lunes, 23 de diciembre de 2013

Navidad, Dios con nosotros








En el precedente post te sugería decantarte por la opción para el destino final de tu alma después de la muerte. Dentro de las opciones que te brindaba estaba la preferida por mí, ¿te acuerdas?: la del enamoramiento. Naturalmente debía presentarte a la persona que antes de que tú puedas amarla, ella ya te ha amado primero. Las fechas en las que nos encontramos son de lo más propicias para hablar de esa persona; nos estamos preparando para celebrar su nacimiento. Te la presento: se llama Jesucristo.

Todas las religiones son iguales. Esta frase la habrás oído en infinidad de ocasiones; incluso puede que seas partícipe de que quienes las pronuncian lleven razón. Es una manera de desligarse de una religión en particular. Resulta peculiarmente fácil encuadrarlas a todas desde un prisma negativo.

Sin embargo, en estas fechas navideñas, a poco que indaguemos en las características de las religiones,  se aprecian las diferencias trascendentales. Si quieres, las repasamos.

a) Budismo. Surge después de la búsqueda apasionada de Siddharta Gautama, hombre inquieto, religioso, por conocer el sentido de la existencia humana y el origen del sufrimiento. Un día tiene una iluminación –este es el significado de Buda-, y comienza a indicar el camino para llegar a Dios. Pero Buda no es Dios, él no se declara Dios.

b) Confucionismo. Confucio fue el restaurador de las creencias religiosas del pueblo chino, no fue ni el fundador ni dirigente religioso. Enlaza la religión con las tradiciones culturales y con la familia dirigidas hacia un Dios de lo que procede todo.

c) Hinduismo. Es un cúmulo de creencias religiosas que confiesa la fe en un Dios único, absoluto, al que denominan Brahmán. Sus seguidores investigan el misterio divino, expresado mediante mitos, ayudados de la filosofía, para liberar de las angustias de nuestra condición humana.

d) Mahometismo. Afectado de una crisis a la edad de 40 años, Mahoma se dedica a la meditación y ayuno durante un mes en una gruta cerca de la Meca; una noche del año 610, afirma que ha recibido una visita del arcángel san Gabriel que le revela que Allah es el verdadero Dios.

Estas cuatro religiones tienen un denominador común: el hombre es el que busca a Dios. Es una relación nacida de la búsqueda. La religión judía tampoco parte de esta inquietud religiosa. Junto con la cristiana es revelada; es decir, es Dios quien sale al encuentro del hombre. Su fundador es Abraham y su principal impulsor Moisés. Pero hay un personaje histórico que distingue la esperanza del pueblo judio con la esencia del cristianismo: Jesús. Mientras el judaismo espera la llegada del Mesías para instaurar el reino definitivo en la tierra, los cristianos damos por hecho, y por eso lo celebramos el 24 de diciembre, que las promesas de Dios se cumplen con el Nacimiento de Cristo.

Es un hecho incontrovertible que Jesucristo es un personaje más de la historia, tan fiable es su existencia como la de Napoleón, Carlomagno o Cristóbal Colón. Nace de una joven virgen (Misterio de la Encarnación), no para pasarse por un piadoso y ejemplar creyente, ni como un rabino, ni como un iluminado, ni siquiera como un nuevo profeta, sino para hablar y obrar con la dignidad de un ser superior. Afirma con tal claridad que es Hijo de Dios, que va a ser acusado por las autoridades religiosas judías por blasfemo. Y el colmo de lo sorprendente: se iguala a Dios Padre. Los judíos deben “honrar al Hijo como honran al Padre. (Jn. 5,23). Durante su vida pública Jesús pone énfasis en su divinidad, en los cuatro evangelios se cuentan hasta un total de 39 milagros. “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia en Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”(1). No propugna ideología alguna. El pueblo judio esperaba un Mesías pero Él no asume un liderazgo terrenal;  ante el gobernador romano declara que su reino no es de este mundo(2). Sin embargo, las enseñanzas de Jesús de Nazaret aporta un gran sistema de pensamiento humano-religioso en beneficio de la convivencia política, social y económica entre los hombres (3). A pesar de devolver salud a los enfermos, de resucitar a muertos, busca sanar al hombre de una herida más profunda: el pecado(4). Después de su muerte, en presencia de sus discípulos su cuerpo glorioso asciende a los Cielos(5).

¿Se engaño? Si es así, es el mayor iluso que ha tenido la historia. Pero un loco no es capaz de transformar dos mil años de historia. Ni dividirla, antes y después de su Nacimiento. Ni es capaz de atraer a tantos millones de personas  que se han entregado y se entregan por su causa, poniendo en riesgos sus vidas e incluso muriendo hasta sufrir martirio. Tantas personas llevando a cabo las exigencias del Evangelio, la entrega a los demás por amor a Dios, escritores, artistas, arquitectos, pintores inspirados por Jesucristo y su mensaje de salvación para los hombres,  no hacen más que dar testimonio de su divinidad.

Este es Jesús de Nazaret,  el Hijo de Dios. Exponía al principio de este post la peculiaridad del cristianismo: la Revelación, es decir, Dios a través de la Santísima Humanidad de Jesucristo, da a conocerse, con actos y palabras manifiesta la intimidad divina. Siendo Todopoderoso podría haberse manifestado de manera portentosa ante la criatura humana. Pero no. Se hace niño envuelto en pañales por su Madre, se somete al esposo de María, San José; hasta el comienzo de sus enseñanzas públicas vive una vida corriente entre su familia y vecinos, es el hijo del carpintero; habla con autoridad, pero no impone; cura y perdona pecados y, sin embargo, busca pasar desapercibido; entrega su vida clavado a un madero, porque se llama Jesús, y como significa su nombre, es el Salvador.

Y, sin embargo, quiere ganarse a todos los hombres, a ti y a mí amigo mío, amiga mía, por medio del amor: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”(6). Es una locura, una locura divina de amor. Las mayores locuras que podemos hacer nacen de un corazón enamorado; ¿quién no ha sido capaz de actuar en ocasiones irracionalmente para ganarse las simpatías de la persona que tanto nos atrae? 

Es preciso metérnoslo en la cabeza, pero más aún en el corazón, te lo propongo para estas Navidades que ya están aquí: ¡Dios te ama! La diferencia más apreciable que hay entre los seres humanos se reduce a una: aquéllos que conocen el amor que Dios nos tiene y los que lo ignoran: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene”(7). Estas entrañables fiestas deben ser las de la concienciación clara de una evidencia: ¡Dios nos ama! Se necesita creer, efectivamente, es preciso avivar esa fe, pues “La fe es ante todo un encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y solo así se aprende a conocerlo cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más”(8).

