Con los votos a favor de los concejales de Ahora Madrid -así se hace llamar la agrupación política Podemos, en la capital de España- y del PSOE, el pasado día 31 de octubre el pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó la presentación de una querella criminal para que se investiguen los delitos cometidos en esta ciudad durante el franquismo. La vía judicial se abre ante el juzgado de guardia que corresponda para “determinar las circunstancias en las que fueron perpetrados; quienes fueron sus responsables directos e indirectos y, en su caso, que se proceda a su imputación, procesamiento, juicio y condena” para “contribuir a fortalecer la reivindicación de justicia para las víctimas”. Así se motiva en la página web del Ayuntamiento madrileño la decisión adoptada.
El 16 de octubre de 1977 se publicaba en el B.O.E. la Ley de Amnistía, que fue aprobada mayoritariamente en el Congreso de los Diputados por 296 votos a favor, 2 en contra, 18 abstenciones y 1 nulo. Esta ley abarcaba todos los delitos cometidos -incluso los de sangre- durante la guerra civil, el franquismo y los perpetrados hasta el 15 de diciembre de 1976. El conjunto de la izquierda española se mostró efusiva por su aprobación, partidos y sindicatos mostraron la necesidad de una ley tan amplia para asumir “el compromiso de reconciliación y perdón”. El principal y carismático líder del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, quería “hacer la cruz y raya sobre la guerra civil de una vez para siempre” y “superar definitivamente la división de los ciudadanos españoles en vencedores y vencidos de la guerra civil”. La querella, por tanto, desde el punto de vista jurídico choca frontalmente con esta ley, por lo que no cabe en modo alguno que prospere. La alcaldesa de Madrid, señora Carmena, jurista emérita de gran experiencia profesional, lo entiende perfectamente.
Llama poderosamente la atención esta prerrogativa municipal, precisamente en una ciudad con el peor pasado en cuanto a represalias cometidas en zona republicana desde el año 1936. Según datos aportados por distintos historiadores, durante la guerra civil española alrededor de 16.000 madrileños fueron víctimas de represión en Madrid en la zona republicana. Paracuellos del Jarama tiene el triste recuerdo de ser la población donde se abrió una fosa común para enterrar en torno a unos 5.000 madrileños asesinados por ser militares sin entrar en combate, intelectuales desafectos a la República, sacerdotes y religiosos sin más empeño que servir a Dios asistiendo a los pobres, o padres de familia que oían Misa habitualmente, como es el caso de Miguel Aguado, católico y miembro de la congregación vicenciana, que ha sido beatificado en el día de ayer junto a otros 59 mártires por odio a la fe, de los cuales 39 precisamente perdieron su vida en Madrid. En total 40 misioneros Paúles (24 curas y 16 hermanos), 2 Hijas de la Caridad, 13 laicos de asociaciones vicencianas y 5 sacerdotes diocesanos de Murcia, desde ayer 11 de noviembre, forman parte del elenco de hombres, mujeres y jóvenes considerados mártires, después de la ceremonia celebrada en el Palacio Vistalegre, presidida por el cardenal Ángel Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Murieron amando al prójimo, perdonando a sus verdugos y dando testimonio de que solo el perdón es capaz de vencer el odio y la venganza. Carmen, una de las hijas del mencionado mártir, recordaba que su madre todas las noches les hacía rezar a ella y a sus tres hermanos por su padre “para que esté en el Cielo y por el alma del asesino, para que Dios le convierta y le lleve al Cielo”. Y es que la paz, como ha dicho el arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro, “tiene un nombre y un rostro: Jesucristo”.
Como católico español me alegra enormemente que la Iglesia reconozca oficialmente el martirio de estos españoles que entregaron su vida por amor a la fe, muchos de ellos frecuentaban la Basílica de la Milagrosa de Madrid, templo al que asisto los días cinco de cada mes para participar en la Misa que se celebra por la Causa de Canonización de mi paisano el Siervo de Dios Ismael de Tomelloso. Y como madrileño manifestar que me apena que la corporación municipal, que se supone debe representar al conjunto de madrileños sin distinción alguna, se empecine en querer remover heridas de un triste pasado, marcado por odios, rencores y represiones de los cuales la corriente ideológica que representan no está exenta de responsabilidades.
Ahora si quieres te invito a dar un paseo por Madrid. Y ya sabes: de Madrid al Cielo.
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