domingo, 26 de noviembre de 2017

Revolución bolchevique: centenario de una trágica revolución


El pasado 7 de noviembre se cumplió el centenario de la toma de poder en Rusia por los bolcheviques bajo el mando de Vladimir Ilich Uliánov, más conocido por Lenin, cuyo cuerpo embalsamado sigue expuesto en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú desde su muerte en 1924. Cinco años de guerra civil condujo a que la “Gran Revolución Socialista de Octubre” triunfara en 1922, instalando el ideario de Karl Marx, padre del “socialismo científico”, como forma de fundamentar el Estado -marxismo- sobre una ideología materialista, atea y represora.

En 1997 se publicó El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión, escrito por profesores universitarios e investigadores europeos, con el propósito de dar a conocer los masivos crímenes cometidos en la U.R.S.S. y en los países vinculados a su órbita ideológica. El estudio cifra en torno a cien millones de muertes provocadas por el horror comunista, principalmente en la Unión Soviética (20 millones) y República Popular de China (65 millones). Entre sus víctimas se cuentan disidentes políticos, desertores del ejército, campesinos contrarios a la expropiación de tierras y, cómo no, católicos, ortodoxos y quienes profesaran públicamente una religión, porque la religión,  según Marx es “el opio del pueblo”; y la revolución debía acabar con Dios mediante el exterminio de los creyentes.

Meses antes del estallido de la revolución rusa, en un pueblecito de Portugal, la Virgen se aparecía a tres niños, Francisco, Jacinta y Lucía –los dos primeros canonizados en mayo de este año por el Papa Francisco en Fátima-. En la tercera de las seis apariciones acaecidas, advertía del peligro ruso para la paz en el mundo, pidiendo que el Santo Padre consagrara esta nación a su Inmaculado Corazón.

El bloque comunista empezó a desquebrajarse el 16 de octubre de 1978, cuando el cardenal Karol Wojtyla fue elegido Papa. En junio de 1979 hizo su primera visita como sucesor de Pedro a su tierra natal, haciendo un llamamiento a la historia y a la cultura de los polacos, a su verdadera identidad, lo que le convirtió en el principal enemigo mundial del sistema comunista. El pueblo polaco fue el primero en rebelarse contra el dominio marxista. En 1984, en la Plaza de San Pedro, ante la imagen de la Virgen de Fátima, conforme a los deseos de nuestra Señora, el Papa Wojtyla consagró todos los pueblos de Rusia a su Inmaculado Corazón. En sucesivos años las repúblicas soviéticas tiranizadas por el régimen comunista emprendieron el camino de la independencia del coloso ruso, hasta convertirse en países soberanos.

 El máximo exponente de la liberación del yugo comunista se produjo el 9 de noviembre de 1989 con la famosa caída  del vergonzoso muro de Berlín, construido por el régimen comunista alemán como “muro de protección antifascista” el 13 de agosto de 1961, que a decir verdad no era más que el impedimento material para que los alemanes del este de Berlín no pudieran huir a la zona berlinesa occidental. Berlín y Alemania volvían a ser una ciudad y una nación libre, unida veintiocho años después.

A pesar de que el mundo ya no corre peligro por la vigencia del “Telón de Acero”, los nefastos efectos de la aplicación ideológica del comunismo, continúa mostrándose en diversos países vulnerando los más elementales derechos individuales y colectivos, empobreciendo a las poblaciones que lo padecen  y negando cualquier posibilidad de dar opciones a iniciativas individuales a nivel político, económico o social. En términos categóricos, donde impera se sufre una dictadura en el más amplio sentido, supeditando vidas y haciendas al interés colectivo y coercitivo del Estado.

En los países donde no han acaparado el poder político, a los comunistas ya no se le conoce abiertamente por sus siglas, no pregonan arengas revolucionarias, no enarbolan el histórico emblema de la hoz y el martillo; han sustituido las fábricas por los platós de televisión y estudios radiofónicos; no necesitan imprenta para lanzar pasquines porque tienen las redes sociales para fomentar la demagogia y la mentira. Ahora son fácilmente distinguidos por su irrespetuosidad contra las personas e instituciones públicas, por sus algaradas callejeras contra el orden público y las leyes legítimas, su afán no es otro que demoler valores asentados en la convivencia pacífica de las sociedades a las que pertenecen. Siguen reivindicando la liberación de la clase trabajadora del capitalismo, pero viven de manera burguesa, acomodada y fastuosa. Son, realmente, el cinismo personificado.

La revolución de octubre de 1917 originó  la peor corriente ideológica que ha surgido en la humanidad, millones de personas fueron víctimas de esta barbarie, y la dignidad de millones de personas está sojuzgada  por ella.  Pervivirá hasta el final de los tiempos porque es la esencia del mal y su principal meta es destronar a Dios de las conciencias de los seres humanos. Con claridad meridiana lo expresaba Mijail Gorbachov en 1987 en un discurso pronunciado en Uzbekistán, en 1987: "El ataque a las religiones es el corazón de la revolución... No debe haber tregua en la guerra contra la religión, porque mientras la religión exista el comunismo no puede prevalecer". Para bien de la humanidad el ideólogo de la Perestroika se dio cuenta que el comunismo era un régimen fósil sostenido únicamente por la represión, convirtiéndose en uno de los dirigentes políticos más trascendentales de la historia, junto con Ronald Reagan y Margaret Thatcher.  

A finales de mes conviene recordar las intenciones del Papa Francisco para noviembre, próximo a concluir.


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