domingo, 7 de abril de 2019

La Cuaresma, un despertador para el alma



Dicen los expertos que los sueños se dan cuando estamos profundamente dormidos, en la etapa REM (Rapid Eye Movement, movimiento ocular rápido), es en ese momento cuando hay una paralización muscular; sin embargo el ritmo cardíaco y la presión arterial aumenta, las ondas cerebrales actúan como si estuviéramos despiertos. Comparando este estudio a nuestra vida espiritual podríamos asegurar que no son pocos los cristianos que viven en una permanente fase REM, los ojos buscan, los sentidos, mandan, pero los músculos (¡el alma!) está adormilada. El Papa Francisco en la homilía del Miércoles de Ceniza, pone énfasis en que la Cuaresma nos debe revitalizar espiritualmente, debe ser "un despertador para el alma". Ahora ya sabes el por qué del título de este post.

Pedro, Santiago y Juan fueron presa de ese sueño paralizador en Getsemaní, y perdieron la ocasión de acompañar al Señor en los momentos de tristeza y angustia. “Volvió junto a los discípulos y los encontró dormidos; y dice a Pedro: ¿Con qué no habéis podido  velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación; pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (1). Qué pena que tú y yo estemos transitando por esta Cuaresma con más aletargamiento que presteza, qué lástima que Jesús venga a buscarte, precise de tu compañía y te encuentre aletargado, embebido en unos quehaceres rutinarios sin afanes de despertar a un horizonte con Él, por Él y para Él. Sí, posiblemente el Miércoles de Ceniza fuera un día en el que te plantearas propósitos,  y ahora, a falta de una semana para comenzar la Semana Santa, te das cuenta que estás en el mismo estado que otras. 

Aún así, nada de bajar la guardia, de darte por vencido. Todavía ésta puede ser tu mejor Cuaresma. “La Cuaresma es un tiempo de gracia -nos alecciona el Papa Francisco- para liberar el corazón de las vanidades. Es hora de recuperarnos de las adicciones que nos seducen. Es hora de fijar la mirada en lo que permanece”.  Con el Apóstol Pablo vamos "olvidando lo que queda atrás, persigo lo que está delante", la  meta es llegar al Domingo de Ramos acompañando al Señor en su entrada a Jerusalén, junto a la Virgen, de las santas mujeres, cerca de los Apóstoles, de los discípulos y de todos quienes se unen a esa comitiva de esperanza. Llega para entregarse por ti, como si fueses la única persona en el mundo que merece derramar su sangre. Y cuando le veas clavado a la Cruz,  dile en voz baja esa oración que repetía San Nicolás de Flüe: “Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor mío y Dios mío, despójame de mí mismo para darme todo a ti”. Tendrás la recompensa el Domingo de Resurrección.

El Papa Francisco no se olvida de estos profesionales que derrochan generosidad hacia tantos y tantos necesitados.

(1) Mt. 26, 40-41