lunes, 12 de octubre de 2015

Mi querida España




Festividad  de la Virgen del Pilar, Patrona de España y de la Hispanidad (también de Zaragoza y de la Guardia Civil). Aparente normalidad en los actos oficiales. He llegado a casa y he presenciado el final del desfile militar. Los Reyes montados en coche saludan a los madrileños que se han convocado en una céntrica avenida de Madrid para saludar a los monarcas. Sin embargo, este año es distinto, detrás de la aparente normalidad se cierne la ventisca de ruptura de la unidad de España. Una entente de partidos secesionistas van a gobernar Cataluña, con el apoyo de otro partido que exige la declaración de independencia a cambio de apoyo parlamentario. Atravesamos posiblemente el momento histórico más convulsivo de la historia de España, desde que en 1978 fuera aprobada la Constitución. La unidad de España promovida por los Reyes Católicos, al constituir un Estado moderno está seriamente amenazada. Cientos de miles de españoles en Cataluña pueden convertirse en rehenes de unos dirigentes autonómicos empeñados en separarse de España para formar un estado aparte.

A lo largo de estas cincuenta y siete entradas publicadas la cuestión política ha sido escasa. No escribo para orientar políticamente a nadie. El afán es únicamente apostólico. Únicamente el 13 de octubre de 2012 publiqué una entrada refiriéndome a la situación de España, con el título Me duele España, que por cierto ha sido la más visitada. Cuando me refiero a España, lo hago con la preocupación profunda de quien se siente español, solamente priorizado por mi sentimiento católico. No puedo evitar mi preocupación por el futuro de mi nación, donde tanta sangre se ha derramado a lo largo de los siglos para vivir constituidos en patria común e indisoluble como expone el art. 2 de la Constitución.

Os diré que amo a España porque es la tierra donde Dios ha querido que nazca. Me ha dado una familia, un pueblo, una ciudad dentro de una nación a la que me siento orgulloso de pertenecer, y de la cual han nacido importantes figuras para el mundo de la cultura, de las ciencias, del arte, de las letras, de la pintura, de la escultura, de la religión... que tanto han contribuido a engrandecer a España y al mundo. Amo a España por la riqueza de sus costumbres, por el rico folclore en tantas regiones,  por la variedad y belleza de su geografía, por compartir un idioma con casi quinientos millones de hispano-parlantes, por abrazar sus costas dos océanos, por el sol radiante que durante gran parte del año ilumina desde el cielo, por la idiosincrasia propia de un pueblo que a lo largo de su historia ha dado cabida a diferentes civilizaciones. Amo a España porque es la tierra donde llegó Santiago el Mayor desde Judea a evangelizar, y en el que la Virgen María, allá por el año 40 después del nacimiento de su hijo, Jesucristo, se le apareció sobre un pilar de mármol, en un lugar donde a petición de la Madre de Dios se edificaría la actual basílica en Zaragoza, junto al río Ebro. Amo a España porque fue descubridora del Nuevo Mundo, en el que muchos compatriotas  llevados por el ambiente misionero de la época no dudaron en partir hacia tierras lejanas, exponiendo sus vidas para dar cumplimiento al mandato de Jesucristo de ir al mundo entero a proclamar el Evangelio a toda la creación. Precisamente, el pasado día 23 de septiembre, fue canonizado por el Papa Francisco  Miguel José Serra, franciscano que vivió en el siglo XVIII, quien cambió su nombre de pila por el de Junípero, a ejemplo de uno de los primeros compañeros de san Francisco: Junípero de Asís. Es conocido por el "apóstol de California", a quien Su Santidad ha llamado "santo de la catolicidad y especial protector de los hispano de América del Norte"  destacando que "la vida de fray Junípero evidencia tres aspectos: el empuje misionero, su devoción mariana y su testimonio de santidad". Amo a España, y siento profundo respeto por el himno nacional, por la bandera y por las instituciones que la representan, sin poder decir desgraciadamente que al igual que un francés, un ecuatoriano, un norteamericano o un australiano, porque aquí hay compatriotas que no solamente no se sienten españoles, sino que descalifican, agravian, ofenden, insultan y menosprecian unos símbolos propios que identifican la historia e identidad de cualquier estado moderno.
Pero te diré que no es momento de desalientos. Anteriormente citaba la aparición de la Virgen a Santiago. María aún vivía en la tierra donde nació, y donde Jesús vivió. Pero quiso presentarse milagrosamente a Santiago, porque según cuenta la tradición estaba desalentado por el infructuoso resultado que él y sus ocho acompañantes estaban obteniendo. Parece ser que la evangelización no arraigaba en los corazones de nuestros antepasados. Los resultados, veintiún siglos después, ya los sabemos.  San Juan Pablo II, en su quinto viaje apostólico a España se despidió con un "¡Hasta siempre, tierra de María!", dejándonos el compromiso a los católicos de preservar la España evangelizada y evangelizadora. Somos una nación eminentemente mariana. Basta repasar con cuantas advocaciones se le reconoce veneración a la Virgen María. Las festividades en honor de su nombre. Las raíces intrínsecas de cada pueblo y ciudad para ponerla como patrona. Somos, repito, una nación mariana. La Virgen se fijó en España. Jesucristo nos obsequió con el particular amor que un hijo deposita en su madre. La Madre de Dios, ¡es nuestra madre!