El 24 de diciembre no es una fiesta para recordar el nacimiento de Cristo, si fuera así sería caer en un reduccionismo del verdadero sentido de esta fecha; la Nochebuena es una oportunidad para que Jesús de Nazaret entre en tu vida. Es una ocasión para  abrirle la puerta del corazón. Siempre podemos darle un mejor cobijo, darle un mayor protagonismo. Si contemplas un nacimiento -ojala lo tengas expuesto en tu casa- detente un poco más de lo habitual y no solamente rememora el Misterio del Nacimiento de Cristo, sé osado, como un pastorcillo de los primeros en llegar a la gruta de Belén, y píde al bueno de San José ser tan paciente, sencillo y sereno como él; a la Virgen María un corazón tan limpio como el suyo para ayudarte a descubrir que Jesús es Dios,  y al Niño que no te acostumbres al amor que Dios te tiene, para que cada día te admires de que el Todopoderoso sea capaz de amarte como si fueras el único habitante de la tierra.

Si te atrae el plan de Dios, si te enamora Jesucristo, en el próximo post te aconsejaré un lugar para encontrarte con Él. Solo queda fijar el sitio idóneo para vivir apasionantes encuentros con Jesús. 

Te obsequio con este video. Saco una reflexión: qué tristeza la del ser humano que pone el cartel de overbooking en su corazón y cierra las puertas al amor de Dios.

¡Feliz y santa Navidad!


(1) Mt. 11, 4-7
(2) Jn. 18, 36-37
(3) Lc. 6, 20-23
(4) Lc. Lc. 5, 31-32
(5) Jn. 24, 50-51
(6) Jn. 13,34
(7) 1 Jn 4, 16
(8) Benedicto XVI, Catequesis, 21/10/09

martes, 26 de noviembre de 2013

Tu alma después de la muerte


La Iglesia invita en el mes de noviembre a considerar los fines últimos –novissimis en latin- del ser humano. Si tus padres te bautizaron al poco tiempo de nacer, indudablemente que no recuerdas el ritual del Bautismo. Si lo has recibido en edad adulta puede que sí. No obstante, te lo recuerdo en parte para resaltar la parte que viene a colación. El sacerdote, después de conocer el nombre escogido para el nuevo hijo o hija de Dios pregunta a los padres: “¿Qué pides a la Iglesia”?. Respuesta: “La fe”. “¿Y qué te da la fe?”. “La vida eterna”. A través de este Sacramento Dios nos acoge como miembros de su familia divina y simboliza el paso de la vida terrena a la eterna.

La temporalidad de nuestro existir en la tierra siempre ha movido al hombre a preguntarse el futuro de la existencia después de la muerte. La Escatología –palabra griega que significa “reflexión sobre las cosas últimas”- se encarga del estudio teológico que ayuda a asomarse más allá de esta vida. Para realizar este estudio hay una condición: tener fe. Ser creyente.

El predicador de la Casa Pontificia, predicador del Papa, el padre capuchino Raniero Cantalamessao , en la revista Palabra del mes de julio 2013, hace una precisión propia de quien está embebido en las profundidades de la fe; pero que tan bien nos puede venir a ti y a mí. A la pregunta de lo que creemos los que nos definimos como creyentes  contesta que “Casi siempre creen en la existencia de un Ser supremo, de un Creador; creen que existe un más allá”. Pensamos que por el hecho de creer en un Alguien superior nos tenemos por creyentes; y no es así. “Pero ésta es un fe deista, -explica- no una fe cristiana; siguiendo la famosa distinción que hacía Karl Barth, esto es religión, pero todavía no es fe”. Ésa es la diferencia primordial. Para tener fe tenemos que creer en Jesucristo, Hijo de Dios; no en Algo, en un Ser, en un Creador. Si es así, nos quedamos en personas religiosas, con una vaga idea de nuestro destino post mortem.

Admitiendo la religiosidad por naturaleza del ser humano, y que la sociedad laica propone un pensamiento contrario al cristiano, podríamos reducir a tres las opciones que la ideología laica ofrece como respuestas a la pregunta del futuro después de la muerte. Líbreme Dios de introducirme en derroteros racionalistas, contrapuestos a la doctrina católica en torno al “más allá”, para defender lo que para mí es más convincente y razonable como relata la Biblia y en la enseñanza oral de Jesucristo, respecto al cuerpo y alma de los hombres y mujeres que han vivido, que vivimos y que vivirán. De paso, refrescamos ese ansía de eternidad, que ya en tiempos de Juan Ramón Jiménez empezaba a echarse en falta, y él se encargaba de recordarla: "¡Cielo, palabra del tamaño del mar que vamos olvidando tras nosotros!".

Hagámoslo sencillo. Imagínate que llamo a la puerta de tu casa, me recibes, y después de presentarme me atiendes amablemente, pasamos al salón, me invitas a sentarme. Acto seguido, para no entretenerte demasiado tiempo, te doy a conocer las opciones por si tienes inquietudes sobrenaturales y te interesa plantearte seriamente qué pasará cuando dejes esta vida. Vamos a diferenciarlas por letras.

a) Es la más sencilla. Profundamente atea. No tiene sentido trascendental alguno. Vive la vida sin más. No te rayes pensando que sucederá después de abandonar este mundo. ¿Para qué? El hombre y la mujer no somos más que materia. Llegad el momento con la muerte se acaba todo. Es el mismo final que el de una lombriz. Da lo mismo que hayas empeñado tu vida en hacer el bien a los demás o que te hayas dedicado a violar a cualquier pobre mujer que se haya cruzado por tu camino, en ser un genio de la arquitectura o a asesinar mujeres y niños porque estás convencido que la provincia donde naciste es un estado históricamente sometido por otro. No hay premio ni castigo. Es indiferente. Disfruta a tope. Aprovecha la vida. Si te viene el contratiempo, el fracaso o la enfermedad, maldice todo lo que puedas para desahogarte. Las tragedias propias o ajenas las despachas con una queja para confirmar que llevas razón: Esta vida es una …. y ¡a vivir que son dos días!

