El pasado 7 de noviembre se cumplió el centenario de la toma de poder en Rusia por los bolcheviques bajo el mando de Vladimir Ilich Uliánov, más conocido por Lenin, cuyo cuerpo embalsamado sigue expuesto en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú desde su muerte en 1924. Cinco años de guerra civil condujo a que la “Gran Revolución Socialista de Octubre” triunfara en 1922, instalando el ideario de Karl Marx, padre del “socialismo científico”, como forma de fundamentar el Estado -marxismo- sobre una ideología materialista, atea y represora.
En 1997 se publicó El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión, escrito
por profesores universitarios e investigadores europeos, con el propósito de
dar a conocer los masivos crímenes cometidos en la U.R.S.S. y en los países vinculados
a su órbita ideológica. El estudio cifra en torno a cien millones de muertes
provocadas por el horror comunista, principalmente en la Unión Soviética (20
millones) y República Popular de China (65 millones). Entre sus víctimas se
cuentan disidentes políticos, desertores del ejército, campesinos contrarios a
la expropiación de tierras y, cómo no, católicos, ortodoxos y quienes
profesaran públicamente una religión, porque la religión, según Marx es “el opio del pueblo”; y la revolución
debía acabar con Dios mediante el exterminio de los creyentes.
Meses antes del estallido de la revolución
rusa, en un pueblecito de Portugal, la Virgen se aparecía a tres niños, Francisco,
Jacinta y Lucía –los dos primeros canonizados en mayo de este año por el Papa
Francisco en Fátima-. En la tercera de las seis apariciones acaecidas, advertía
del peligro ruso para la paz en el mundo, pidiendo que el Santo Padre
consagrara esta nación a su Inmaculado Corazón.
El bloque comunista empezó a desquebrajarse
el 16 de octubre de 1978, cuando el cardenal Karol Wojtyla fue elegido
Papa. En junio de 1979 hizo su primera visita como sucesor de Pedro a su tierra
natal, haciendo un llamamiento a la historia y a la cultura de los polacos, a
su verdadera identidad, lo que le convirtió en el principal enemigo mundial del
sistema comunista. El pueblo polaco fue el primero en rebelarse contra el
dominio marxista. En 1984, en la Plaza de San Pedro, ante la imagen de la Virgen de Fátima, conforme a los deseos de nuestra Señora, el Papa Wojtyla
consagró todos los pueblos de Rusia a su Inmaculado Corazón. En sucesivos años
las repúblicas soviéticas tiranizadas por el régimen comunista emprendieron el
camino de la independencia del coloso ruso, hasta convertirse en países
soberanos.
A pesar de que el mundo ya no corre peligro
por la vigencia del “Telón de Acero”, los nefastos efectos de la aplicación ideológica del
comunismo, continúa mostrándose en diversos países vulnerando los más
elementales derechos individuales y colectivos, empobreciendo a las poblaciones
que lo padecen y negando cualquier
posibilidad de dar opciones a iniciativas individuales a nivel político,
económico o social. En términos categóricos, donde impera se sufre una
dictadura en el más amplio sentido, supeditando vidas y haciendas al interés
colectivo y coercitivo del Estado.
La revolución de octubre de 1917 originó la peor corriente ideológica que ha surgido en la humanidad, millones de personas fueron víctimas de esta barbarie, y la dignidad de millones de personas está sojuzgada por ella. Pervivirá hasta el final de los tiempos porque es la esencia del mal y su principal meta es destronar a Dios de las conciencias de los seres humanos. Con claridad meridiana lo expresaba Mijail Gorbachov en 1987 en un discurso pronunciado en Uzbekistán, en 1987: "El ataque a las religiones es el corazón de la revolución... No debe haber tregua en la guerra contra la religión, porque mientras la religión exista el comunismo no puede prevalecer". Para bien de la humanidad el ideólogo de la Perestroika se dio cuenta que el comunismo era un régimen fósil sostenido únicamente por la represión, convirtiéndose en uno de los dirigentes políticos más trascendentales de la historia, junto con Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
A finales de mes conviene recordar las intenciones del Papa Francisco para noviembre, próximo a concluir.