viernes, 21 de diciembre de 2012

La mula, el buey y una historia real

Estas Navidades ya tienen su dosis de polémica con el tan traído y llevado comentario del Papa Benedicto XVI sobre el buey y la mula en el tradicional Belén navideño. La enjundia se encuentra en la página 77 del libro La Infancia de Jesús, en la que por esta frase “En el Evangelio no se habla en este caso de animales” la polémica está servida; servida por los instigadores que aprovechan cualquier ocasión siempre para arremeter contra la fe católica, la Iglesia y el Papa.
Desde que comenzó en 2005 su pontificado Benedicto XVI me he convertido en un asiduo lector de todas las audiencias que ha ofrecido, de los discursos pronunciados en sus viajes apostólicos, de homilías en diversas festividades litúrgicas;  tengo todas las encíclicas y libros publicados, y no por afán coleccionista, sino porque la talla y figura teológica de Joseph Ratzinger, la profundidad de sus textos,  creo que son necesarios desmenuzarlos para entender mejor la relación de Dios con los hombres. Pues bien, a pesar de lo dicho me veo incapaz -¡pobre de mí que no doy para más!- de discernir que en esta frase Benedicto XVI está dando el mensaje de que el buey y la mula no deben ponerse en los belenes. El Papa no está indicando que deba prescindirse de estos dos tradicionales animales. De hecho, en la Ciudad del Vaticano el Belén tendrá al buey y a la mula.  Benedicto XVI  quiere destacar en el libro lo que los Evangelios canónicos plasman con claridad: ninguno de los cuatro evangelistas hacen mención de que el buey y la mula, o el asno, fueran animales que estuvieran presente en el Nacimiento de Jesucristo. Puedes coger unos evangelios amigo mío, amiga mía, y repasar a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y advertirás que el buey y la mula no se mencionan. De paso, aprovecho para aconsejarte si no lo haces todavía, que no te conformes con confirmar lo declarado por el Papa y dejarlo en su lugar de origen hasta próxima ocasión.  Te invito a  leer diariamente cinco minutos el Nuevo Testamento. Te aseguro que tendrás ocasión de conocer más y mejor la vida de Jesús. Vendrá bien para tu alma y para un mejor conocimiento de quien tanto puede cambiar tu vida, de manera que cuando surjan polémicas de este tipo no te dejarás  arrastrar por los embaucadores de turno.
Surge la pregunta, entonces: ¿y de qué nos viene esta tradición de colocar la mula y el buey en nuestros Belenes? San Francisco de Asís fue crucial. En la Nochebuena de 1209 organizó un Belén viviente en una cueva próxima al castillo de Greccio. Participaron campesinos de la comarca, y en esa iconografía humana no faltó la mula, el buey, el heno… Así daba una sensación de calidez, familiar y hogareña. Muchos artistas han pintado diversas natividades, unos sin las bestias (Leonardo Da Vinci, Zurbarán, El Greco, Murillo, y otros con ellas (Fra Angélico, Rogier Van der Weyden o Tintoretto). En cualquier caso, después de muchos siglos el buey y la mula forman parte de nuestros hogares a la hora de organizar nuestros belenes. Así de sencillo. La imaginación popular y la artística han discurrido para elucubrar con mucha lógica: si la Virgen dio a luz en un pesebre, tendría que haber animales de campo (el buey); y si la Madre de Dios llegó a Belén en un asno, tendría que estar dentro del establo. Los belenistas se encargaron de recoger estas “deducciones” y tallaron junto al resto de figuras las del asno o mula y el buey.
Hecha esta aclaración para lo que pueda aportarte, viene una segunda parte. Sabrás que en lo que respecta a Belenes, a la Sagrada Familia se le llama Misterio. Misterio es aquello que no se puede explicar, comprender o descubrir. No sé a ti, pero siempre me ha resultado un misterio que en estas fechas proliferen en los corazones de las personas, de cualquier edad y condición social un mayor deseo de alegría, de darse más al prójimo. Es como si el corazón se ensanchara para dar cabida a los demás, para tener mejores sentimientos. Para una mayor entrega.
A propósito de esta reflexión te invito a compartir una historia. Nos situamos. Una oficina judicial en la que el trabajo diario consiste en hacer todos los trámites necesarios para que lo que los jueces dictan en las sentencias se lleve a efecto. En esa oficina, una funcionaria simpática y “echá palante” pregunta una mañana si alguien tiene impedimento de que se ponga un Belén. Ninguno de los otros funcionarios objetan nada. Ayudada de otra funcionaria, en unas horas montan –nunca mejor dicho-, el Belén. Al lado del Misterio se deja una canastilla para posibles aguinaldos. Y se decide poner unas “tasas judiciales”. Quien deposite unas monedas se le canta un villancico por todos los funcionarios que se atrevan a formar un coro; si el aguinaldo es o supera el euro se canta el Adeste Fideles en latín. Difícil reto. Aquéllos funcionarios que no lo hacen, respetan y asumen que cuando se produce el donativo hay otros que dejan sus funciones por unos minutos y se dedican a gratificar al generoso, que pueden ser otros funcionarios de distinta oficina, procuradores, abogados, jueces, etc... Los superiores inmediatos de esos funcionarios, respetan que por momentos a lo largo de la mañana pueda perder la seriedad que una oficina judicial debe dar, y se dé paso a un lugar eminentemente navideño. Al principio se piensa que lo recaudado será para comprar unos roscones de Reyes tan propios de estas fechas y comerlos. Todos de acuerdo. Pero surge una idea más solidaria: los donativos recaudados irán destinados a Cáritas. Perfecto. Hay que informar a todos, y se pone en la puerta de la oficina la existencia del Belén y el destino de la recaudación. Otro aspecto más de la historia: quien toma la iniciativa para “captar” a los posibles contribuyentes a esa causa generosa es una funcionaria, la más veterana, atea ella, que presume de que el nombre que lleva no se debe a una advocación mariana, sino a que sus padres quisieron ponerle el mismo nombre que el de una dirigente comunista española de gran protagonismo en los años treinta. Viendo su aptitud unos compañeros le dicen que de atea no tiene nada; otros, más ingeniosos, ya le llaman sor… (y su nombre). Para concluir, imagínate que en una semana se han conseguido unos setenta euros de aguinaldo. Se ha puesto fecha a la iniciativa: 31 de diciembre. Otra característica más de esta historia: cuando los funcionarios se reúnen, se olvidan del mucho trabajo pendiente, de sinsabores,  de rencillas personales, y todos a una (aunque desentonando, claro está) se unen para cantar y recordar un Misterio: el del Nacimiento de Jesucristo.
Bonita historia para ser verdad ¿no? Pues no, no es un cuento. Esta es la historia real de lo que viene ocurriendo en la oficina judicial donde desarrollo mi trabajo. En Navidad todo es posible.
Y ahora te pregunto: ¿verdad que la Navidad encierra un misterio? Y si es así, ¿no será que desde hace más de dos mil años, Dios nos está  queriendo mostrar que el amor es el cauce por el que se encapricha diariamente de nosotros, pero más aún en estas fiestas navideñas, cuando el mundo en sus cinco continentes celebra el Nacimiento de su Hijo?
Piénsale si te apetece. A lo mejor cambias el concepto que has tenido hasta ahora de las Navidades y del sentido de tu vida. Por probar que no quede. No tienes nada que perder. Y sí mucho que ganar.

De todo corazón, te deseo una muy ¡Feliz Navidad!`

Os dejo este villancico con los principales protagonistas de estas fiestas: El Niño Jesús y los niños.