b) Aquí ya hay que pensar más. Tienes que tener un convencimiento  de que además de materia, el ser humano tiene espíritu. Morimos y el cuerpo desaparece, pero queda el espíritu. ¿Qué hacer con él? ¿A dónde nos lleva? Te introduzco en el movimiento gnostico. Aviso: tienes que tener unas grandes tragaderas intelectuales para empaparte el contenido por el cual tu alma se convertirá en inmortal. A los seguidores de esta tesis se les llama gnosticos, porque tienen el conocimiento secreto revelado por los Apóstoles a su grupo de élite. Falsificar el Evangelio es una de las armas preferidas. Buscan eliminar las doctrinas cristianas. Viene a ser como el New Age moderno con unas creencias perfectamente cambiables por cuanto buscan más la novedad que la verdad. No tratan muy bien a nuestro cuerpo, al que consideran una cárcel de la que nos liberamos después de la muerte, considerando pervesiones la procreación y el matrimonio. La divinidad está compuesta de una multitud de espíritus individuales. Para ellos, Jesús no es dios ni hombre, sino un ser espiritual que solo aparentó tomar cuerpo para darnos unos conocimientos necesarios para librar a nuestras almas de los cuerpos. Por supuesto que no admiten la redención de Cristo, porque con los conocimientos gnósticos se accede a la verdadera vida mas allá de la materia. El alma vivirá en el Pleroma, o mundo espiritual invisible, que se forma a través de las emanaciones de poderes espirituales, denominados aeones,  que emite el  Ser Supremo. Tienes que echarle mucha imaginación; tanta si cabe, como esos escritores que viven de publicar novelas con fondo gnóstico, después del éxito alcanzado por el Código Da Vinci. Pero, insisto, si dispones de poco tiempo para reflexionar, y no utilizas transporte público para desplazarte por tu ciudad y entretenerte con tanta literatura sobre el tema, te sugiero pasar a la siguiente opción.

c) Esta está basada en las religiones orientales, mantenida antiguamente por algunos pensadores griegos. Acaecida la muerte, el alma comienza una serie de reencarnaciones sucesivas hasta alcanzar un estado final de purificación. El retorno en seres humanos puede llegar a alcanzar las ciento ocho reencarnaciones; dependiendo del estado del alma a la muerte, así tendrá que purificarse en sucesivas reencarnaciones. En esta corriente no existe Ser superior; digamos que es el propio alma únicamente quien realiza el proceso de autorredención. Hay una creencia reencarnacionista llamada “metempsicosis”, que enseña que los grandes pecadores pueden reencarnarse en un animal o en una planta. El objetivo, resumiendo, está en que en base a sucesivas reencarnaciones se paguen culpas de vidas anteriores y el alma se purifique hasta llegar a un alma absorta en “el todo”, para formar parte de un “Dios” o “Brama”.

d) Y para terminar mi exposición, para no robar más tiempo del que dispones, apuro un vaso de agua que amablemente me has ofrecido, y te expongo la teoría que a mí, particularmente, me da más resultado, por ser más razonable y creible, respetando, por supuesto, tu libertad de elección. Para adscribirte a esta teoría se necesita un requisito: saber y querer amar. ¿Quién no ha amado alguna vez? ¿A quien no le gusta ser amado? Esta es la que más dignidad concede a la persona, sea cual sea su condición. Sobre esta doctrina han divagado admirables doctores en teología como San Agustín, Santa Teresa de Jesús o Santo Tomás. Pero tú ya sabes mi argumento para no distraerte más de lo debido: la simplificación. Por eso, te advertía de un requisito: querer amar, dejarte querer. ¿Y a quien? ¿Y por quién? Por Jesucristo. Uno de sus seguidores contemporáneos, el apóstol Juan, lo dejó escrito: “Carísimos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor de Dios por nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él”. (1 Juan, 4, 7-9). Por tanto, si consideras que Dios es amor, que te quiere con todo el amor (infinito) que Dios puede tener, te sentirás querido y amado en cuerpo y alma, como se quieren los enamorados. En toda relación afectiva, los dos enamorados tienen que renunciar a aquello  que les diferencia y puede causar desavenencias. En este caso, Jesucristo en la Cruz clavó todas aquéllas conductas –pecados- que impedían derrochar el afecto de uno –tú y yo- hacia el Otro. Lo único que te pide para estrechar esa relación son pequeñas o grandes renuncias, que redundará en tu propia felicidad. Porque la verdadera felicidad está en dar y no en recibir.

Esta doctrina tiene una gran ventaja. No está sujeta a la temporalidad. Cuando dos personas están firmemente enamoradas temen que la separación sea una realidad que les condiciona a quererse. Las despedidas se hacen interminables, no quieren separarse, afrontan la separación con tristeza. No digamos cuando la partida es para siempre. Se juran amor eterno; pero el amor humano es temporal. Pues bien, en este caso, no es así. Si Dios mismo te ofrece un amor (infinito), es para disfrutarlo para siempre (en la eternidad). Por tanto, no es un amor condicionado a esta vida. Va más allá: hasta el más allá. Es un amor sin fin, una felicidad para siempre. Serás “cieloso” por vivir en el Cielo; pero nunca celoso porque Él es incapaz de serte infiel.

 Un enamoramiento que no conoce fronteras, que ni la muerte es capaz de separarlo, sino al contrario, se perfecciona al poder ver a Dios cara a cara, es la mejor oferta que te puedo hacer para afrontar el término de esta vida con la esperanza segura en una vida (con Dios) que no acaba. Me lo ha contado mi madre muchas veces. Su madre (mi abuela) no las tenía todas consigo con respecto al futuro después de la muerte. Decía que nadie había vuelto para contarlo. Y a base de decírmelo yo he deducido una teoría: ¿qué es lo que pasa cuando estás con un amigo al que no ves desde hace años y te juntas para tomar unas cañas? ¿O cuando estás con tu novio o novia después de pasar una semana sin verle? ¿O cuando estás presenciando un épico encuentro de tenis entre Nadal y Federer? Se contesta con esta frase: ¡se me ha pasado el tiempo volando! Así debe ser cuando el alma se encuentra con Dios en el Cielo. Es tal la satisfacción infinita que se tiene que “olvidar” volver a la tierra para que sepan algo de ti. Y como allí no existe tiempo, hay un “eterno” olvido de dar un aviso en casa para decir que vas a llegar tarde por lo muy feliz que te sientes junto al Señor. No te pido que tengas la fe del carbonero. Discurre con serenidad y memoria. Piensa en los que no renunciaron a ese amor a costa de perder sus vidas (terrenales); los que se alejan de sus familias para irse a otro continente a ayudar a tantos seres humanos como tú y como yo, pero olvidados y abandonados a sus miserias; o ese vecino o vecina, compañero o compañera de trabajo, o quien tiene apuros económicos o salud debilitada, pero que cada vez que hablas con ellos te tratan con cariño y te ofrecen la mejor de sus sonrisas, y que sabes que todos los domingos, e incluso todos los días, asisten a Misa en la parroquia de al lado de tu casa. ¿Verdad que te llaman la atención? Pues son los que se han dejado “atrapar” por esos tejos que el Enamorado lanza indiscriminadamente. ¿No ves que son pruebas de estar plenamente enamorados?

Esta es la oferta que te recomiendo. De quien te quiere “tirar los tejos” hablaremos más detalladamente, en el siguiente post una vez que este domingo día 25 se ha clausurado el Año de la Fe. Acontecimiento que es indispensable mencionar. Mientras tanto, me despido de ti, gracias por tu atención, te dejo tiempo para que te replantes las opciones que te dejo. Volveré próximamente para saber por cual de ellas te has decantado.

