domingo, 24 de marzo de 2019

Pederastia, una plaga que asola el mundo



Reiniciar los post dos meses después con un tema como son los casos de pederastia en la Iglesia, puede resultar un plato demasiado fuerte. Podría haber elegido otro un poco menos complicado de reflexionar y desarrollar. La decisión está tomada. El silencio sobre estas lamentables noticias que hemos ido conociendo, no puede ser el mejor consejero. Parece que los vientos se van calmando y la arremetida de ciertos medios contra la Iglesia por la publicación de diversos casos de pederastia van dejando de ser noticia. La tormenta informativa ha causado estragos. No hay motivos para que los católicos nos escondamos, adoptemos un silencio para que otros vociferen. Es cierto que los escándalos de abusos sexuales son muy graves, tanto los hechos en sí como el ocultamiento por parte de las autoridades eclesiásticas responsables. Pero de ahí a dar la impresión que es desde dentro de la Iglesia católica donde se crea y se promueven estos delitos contra niños media un abismo. La inoculación de este virus viene de otras partes, de una sociedad degradada por el uso y abuso del consumismo sexual. Nos amparamos en datos aún a riesgo de extendernos más de lo deseado.

La pederastia puede considerarse una plaga que asola el mundo, siendo millones de niños las principales víctimas. Según UNICEF se estima que 120 millones de niños han sufrido las consecuencias de las perversiones sexuales de sus agresores, estimando que en el 90% de los casos son hombres. Son actos delictivos en la mayor parte de países, si bien en algunos asiáticos hay un turismo pedófilo reconocido y no perseguido. Según datos de Interpol, en Europa se estima que hay unos 18 millones de niños (año 2013) que sufren abusos. Desde 2015 España cuenta con un Registro Central de Delincuentes Sexuales. Según el diario El País, en informe publicado el 3 de octubre de 2018, 45.155 personas no pueden trabajar con niños por sus antecedentes penales, de ellos, 2574 son menores. En España una decena de sacerdotes han sido condenados por pederastas, y a finales de 2018 sólo cinco estaban cumpliendo condena.

Que se sepa, solamente la Iglesia a nivel institucional ha reconocido públicamente el mal infringido  a consecuencia del comportamiento de sacerdotes pederastas. Seguimos aportando datos. Según cifras oficiales que recoge el Anuario Pontificio de 2017, en el mundo hay 1.285 millones de católicos, el 17% de la población mundial, el total de clérigos es de 466.215. Teniendo en cuenta que los principales abusadores son familiares, profesores, educadores, trabajadores en centros deportivos de ONG, monitores, voluntarios en trabajo con niños, sin contar a los proxenetas y traficantes de niños, el índice de casos en estos estratos sociales es superior si establecemos una comparativa con la Iglesia católica, sin contar con casos que se han dado también en otras confesiones religiosas. La comparación no justifica la responsabilidad de la Iglesia, estamos de acuerdo; sí es un hecho objetivo  que el índice de casos es de los más bajos, en base al elemento humano que constituye la Iglesia.

Es muy difícil hacerse a la idea de que hombres que libremente decidieron entregarse a Dios cometan estos actos. ¿Trastornos psíquicos? ¿Pasiones irrefrenables? Solamente ellos pueden saberlo. Es bien conocida la frase pronunciada por el beato Papa Pablo VI durante la homilía en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, en 1972: “A través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios”. Desde entonces nadie ha dicho que haya salido.  Es un misterio que el Papa Francisco lo ha recordado recientemente: “No hay explicaciones suficientes para estos abusos en contra de los niños. Humildemente y con valor debemos reconocer que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús”. 

Y ese mal, esas acciones malvadas e incontroladas cometidas,  son aireadas de distintas maneras por los detractores y enemigos de la Iglesia. Es el caso del escritor Frederic Martel, quien el 21 de febrero, justo el mismo día que se inauguraba en el Vaticano el Encuentro sobre Protección de Menores, publicaba un libro titulado ““Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano”, del que dice haberle costado tres años de trabajo, pero sin desvelar las fuentes que han sufragado los viajes y entrevistas, donde quiere “mostrar la hipocresía de los miembros del Vaticano, por aquello de practicar la homosexualidad para luego condenarla”. Está dentro de una perfecta ingeniería social para concienciar a las gentes con el mismo argumento de un padre, respondiendo  a su hijo cuando en la mañana de un domingo, al pasar por la parroquia próxima a mi casa, le preguntó: “Papá, ¿qué hay ahí dentro?”. Y el padre, el joven padre, sin complejo alguno le miró y le dijo: “Es un sitio al que no se tiene que pasar porque hacen mal a los niños”. En el siglo XXI ya no se necesitan circos romanos, ni echar a los cristianos las fieras, basta  un ordenador, una imaginación desbordada  y, eso también, una oculta fuente de financiación, para desgarrar ferozmente a una creyente. Las redes sociales es el público que asiste enfervorizado pidiendo más y más sangre, más y más humillación; no para distracción, sino para el aniquilamiento del enemigo. Son dos mil años en permanente estado de acoso.


Aludía antes al Encuentro sobre Protección de Menores, que se celebró del 21 al 24 de febrero en el Vaticano, y que reunió a cardenales, obispos y superiores de órdenes religiosas, entre otros participantes. Fue a iniciativa del Papa Francisco, principal valedor no solamente en la Iglesia católica, sino en todo el mundo, para luchar con decidido empeño contra esta lacra mundial. En el discurso al final del encuentro hizo un agradecimiento: “Agradezco, en nombre de toda la Iglesia, a la gran mayoría de sacerdotes que no solo son fieles a su celibato, sino que se gastan en un ministerio que es hoy más difícil por los escándalos de unos pocos -pero siempre demasiados- hermanos suyos. Y gracias también a los laicos que conocen bien a sus buenos pastores y siguen rezando por ellos y sosteniéndolos”.

Uno de esos sacerdotes fieles fue don Rodrigo Fernández Salas, conocido por “Don Rodri”, fallecido precisamente durante la celebración de ese Encuentro, el día 22 de febrero. Fue el primer sacerdote que traté a mi llegada a Madrid. Un hombre que dedicó la mayor parte de su ministerio sacerdotal a atender a profesores, alumnos, padres del colegio Tajamar y cualquier persona que queríamos tratarle. La puerta de su despacho siempre estaba abierta para recibir a quienes queríamos verle y charlar con él; sus consejos, siempre sencillos y claros. Hombre fiel a su vocación y a sus amigos, y por amigos nos tenía a todos sin importar las veces que nos acercábamos a él. ¡A cuántos niños y a cuántos jóvenes trató y ayudó? Porque a todos nos veía como lo que somos, hijos de Dios.


Y como él, muchos, muchos, ¡miles y miles de sacerdotes que emplean su vida en servicio a las almas! Que no nos intenten engañar ni bajar el ánimo. Eso sí, tal vez tú y yo, debiéramos plantearnos rezar más por ellos. Por otro lado, tengo el pleno convencimiento que no habrá más casos de pederastia en la Iglesia. Espero que en Europa y en el mundo, tampoco.

Video del Papa Francisco en este mes de marzo. Aunque queden pocos días de mes, es  una realidad la que denuncia que se da a lo largo de todo el año, de toda la historia.