El día de mi llegada a Tomelloso este pasado mes de agosto me llamó la atención ver una pancarta gigante colgada en el Ayuntamiento con el lema “Tomelloso, capital de La Mancha”. ¡Mi pueblo convirtiéndose en capital de una región y yo sin saberlo!, me dije. Bien podrían haberme informado los responsables de los dos periódicos locales digitales a los que tuve el gusto de saludar en el pasadizo de la Plaza de España; pero todavía no me había fijado. No tuve más remedio que enterarme por internet, entono el mea culpa por no estar puntualmente al tanto de las noticias tomelloseras. El motivo de este lema inscrito en las pancartas -otra se colgó en el teatro municipal- era que Tomelloso había sido elegido por la Junta de Castilla La Mancha para ser sede de la vigésimo novena edición del certamen de productos manchegos de campo y ganadería. El lema, no era más que una marca turística. ¡Menos mal!
Pero verdaderamente donde recae mi deseo de considerar a Tomelloso como pueblo es por las gentes, la convivencia, el sentido de la amistad creo que está muy por encima de lo que es una ciudad. Es una cualidad que percibimos quienes vivimos en ciudades. Hay un mayor acercamiento afectivo, deseos de compartir trato. No me gusta el término ciudadano, ni el de ciudadanía, parece que se nos quiere quitar la esencia de lo que somos, de donde procedemos. Las ciudades son más frías, más distantes, falta el calor de las gentes. Demasiado edificio y pocas casas. No tiene parangón comparar un paseo por la calle Don Víctor que con la avenida más principal de otra ciudad, por reducida que sea de habitantes. Hay un trato como si la gente se conociera de toda la vida, lo vivo en experiencia propia. Y con las amistades cultivadas de hace años da gusto pararte a charlar con ellas, porque sabes que hay una satisfacción recíproca. Además el término pueblo denota una conjunción de intereses, de unidad, de proximidad. La ciudad es más de aglomeración, mayor individualismo por el ritmo de vida, más distanciados afectivamente unos de otros.
Ciudad o pueblo, lo que está claro es que los tomelloseros tenemos una idiosincrasia heredada de nuestros antepasados que nos hace sentirnos entrañablemente unidos a nuestras raíces. Y esto es una virtud de la que presumimos.
La canción es de los años 70, interpretada por María Ostiz, esposa del famoso futbolista Ignacio Zoco, por aquéllos años jugador internacional del Real Madrid. Y se refiere a un pueblo, no a Tomelloso en particular claro está, aunque sí que hay alguna estrofa que podría adaptarse muy bien a las características de mi pueblo, para otros ciudad.
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