¡Ah, un olvido! Esta frase te puede ayudar a elegir la mejor opción: “Si nos atrevemos a creer en la vida eterna, a vivir para la vida eterna, veremos cómo la vida se torna más rica, más grande, libre y dilatada”. Su autor es un anciano enamorado. Se llama Joseph Ratzinger. Y sabe mucho del tema.

Para quitar seriedad a la entrada, te obsequio con este video. Ahora que se acerca la temporada de compras navideñas y de pisar muchas superficies de centros comerciales, ándate con ojo no vayan a sorprenderte de esta manera. Es un cuadro de Rembrandt que sale a la calle, bueno, a un centro comercial de Amsterdam, pero… ¿por qué no puede ocurrir en España?


viernes, 1 de noviembre de 2013

Beatificación 522 mártires en Tarragona



La beatificación de 522 mártires en Tarragona el 13 de octubre ha pasado a ser la más numerosa de cuantas se han efectuado en la historia de la Iglesia. Con esta cifra se llega a 1.523 mártires de los llamados del siglo XX, de los cuales 11 ya han sido canonizados.

Se han vertido algunas críticas por la ciudad, la fecha y el acontecimiento en sí, buscando posicionamientos políticos, cuando en realidad no hay más que determinación puramente religiosa. Y existen argumentos suficientes para constatarlo. Las siguientes preguntas sirven de aclaración.

¿ Por  qué en Tarragona? Los primeros mártires hispanos entregaron su vida en esta ciudad. En el año 259, el obispo San Fructuoso y sus dos diáconos, San Eulogio y San Augurio sufrieron martirio por no renegar de la fe. Otra poderosa razón es que Tarragona es la ciudad en la que en este proceso más causas se han abierto: sufrieron martirio 147 cristianos, encabezados por su obispo auxiliar.

¿Por qué en esta fecha? El Año de la Fe proclamado por el Papa Benedicto XVI concluye el último domingo de este mes, y es un acierto pleno cerrar el evento con una beatificación de tal magnitud. De hecho el lema de la beatificación ha sido: Firmes y valientes testigos de la Fe. Es a lo que siempre estamos llamados los cristianos, sin exclusión de momentos y circunstancias en función de la época que vivamos.

¿Por qué mártires del siglo XX? Porque no fueron mártires de la guerra civil. Durante los años 1931 a 1936 fueron asesinados unos veintiocho religiosos. En esos años no había guerra civil, sino una situación de persecución religiosa: quema de conventos y de iglesias, asesinatos de personas a causa de su fe. Desde el siglo IV en que el emperador Diocleciano asumió el poder en el Imperio Romano, no había habido una persecución religiosa en España como la sufrida. Cerca de 7.000 religiosos asesinados y miles de seglares que entregaron su vida por el simple hecho de ser católicos. Los procesos de beatificación podrían alcanzar los 10.000.

El cardenal Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, que presidió la ceremonia en representación del PapaFrancisco, fue determinante en la homilía que pronunció. Invito a leerla íntegra y pausadamente. Me quedo con este texto: “Recordemos de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos…Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra”.

El Papa Francisco, en mensaje emitido por videoconferencia antes de la celebración litúrgica, hizo una breve reflexión para explicar quiénes son los mártires: “Son cristianos ganados por Cristo, discípulos que han aprendido bien el sentido de aquél “amar hasta el extremo” que llevó a Jesús a la Cruz”. Porque el amor debe ser total: “ No existe el amor por entregas, el amor en porciones”.

Descubriendo la biografía de cada uno de ellos podemos admirarnos de su valentía para morir violentamente, pero con una paz interior que solo las almas en gracia pueden vivirla. Todos podrían haber salvado la vida –aunque bien es verdad que no lo tengo claro dada el odio mostrado por sus verdugos- si hubieran adjurado de la fe. No se les pedía reunir sumas de dinero, ni participar en movilizaciones sociales, tampoco en unirse al frente en el combate; solamente se les pedía a cambio renegar de la fe. Con una frase bastaba. Pero no se conoce un solo testimonio de un cristiano que salvara la vida por renunciar a confesar delante de sus verdugos a Cristo.

Posiblemente tú y yo no volvamos a revivir estos violentos episodios; seguramente no estemos llamados a ser uno de esos 105.000 cristianos que cada año mueren en el mundo por ser seguidores de Jesucristo, o uno de los 100 millones de cristianos perseguidos en los países donde no se respeta la libertad religiosa.

Pero no por ello perdemos protagonismo si tenemos en cuenta que en nuestras vidas, en los días vividos aparentemente sin sobresaltos, existen ocasiones en las que podemos vernos delante de nuestros verdugos dispuestos a que abjuremos de nuestra fe, a que sucumbamos en pequeñas tentaciones que de manera encubierta se nos ofrecen para renunciar en situaciones determinantes a ser fieles a Jesucristo. El peligro de la vida cristiana no está en ninguna situación como la de los mártires, que superan el pavor de la muerte sin renunciar al valor Supremo por el que han vivido; el riesgo en la vida corriente de cada cristiano, en la tuya y en la mía, está en esas pequeñas renuncias que pueden hacernos perder -¡y quien no conoce más de un caso ocurrido, y de los cuales nadie estamos a salvo si no es por la gracia de Dios!- de pasarnos al otro bando; al bando de la comodidad, del egoísmo, de la sensualidad, de la avaricia, incluso del relativismo para acallar nuestras conciencias sin dejar de sentirnos –sentirnos sin sentir- cristianos. Ése es el riesgo, y esa es la heroicidad que nuestro Señor nos pide: ser fieles diariamente dentro de una sociedad donde tantas apetencias materiales nos ofrece para arrinconar a quien verdaderamente nos reparta sentido y felicidad a nuestras vidas.

 Cada día nos ponemos en situación de ejercer de palabra o de obra nuestra fidelidad a Dios. Podemos convertirnos en mártires ordinarios si sabemos derramar en lugar de sangre nuestros egoísmos y comodidades. ¿Has pensado que hay muchos momentos en nuestras vidas que podemos sucumbir a las tentaciones, que de manera encubierta se nos ofrecen para renunciar a nuestra condición de cristianos aunque solo sea por un momento? Seguramente sí. Pues por cada acto por pequeño que sea donde mostramos esa fidelidad al Señor, nos convertimos en héroes. Por el contrario, en esos momentos puntuales donde nos dejamos vencer por debilidades consentidas, donde prima el yo antes que Él, es cuando nos convertimos en villanos.

Los mártires no llegaron a serlo por decir sí a Jesucristo en lugar de salvar sus vidas momentos antes de su ejecución; sino porque a lo largo de su existencia supieron renunciar con la gracia de Dios a dejarse llevar por las tentaciones, que por pequeñas que sean siempre suponen una separación del amor que gratuitamente Dios nos regala.

