preciso vivir como vivió el nuevo beato es normal que te desanimes. Ahora bien, si te digo que estos testimonios impresionantes de entrega y abnegación al servicio de Dios y de los hombres como el de Karol Wojtyla, son para que tú y yo recapacitemos que el objetivo de nuestras vidas tiene que ser gozar de Dios en el Cielo a lo mejor te hago pensar. Y puede que la primera reflexión sea que te ves incapaz. Y es verdad, estoy contigo,  ya somos dos. Pero no desesperes,  la primera batalla está ganada; todos necesitamos de Dios. Él no espera de nosotros esfuerzos sobrehumanos, nos pide solamente entrar en nuestro corazón, y que tengas un poquito de esperanza. Jesucristo nos alienta : “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. (Lc. 18,27).
¿Recuerdas la frase con la que inició su pontificado Juan Pablo II?: “ ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”. Era el 16 de octubre de 1978. ¿Y ésta otra pronunciada 25 años después, el 16 de octubre de 2003?: “¡No tengáis miedo. Abrid, más aún, abrid de par en par las puertas a Cristo. Dejaós guiar por él. Confiaos a su amor!” ¿Ves la clave?: abrir el corazón sin miedo. En cualquier momento de nuestra existencia el Señor está esperando que le abras el corazón. Ocurre que lo tenemos bien pertrechado, amurallado para no dejar pasar otros afectos que no sean los que el cuerpo demanda. Demasiado encerrado en sí mismo. No te preocupes. Recordarás que la autoridad moral de Juan Pablo II hizo tambalearse y derrumbarse el vergonzoso muro de Berlín. Dios pudo más. Pues con tu corazón  y con el mío pasa lo mismo. Si dejas que Dios lo penetre, si permites  que el sol inagotable lo ilumine, habrás conseguido una victoria inolvidable en tu historia personal. Tu corazón estará más dispuesto a amar más a Dios y querer más a los demás.
No creas a quienes ven incompatible vivir en gracia de Dios con disfrutar de la vida, a quienes presentan a los cristianos como ciudadanos carcas, con el entrecejo contraído y el gesto adusto desde la mañana a la noche, ¡para nada! Un cristiano que quiere vivir en la presencia de su Padre en todo momento es feliz, porque no hay nada más dichoso que tenerse por lo que somos: hijos de Dios. El ruido del despertador ya no es el primer contratiempo del día; el fuerte viento, la intensa lluvia o el pegajoso calor, no da motivo a la queja interior o exterior; el compañero de clase o de trabajo cargante ya no es el personaje diario que nos arrebata la paciencia; el hijo que todos los días danza por el sofá de casa no será como un  ser indómito. Y si vienen contrariedades peores, que a lo largo de la vida llegarán, siempre seremos capaces de aceptarlas y de afrontarlas con buen ánimo, porque en nuestro corazón reinará la paz interior que solo Dios es capaz de aportar. También te digo, que no es fácil, y que las caídas serán habituales; pero, precisamente, en esa lucha, sin darnos cuenta estamos fortaleciendo nuestro espíritu, santificando nuestras obras para que la Casa del Padre, cuando Dios lo quiera, esté abierta para acogernos. Y me atrevería a decirte más: con tus caídas humildemente aceptadas y purificadas harás pasar buenos ratos a Dios, que sonreirá como una madre y un padre sonríen cuando una y otra vez cae el hijo que intenta dar los primeros pasos con poco equilibrio, y que al momento van a su encuentro para ponerlo nuevamente en pie. Así es el trato con Dios,  caernos (porque somos humanos) y levantarnos (por la gracia y el amor de Dios).
Y hablando de madres, nada mejor que encomendarse a la Virgen para asegurarnos en nuestro caminar la llegada al Cielo. Totus Tuus fue el lema que Juan Pablo II eligió para su escudo pontificio. Traducido del latín significa Todo Tuyo. Desde nuestro nacimiento, la mayor seguridad la tenemos cuando estamos cerca de nuestra madre. Tú y yo que queremos sentirnos niños, nos acercamos a la Madre del Cielo para que nos conduzca por caminos seguros. Por mi parte, he querido asomarme al fascinante mundo de internet a través de este blog –vacío de contenido hasta el día de hoy-  el 13 de mayo,  fecha de la primera aparición de la Virgen de Fátima a unos niños pastores, y justo treinta años después del atentado contra Juan Pablo II, que como sabes confesó haber salvado su vida por su maternal protección.  Casi un siglo después de su aparición sigue estando plenamente vigente su mensaje: conversión, conversión de mi corazón y del tuyo para abrirle de par en par las puertas a su Hijo.
Y una última consideración: no quiero que pienses que quien esto escribe ha llegado a la culminación de los propósitos que aconsejo para tu alma. Escribir me sirve a mí el primero para examinarme si vivo conforme a lo que escribo.  Los resultados mejor no exponerlos; pero  tengo  el  convencimiento de  que vale la pena dejarse llevar (¡nada más y nada menos que al Cielo!) por nuestro Creador.
 Juan Pablo II disfrutó con la canción que interpretó el cantante argentino Diego Torres en el Aeródromo de Cuatro Caminos, en 2003 ante 700.000 jóvenes. El título era Color Esperanza. Es un canto a la esperanza, a levantar las miras con el fin de superarse. Y siempre optimista. Vale la pena una vez más… Te invito a escucharla tranquilamente, puede que te haga pensar; seguro estoy que sonreirás.