domingo, 5 de mayo de 2019

Catorce días después del atentado en Sri Lanka


Si repasamos con cierto rigor analista, desde tejas para abajo como suele decirse, podemos descubrir que detrás de la pasión y muerte de Cristo, se dieron dos condicionantes humanos, uno religioso y otro civil. El religioso motivado por preservar  la integridad y la religión de toda una nación. En nombre de una religión se sacrificaba a una persona. El otro hecho sucedió al día siguiente de la detención de Jesús, delante del procurador romano Poncio Pilato, máxima autoridad representativa de Roma en la  región de Judea. Ante el caríz que tomaba el proceso acusatorio contra quien se declaró  Hijo de Dios, se exculpó de  su responsabilidad lavándose las manos en público. En sus manos estaba la vida de un inocente, pero prefirió, o no fue capaz, de evitar la condena a un justo. Pedro, poco tiempo después de la resurrección del Señor, exculpó a los dirigentes religiosos por esa determinación: “Ahora bien, hermanos, sé que procedisteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Pero Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería” (Hc. 3, 17-18). 

También para perpetrarse los terribles atentados en Sri Lanka el Domingo de Resurrección, se tuvieron que concatenar dos hechos, uno religioso y otro civil.  En nombre de una religión, unos yihadistas embebidos en la más absoluta radicalidad del Islam, atentan en tres iglesias católicas y en tres hoteles con el resultado de 359 víctimas mortales y más de 500 heridos, la mayor tragedia terrorista en Asía. Entre las víctimas mortales una española, María, que había ido a pasar unos días con la otra víctima española, Alberto, residente en la India por motivos profesionales


La autoridad civil de Sri Lanka según se desprende de las palabras del primer ministro Ranil Wickremesinghe, elude asumir responsabilidad, se lava las manos ante los medios informativos: Los incidentes –curiosa manera de llamar a los atentados, salvo que la traducción no sea todo los correcta que se deba-  se vaticinaron el 4 de abril”, y que cinco días después “el jefe de los servicios de Inteligencia escribió una carta en la que detallaba los nombres de los terroristas y de la organización a la que pertenecían”. Esos informes parece que no llegaron a su mesa, ya poco importan las razones. En este caso también la máxima responsabilidad al frente de un país no ha sido capaz de evitar el derramamiento de sangre inocente.

Dos mil años después , en realidad desde los primeros tiempos del cristianismo, Jesucristo sigue estando perseguido. Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”(Hc. 9, 4-5), le dice el Señor a Pablo de Tarso, fiel cumplidor de la estricta  ley judía, en el momento que se le aparece camino de Damasco en busca de cristianos a los que encarcelar o ejecutar. Cada cristiano perseguido por su fe, cada cristiano apresado por su fe, cada cristiano asesinado por su fe, es otro Cristo crucificado. Todos son testigos de la Resurrección.

¡Cristo vive!, no lo olvides. Es una afirmación gozosa. A pesar de ese condicionante religioso y civil que ha provocado la tragedia en Sri Lanka el Domingo de Resurrección, los cristianos debemos sentirnos con el suficiente júbilo para decir al mundo que hay esperanza, que todo tiene un sentido, que Jesucristo está vivo, que existe Dios. No es un mensaje mío el que acabo de escribir. Lo he escuchado en el  vídeo que quiero compartir contigo.

¡Feliz Pascua de Resurrección!