Esta es la lección que pueden darnos los mártires a quienes intentamos agradar diariamente a Jesucristo a través de nuestra fidelidad, tan inconsistente en ocasiones, tan puesta a prueba y derrotada tantas veces. Fidelidad, sí; fieles en la familia, en la facultad, en el trabajo, en los hogares, con los amigos; fieles a Dios, porque es de quien verdaderamente podemos fiarnos. El medio para luchar contra las infidelidades posiblemente lo conozcas: es un Sacramento, llamado de la Reconciliación. Está en juego no nuestro nombre en los altares, sino en el Cielo.

Te dejo el video oficial del Domund 2013. Saca tus propias conclusiones. Yo he sacado una: que la fe es alegría.






domingo, 6 de octubre de 2013

La crisis siria y el Papa Francisco






Despedimos un mes de septiembre en el que Oriente Medio ha estado abocado a una guerra de impredecibles consecuencias. Imagino que habrás estado al tanto de la situación. La guerra de Siria ya no es noticia.  Si quieres, repasamos los acontecimientos en orden cronológico. Después nos dedicamos a sacar conclusiones.

Todo comenzó el 21 de agosto cuando la oposición al gobierno sirio denunció un ataque con gas tóxico en la periferia de Damasco, causando al menos 1.100 víctimas. Las imágenes ofrecidas por televisión alentaron fácilmente a una repulsa internacional por la barbarie sufrida entre la población civil.

El día 1 de septiembre el presidente de los Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, toma una decisión como "garante" del orden internacional: proceder a una acción militar contra Siria con el apoyo del Congreso, aunque declaró que “creo que tengo la autoridad para llevar a cabo esta acción (militar) sin una autorización específica del Congreso…”. Sin el aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el primer presidente afroamericano de EEUU estaba dispuesto a infringir un castigo ejemplar al régimen de Assad. El Consejo de Seguridad de la ONU rechazó una resolución favorable a la acción militar, con los votos en contra de Rusia y China, principales aliados de Siria.

Refirámonos al escenario bélico. La guerra en Siria estalla como consecuencia de la “Primavera Árabe” promovida por laicos y liberales, tan defendida y alabada por Occidente, con un resultado frustrante para quienes sostenían que merced a estas revueltas la democracia iba a llegar a los países árabes como llegó a Europa Oriental y la URSS. En países en los que surgió ya no se habla de democracia, sino de "ansar al sharia", seguidores de la ley islámica, que para implantarla están dispuestos a realizar matanzas como la última en el centro comercial Wastgate de Nairobi, en Kenia. De Osama Bin Laden, sabemos cómo murió, quien dió la orden de asesinarlo; pero también  conocemos que su idea de yihad sigue estando viva y gana terreno, eso sí a base de derramamiento de sangre, después del intento de democratización en algunos países árabes.

 Por tanto, la contienda siria no es entre partidarios de diferentes sistemas políticos; no es entre rebeldes para implantar un sistema democrático que se enfrentan a un tirano que tiene sojuzgado a los habitantes sirios. Tiene otro calado: es un conflicto religioso entre chiis y sunís. A la muerte del profeta Mahoma se crean dos facciones: una, los defensores del primo y yerno de Mahoma, y los que cuestionan su legitimidad como sucesor del profeta, encabezados por Mu´awiya, gobernador de Siria, y miembro de la familia de los Omeyas. A los primeros se les conoce como chiis, los que consideran que Alí fue el iniciador de la línea sucesoria del profeta Mahoma, y a los segundos, como sunís, que defienden que la sucesión deber ser para un árabe de la tribu de Quraish. Los suníes representan el 85% y los chiís el 15% de los musulmanes. Arabia Saudí, Qatar y Turquía son países de tendencia suní, e Irán, Irak, Siria y Líbano profesan más la orientación chií. 

Volvemos al orden de los acontecimientos. Ese mismo día, tras el rezo del Angelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco convocaba para el sábado día 7 una jornada de ayuno y oración por la paz en Siria, Oriente Medio y el mundo entero.  Su rostro y sus palabras mostraban honda preocupación por el “dramático desarrollo que se presenta en Siria”, porque “la guerra solo produce más guerras y la violencia más violencia”.

 En periodos donde las crisis bélicas se han acentuada en el mundo, los romano pontífices siempre han proclamado que la solución no es la guerra, que el diálogo es la base del entendimiento humano por encima de confrontaciones que no resuelven los conflictos. Así lo pedía en un periodo tenso durante el pontificado de Pablo VI: “Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más… ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!”.

Pues bien, el  día 7 miles de fieles se reunieron en la Plaza de San Pedro y millones de cristianos de todo el mundo en sus parroquias secundamos la iniciativa del Santo Padre. No era una convocatoria para protestar por la guerra, ni para recriminar la actuación de un gobierno determinado, ni para quemar la bandera o un pelele representando a un presidente de una potencia mundial; era un llamamiento para hacer efectivo a escala mundial lo que el Señor enseñó a sus discípulos: “Pues donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18.20). Y pedimos por la paz, especialmente en una zona donde deberían convivir pacíficamente las tres religiones monoteístas; y, sin embargo, una de ellas, la cristiana, se ve sometida a persecución y humillación. Cientos de miles de cristianos de Siria han tenido que huir, algunos de ellos han sido secuestrados. Precisamente la única religión que busca la paz y la justicia, conviviendo en la medida que pueden y se lo permiten, entre dos pueblos, el palestino y el hebreo. Pocos, en cuanto a cantidad, pero fomentando el bien común a través de instituciones educativas, sanitarias y sociales, acogiendo a todos sin distinción. El Papa BenedictoXVI así lo reclamaba en la exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente, en 2012: “Que judíos, cristianos y musulmanes redescubran uno de los deseos divinos, el de unidad y la armonía de la familia humana”.

Recomiendo la lectura pausada de la homilía del Papa Francisco esa tarde. En ella señala al individualismo como causante de los desórdenes que imperan en la humanidad: “Cuando el hombre solo piensa en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento”. Pero esta no es la solución a los problemas que el hombre egoísta genera: “Nos hemos acostumbrado a la violencia como si fuese algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor, muerte. La violencia, la guerra traen solo muerte, hablan  de muerte. La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la muerte”. La verdadera respuesta del ser humano ante las tragedias que se abaten a consecuencia de las guerras no está en tratados multilaterales; tampoco en conferencias internacionales, ni en acuerdos mundiales a los que siempre algún país contestatario intentará eludir; la verdadera respuesta, aclara el Romano Pontífice, se halla en la Cruz: “¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y todas las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte”. La homilía finalizó con un llamamiento: “Recemos esta noche por la reconciliación y la paz, contribuyamos a la reconciliación y a la paz, y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos encontremos, en hombres y mujeres de reconciliación y de paz”.