Amigo mío, amiga mía,  deseo que este día, festividad de la Virgen del Pilar, pueda ser el punto de partida para iniciar una andadura evangélica de la mano de María.  Ella prometió ayudar a todos quienes pidan su intercesión en ese lugar de la aparición, hasta el final de los tiempos. Y tú y yo, que tan a mano tenemos una imagen de la Virgen del Pilar, o cualquier otra imagen de la Virgen con distinta advocación, que la queremos llevar en el corazón como a una madre se lleva, ¿no vamos a intentar, al menos, hacer el firme propósito de levantar el ánimo para acercar el Reino de Dios a tantos compatriotas que andan descaminados? Con Santiago y ocho más fue posible. Se lo pedimos a María, pidiendo la intercesión de san Juan Pablo II, y de un alma más que está en el Cielo, la de mi paisano Ismael de Tomelloso, prisionero en la guerra civil, que murió ofreciendo su vida por Dios, por la paz en España y por todas las almas, en el Hospital Clínico de Zaragoza, pidiendo en las postrimerias de su vida lo que debiéramos pedir como hijos a una Madre Misericordiosa: ¡Madre mía del Pilar, sálvame!

Virgen del Pilar, haznos fuertes en la fe, seguros en la esperanza, generosos en el amor.

Te dejo con este video y esta canción que ha dado  título a este comentario. Me quedo con el estribillo y la ilusión de que sea una realidad para todos los españoles.



sábado, 3 de octubre de 2015

Bañarse en Tomelloso




No sé si a algún tomellosero que vive en una gran ciudad le pasará que de camino a nuestro pueblo siente como una necesidad de transformación, de limpiarse de una especie de pegajosa capa individualista, que penetra por los poros de nuestra personalidad con la misma facilidad que el humo contaminante de las grandes ciudades. Tomelloso, a falta de pantanos, lagunas o playas para paliar los efectos del verano y contribuir al sosiego del cuerpo, tiene otra clase de baños para limpiar estas asperezas interiores. Son lo que llamo baños de amistad.  

Las grandes ciudades son  propensas a ignorar el cultivo de la amistad,  una virtud que va deteriorándose en beneficio de una tendencia al egocentrismo, al individualismo, a pensar no más allá de uno mismo,  generando  situaciones tan chocantes como  aquéllas en las que algunos vecinos solamente saludan en el interior del portal, negando el saludo, o contestando a duras penas si hacen un denodado esfuerzo, si la coincidencia entre vecinos se hace fuera del inmueble. Es fácil encontrarse en el metro escenas en las que un viajero saluda a otro que conoce, cuando no le queda más remedio que acercarse para abrir la puerta del vagón y bajarse en su parada. Suelen disculparse con frase tan socorrida como absurda: “¡Ay!, no te había visto”, para justificar no haberse acercado antes a la persona conocida. La realidad es que sí se ven, pero puede más ir centrado en los propios asuntos –ya sea leyendo un libro, jugando o imbuirse en redes sociales con el iphone, o haciendo sudokus- que en hacer uso de una mínima regla de cortesía entre personas.

Son estas situaciones cotidianas, paradójicas, fiel reflejo de esa tendencia a ignorar que somos seres sociales, que necesitamos convivir, comunicarnos en lugar de aislarnos en nosotros mismos. Tendemos a aislarnos sin más justificaciones verdaderas que la desidia, la pereza, basadas en un egoísmo que cada vez parece ganar más adeptos.

En Tomelloso no suelen darse estos casos. La amistad es una cualidad que se cuida más. El vecino es más vecino, el conocido es más conocido y el amigo es más amigo. Por eso, uno se siente reconfortado con un baño de amistad cuando quedas con un amigo que ha estado trabajando toda la semana en el campo mientras yo disfruto de vacaciones, y la única noche que tiene para descansar comparte mesa con su  esposa e hijo y mi familia en una pizzería, confesando durante la velada que las pizzas no son su plato preferido. Un baño de amistad es pararte por la calle con otro amigo que te informa que su padre –otro buen amigo- está gravemente enfermo, y después del intercambio de teléfonos para conocer la evolución de la enfermedad me llama un par de veces la semana siguiente para comunicar su estado, cuando normalmente quien debe de llamar es uno y no el familiar del paciente. Disfrutar de un baño de amistad es tomar una cerveza con otro buen amigo, después de que tras coincidir en la calle se compromete a pesar de estar pasando el hombre por momentos delicados.


 Podría ampliar con más  detalles otros baños de amistades, como la de un conocido paisano que  una mañana del domingo, mientras va o viene de hacer deporte se para  y me cuenta la nueva situación política después de las pasadas elecciones municipales; o esa señora que amigablemente me suministra pan, que a raíz de ofrecerle en mi anterior viaje una estampa de Ismael de Tomelloso se siente con la suficiente confianza  para preguntarme si he vuelto para pasar la Feria; o quien tan amigablemente siempre nos dedica a mi esposa, hijas y a mí unos divertidos minutos  cuando le vemos por la calle, intentando convencer a mis dos hijas que él no es quien es, sino un príncipe encantado que un conjuro de su peor enemigo lo ha convertido en quien vemos, pero que con un beso de cualquiera de ellas podría volver a ser el príncipe sin encantamiento; o ese tocayo que me provee de productos manchegos cada vez que vengo a mi pueblo, y de paso con su buen don de palabra me habla del negocio y de los avatares que hay que pasar para consolidarse en el mercado.

Uno vuelve a la ciudad limpio de egoísmos, crispaciones y tensiones, reconfortado de haberse bañado con aguas de afecto y simpatía en mi pueblo. No hace muchos días leía esta frase cuyo contenido de ponerlo en práctica nos convertiría en personas  nobles, en su más profundo significado: La apertura a un “tú” capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo la gran nobleza de la persona humana (1). En Tomelloso doy fe que hay muchos nobles. Gracias a Dios.


(1) Carta Encíclica Laudato Si´, pág. 93. Papa Francisco.