El 27 de septiembre los quince miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprueban una resolución sobre el uso de armas químicas en Siria, consensuada por Estados Unidos y Rusia. El secretario general de Naciones Unidas hizo un llamamiento a las autoridades de Damasco y a los rebeldes para que negociar la paz en una conferencia internacional a celebrar en Ginebra. La crisis siria ha concluido con acuerdo diplomático, sin intervención militar extranjera, sin contienda internacional.

La prensa internacional considera que el presidente Putin ha revalorizado su protagonismo al buscar en todo momento la solución a la crisis por medios diplomáticos. Por su parte, el presidente Obama manifestó después del acuerdo que “siempre he dicho que quería resolver esto diplomáticamente”, que “el acuerdo va más allá de lo que se podría haber conseguido a través de cualquier acción militar”. Bashard Al Assad ha eludido el castigo bélico por la primera potencia militar a pesar de ser concluyentes las pruebas que le señalan como responsable de la masacre. Lejos de análisis políticos, hay un protagonista de excepción: el Papa Francisco. Seis meses después de convertirse en Sucesor de Pedro, ha sido un claro mensajero de paz y puede considerarse una referencia moral primordial en el panorama internacional.  Acontecimientos como el ocurrido reafirman que Jesucristo sigue actuando misteriosamente en medio del mundo, no lo dudes. Sigue estando presente entre los hombres, porque siente especial predilección por tí, por mí y por todos los hombres y mujeres, a pesar de que el mundo le rechace Él sigue en medio de nosotros.

Pero no creas amigo mío, amiga mía, que solventada la crisis internacional en Siria el mundo disfruta de paz. En la misma Siria sigue el enfrentamiento armado, siguen llenándose hospitales de heridos a consecuencias de la guerra, se sigue llorando a las víctimas en combate y en la población civil. Una guerra que ha provocado cien mil muertos y en la que hay dos millones de desplazados, de los cuales un millón son niños, según  ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados.

Tenemos que sentirnos protagonistas de la historia, no meros observadores de los acontecimientos del mundo. De ti y de mí depende  que el mundo genere más odio, o crezca la semilla de la paz. Un antiguo escritor cristiano, en la Epístola a Diogneto sentenció: “Lo que el alma es en el cuerpo, esto son los cristianos en el mundo”.  Tal vez este tweet del Papa Francisco te anime a establecer una estrategia de combate: “Para que haya paz en una familia, un país, en el mundo, debemos comenzar estando con el Señor”. Ya Resucitado Jesús legó a los apóstoles la paz, la verdadera paz que no nace de un bienestar personal, ni de un periodo de calma entre países, sino del corazón que se siente atraído por el Dios de la Misericordia: “La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da yo os la doy. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde”. (Jn. 14, 27).

Esa paz verdadera, no nacida de una victoria armada impuesta por los vencedores a los perdedores, tiene opción de extenderse por el mundo si las próximas generaciones se impregnan de concordia. En la familia debe transmitirse, en la escuela debe aprenderse... Ahora que estamos a principio de curso, este vídeo es muy propicio para abrir expectativas, para cubrir anhelos firmes de paz.



martes, 3 de septiembre de 2013

Nuestras madres mayores


Aunque la entrada esté centrada en la figura de nuestras madres, la hago extensiva también a la de nuestros padres. Al ser la mujer más longeva que el hombre es más frecuente quedarnos los hijos antes huérfanos de padres que de madres,  suelen ser ellas las que llegan a una edad en que además del deterioro propio de la vejez se añaden episodios de soledad, de incomprensión, de desatenciones o indiferencias. Hay otras, por supuesto, que están acompañadas, que forman parte integrada de una familia, que conviven con un acompañamiento constante. De éstas, es verdad, se habla menos. Es la situación a la que queremos llegar con el paso de los años.

Como viene siendo habitual cada verano he pasado una semana en mi querido Tomelloso.  He compartido tiempo con mi familia y con esos amigos a los que siempre es obligado visitar, o intentar juntarnos al menos; a esos amigos de infancia, de juventud. Tuve la dicha de saludar y abrazar a un querido amigo que llevaba veintiún años sin verle. También pude tomar café con un grupo de amigos conocidos a través de Facebook, y disfrutar de la corta pero fiel amistad que mantenemos gracias a esta red social.

Sin embargo,  las ocasiones más reconfortantes han sido los momentos en los que he convivido con mi madre. Escuchando durante las comidas esas historias tantas veces oídas pero que dejaban en segundo término las noticias de televisión; o, después de comer, en el salón, cada uno sentado en sillones diferentes, sin precisarse una conversación fluida, pero sabiendo que delante tenía a mi madre. En la noche, antes de despedir el día, satisfecho de haber contribuido con mi presencia -aunque mi esposa e hijas son las que más compañía le hacen, tengo que admitirlo- a que mi madre estuviera unos días más acompañada. Al fin y al cabo los viajes a mi pueblo están preferentemente pensados para ver y estar con mi madre.

Es hermoso poder cumplir el cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: honrar a tu padre y a tu madre. Si te fijas en el Decálogo, los tres primeros mandamientos se refieren al trato piadoso y respetuoso con el Señor; a partir del cuarto ya todos se refieren a las relaciones con el prójimo, y el primero de estos  es la honra, el respeto que debemos tener con quienes gracias a ellos hemos podido nacer, los que nos han dejado en disposición de valernos por nosotros mismos, de ser hombres y mujeres coherentes con las enseñanzas adquiridas.

 Precisamente durante esta estancia en Tomelloso he tenido la experiencia de conocer a dos personas, a dos buenos hijos, que cumplen cariñosamente con este precepto. Los dos en edad madura. Mujer y hombre, casados y con hijos mayores; ella con nietos. Profesión docente él, escritora y ama de casa ella. Lo pude comprobar  con él cada vez que sonaba su móvil. Se disculpaba, lo cogía expectante por si eran sus padres con alguna necesidad imprevista. Su madre había sufrido mucho en la etapa que ostentó un importante cargo político y público en nuestro pueblo. Para él ha sido siempre un pesar. Es la recompensa del hijo agradecido.

Otra día,  en la misma Plaza de España, ya entrada la noche, de pié con mi mujer y mis dos hijas éramos testigos cuando ella, con naturalidad y sencillez, nos contaba que diariamente, a la misma hora si era posible visitaba a sus padres  ¿Una norma? No. ¿Una rutina? Menos aún. Un deber libre y voluntario sin más objetivo que acompañar, que estar, con sus padres. Puedo imaginarme a los padres de esta paisana mirando el reloj esperando la llegada de su hija cada día. Las caras alegres al ver pasar día a día a su hija para estar con ellos, para sentirse marido y mujer, padre y madre.

No sabemos qué es lo que más anhelaremos tener cuando seamos mayores. Salud, por supuesto; tener la suficiente lucidez para vivir razonablemente los momentos de cada día; estar capacitados para tener una movilidad apta para desplazarnos por nosotros mismos; si, como en el caso de mi madre, en el ecuador de los ochenta, tener la capacidad para  realizar cuadros de punto de cruz, o como un amigo de mis padres, que llegó a quedarse prácticamente ciego, pero sin impedirle pintar cuadros o escribir con brillante lucidez. Sí que es seguro que, sobre todo, pretenderemos recibir  el cariño, el afecto, la comprensión, la compañia; el ser tratado como una persona que importa en nuestro entorno.

Ciertamente que hay ancianos a los que es muy complicado sobrellevar. Las cualidades físicas y psíquicas se van deteriorando, se vuelven más egoístas, cuesta comprender sus comportamientos, pronuncian frases hirientes..., pero me pregunto: ¿no es el momento de la comprensión?, ¿de la paciencia? La infancia -desde los primeros días de vida- y la ancianidad son los momentos donde más paciencia mostramos, o deberíamos mostrar. Si tuviéramos la misma paciencia y comprensión con nuestros hijos de edad temprana que con nuestros padres ancianos, pocas personas estarían en el mundo con estabilidad mental. Seriamos, y a riesgo de exagerar, seres esquizofrénicos, vacíos de afecto, inestables de carácter.A un chiquillo se le regaña, se le da un azote, se le corrige; y a un padre, a una madre anciana... Porque esa persona que parece que nos hace la vida imposible es quien nos ha dado la vida, quien se ha desvelado noches y noches para que durmamos, quien nos ha dado la medicina para sanar, quien nos ha protegido cuando por miedo hemos recurrido a ella, quien ha callado actos de los que nos hemos avergonzado, quien, en una palabra, se ha dejado parte de su vida para tenerla nosotros en su totalidad. Cuando un niño comete una fechoria no le damos importancia, porque se trata de un niño; ¿y cuando el acto reprochable lo comete una persona mayor? Somos menos consecuentes, y peor pensados: lo hace por maldad.  Tal vez no somos capaces de comprender que determinados comportamientos son más achacables a ese deterioro que a la decisión libre y meditada de complicar la vida en los hogares.

En una entrevista efectuada el 24 de febrero de 2012 al entonces cardenal Bergoglio por Vatican Insider reflexionaba sobre los escándalos comparando  la aptitud que debemos tener los cristianos con la Iglesia, como si de una madre se tratara: "No debo escandalizarme porque la Iglesia es mi madre: debo ver los pecados y las faltas como si viera los pecados y las faltas de mi mamá. Y cuando me acuerdo de ella, recuerdo sobre todo muchas cosas bellas y buenas que hizo, no tanto de las faltas o de sus defectos". Siempre, siempre, siempre estaremos en deuda con nuestras madres.

Ya como Papa Francisco, con ocasión de los actos de la  Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro, en el avión que viajaba a la capital brasileña dialogó con diferentes periodistas desplazados para cubrir la información del evento,  también se refería a los ancianos con estas palabras: " ...Y tantas veces pienso que cometemos una injusticia con los ancianos cuando los dejamos de lado como si ellos no tuviesen nada que aportar; tienen la sabiduría, la sabiduría de la vida, la sabiduría de la historia, la sabiduría de la patria, la sabiduría de la familia. Por eso digo que voy a  encontrar a los jóvenes, pero en su tejido social, principalmente con los ancianos".  En el discurso con jóvenes argentinos en la catedral de San Sebastián en Rio de Janeiro, el 25 de julio, volvía a insistir en la necesidad de no excluir a los ancianos, de dejarles hablar, de dejarles actuar. "Entonces hagan lío -les decía-, cuiden los extremos del pueblo que son los ancianos y los jóvenes, no se dejen excluir y que no excluyan a los ancianos, segundo, y no licúen la fe en Jesucristo". Y esa fe, incluso con obras, se puede licuar, se puede diluir, si por mucha actividad social que tengamos hacia los demás, por muchos afanes apostólicos que nos desvelen, por muchas amistades con las que nos crucemos diariamente por la calle, por muchos agregados que nos sigan en redes sociales,  por mucho prestigio profesional que vaya en aumento entre compañeros y subordinados,  no somos capaces de aceptar, comprender, acompañar, entretener e incluso hacer reír a esa madre o abuela con la que convivimos a diario y que tenemos que soportar en algunos momentos. Todo cuanto dejemos de hacer por ellas, llegará un día que será imposible recuperar. Lo sabemos, estamos hablando de personas que están en la etapa final de sus vidas.

La ventaja de un cristiano con un no creyente es que tenemos un modelo del cuál guiarnos con absoluta garantía de hacer lo que debemos. Jesucristo en la tarde del Viernes Santo, clavado en la Cruz y agonizando, viendo a la Virgen Santísima, su Madre,  quiso dejarla al cargo del Apóstol san Juan (Jn. 19, 26-27). Tres días después María gozará doblemente por la resurrección del Salvador y por la de su hijo amado. Pero no quiso que el resto de sus días en este mundo los pasara sola.  Prueba del inefable amor de Jesús por su Madre. Tú y yo, siguiendo el ejemplo del Maestro, debemos hacernos cargo de nuestras madres si las circunstancias así lo requieren, si tenemos la dicha de tenerlas entre nosotros pensar que no hay ocupación más agradable a los ojos de Dios que velar por hacerles la vida agradable. Un mal gesto, una rancia respuesta, una sonrisa, unas agradables respuestas, un pequeño detalle pueden ser el último recuerdo que se lleven de esta vida.

El pasado día 15 celebramos el día de la Asunción de Nuestra Señora, o como decía Benedicto XVI, festejamos que tenemos una madre en el Cielo. Si eres un buen hijo, y estoy seguro de que lo eres, no me digas que no te alegras de que algún día puedas reunirte con la  mirada tierna y complaciente de la Madre del Cielo con tu madre y seres queridos. Por eso, esmérate cada día para que tu madre saboree las mieles del cielo. En esos momentos complicados y tensos que puedan surgir, cuando el cansancio de una jornada sea propicio para no darla conversación, en los casos en que te dejes llevar por la comodidad y abandones el tenue, pero existente, deseo de estar con ella, piensa que puedes aliviar algún desconsuelo. Son muchas horas sin actividad normalmente, sentadas en un sillón junto a una ventana o enfrente de la televisión, que hace que tengan muchos pensamientos y hay casos, qué te voy a decir, en los que la memoria les trae recuerdos, vivencias, pasadas y actuales, muy tristes. Todos tenemos un defecto difícil de combatir: es más fácil recordar malos momentos que buenos, hechos desagradables que alegres. 

 Sería injusto no hacer mención expresa de mi padre. Hace seis años y medio que falleció. Él es parte importante del afecto hacia mi madre. Los domingos, después de trabajar seis días en el campo reunía a mi madre y a mis hermanos y por la tarde íbamos a visitar a la abuela, su madre. Recuerdo que años más tarde todos los domingos a la hora de comer me preguntaba si había ido a ver a la abuela.  En los últimos días de la vida de mi padre  pudimos saber que tenía muy presente a su madre. Cada vez que vamos a Tomelloso visitamos su tumba mi mujer y mis hijas. No encontrarás flores en su nicho, y si las encuentras no serán mías. Las flores se marchitan, aguantan poco las inclemencias del tiempo. Lo que depositamos son oraciones, por él y por nuestros familiares. La oración persiste, purifica, aporta, si lo necesita, el pequeño o gran avance, para alcanzar la Gloria donde nos espera el Padre del Cielo. Después de rezar, me asomo y por el cristal de la puerta del panteón familiar le veo en fotografía, junto a la de otros familiares, y le digo, y les digo: nos vemos en el Cielo.

Tampoco olvido a mi esposa en su trato con su madre -fallecida exactamente dos meses antes que mi padre-, mi paciente y querida suegra que se fue con la duda de cuando su yerno le hablaba en serio o en broma. Los desvelos por su delicada salud , enferma muchos años, sus atenciones sanitarias en los ingresos hospitalarios, las visitas los sábados por la tardes a casa de una de sus hermanas con la que pasaba la mayor parte del año para estar con ella. Otra ejemplar aptitud de una hija con su madre. En el fondo es una gran verdad de que madre no hay más que una. Y también una sola vida para dedicarle la atención y el cariño que se merecen. Añado otra certera realidad: viendo a mis hijas y a su madre, estoy completamente de acuerdo con la afirmación de que nuestras madres siempre son las más idóneas para cada uno de nosotros.

Nuestros hijos tomarán buena nota del trato que tengamos con nuestros padres. Y puede que dependiendo del trato que vean que tenemos con nuestros mayores, así seamos correspondidos por ellos cuando estemos nosotros en las mismas condiciones. De ser hijos distantes y susceptibles con nuestros padres, habremos errado por partida doble: hacia nuestros padres y hacia nuestros hijos. 

Fácil elección para elegir el vídeo. Descúbrelo. 





miércoles, 14 de agosto de 2013

Accidente de Angrois y El Grao de Gandía


Recordar el trágico suceso de Angrois no tiene más interés que buscar una reflexión a lo acontecido. Cuando parece que el hombre domina sobre lo creado, que es dueño de su destino, se producen circunstancias trágicas como las vividas:  un error humano, una distracción, una anomalía técnica pueden dar al traste no ya con un propósito, ilusión o proyecto, sino con muchas vidas. Ante los pasados trágicos acontecimientos se produce la clásica pregunta imposible de contestar con rotundidad. Queremos encontrar explicación buscando al principal causante: ¿el destino?, ¿una fuerza superior de maldad que busca la infelicidad del hombre?, ¿un dios que se desentiende de las criaturas?

Sabemos que nuestras vidas están sujetas a la temporalidad. Limitaciones espaciales, físicas, intelectuales…, el poder del hombre no puede doblegar la impetuosidad de la naturaleza, la ciencia asume que el gran avance contra algunas enfermedades son batallas ganadas, pero la derrota de la muerte está incuestionablemente perdida. Para colmo, a pesar de los elogiables intentos del hombre por buscar la paz, las guerras no desaparecen, sino que se recrudecen por la vileza humana. El hombre, no es perfecto. No puede garantizar la vida del semejante sobre la faz de la tierra.

 Sucesos como el de la curva de A Grandeira nos hace pensar por qué tiene que morir la novia de un joven que espera a pocos kilómetros la llegada de la persona que tanta felicidad le produce; por qué tiene que dejarse la vida un veterinario que consigue un puesto de trabajo en Madrid y está a punto de conocer al hijo nacido en Santiago de Compostela hacía un mes; por qué ese primo de un compañero de trabajo; por qué ocurrió el accidente ese día y a esa hora, y no otro día o cinco horas antes, por ejemplo, de que un tren de características similares a las del siniestrado pasara por la misma vía, por la misma curva y llegara a su destino final. ¿Por qué a estas personas? ¿Por qué en la proximidad de una fecha festiva? ¿Por qué tan cercana a la ciudad donde iba a celebrarse?

Podemos, no obstante, -y ésta es la razón principal de este post- hacernos a raíz de conocer las tragedias humanas otra pregunta: ¿para qué? La pregunta clave para tu vida y la mía, para todos los hombres y mujeres es si estos acontecimientos terribles no debiera plantearnos la cuestión de si no estamos creados para una vida mejor. Si obramos acertadamente poniendo todas nuestras ilusiones, todos nuestros anhelos, en una vida que tiene fecha de caducidad. Por supuesto, que infinidad de hombres y mujeres se marcan  pretensiones muy nobles en esta vida, y que produce marcada tristeza conocer que el motivo de no alcanzarlos sea por la repentina muerte en circunstancias trágicas. ¡Cómo no voy a lamentar que una joven se deje la vida en un vagón que le transportaba hacia el encuentro con su novio, si yo he tenido esa sensación de que el tiempo no pasa esperando la llegada de mi novia! ¡Cómo no voy a entristecerme de la muerte de un hombre que viaja para conocer a su hijo, si yo soy padre de dos hijas! ¡Cómo no voy a conmoverme de ese muchacho que no volverá a encontrarse con su primo, si cuando era poco más de un párvulo murió en un terrible accidente de tráfico una prima mía con diecisiete años de edad! Precisamente estos hechos luctuosos tienen para mí un significado esperanzador: somos viajeros en el mundo con destino a la eternidad.

El famoso científico Albert Einstein maduró acerca de la perspectiva trascendental del hombre. Se hacía esta pregunta, con respuesta final: “¿Cuál es el sentido de nuestra vida, cuál es, sobre todo, el sentido de la vida de todos los vivientes? Tener respuesta a esta pregunta se llama ser religioso”. El hombre religioso es quien tiene la respuesta. Mientras busquemos  la felicidad a costa del olvido de Dios, seremos permanentemente inseguros, infelices e, inexorablemente, condenados a la frustración, al oscurecimiento de nuestra existencia. Si el propio hombre es capaz de prescindir del sentido trascendente de su vida, si se le elimina la esperanza se aboca a la desesperación. El Papa Francisco, en la primera encíclica publicada en su pontificado hace mención del sufrimiento humano: “Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda la historia del sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz”. (Lumen Fidei, pág. 88-89). El Dios que entra en la Historia haciéndose carne mortal acompaña al hombre, a ti y a mí, por los caminos –a veces tortuosos- de la vida.

Este verano he disfrutado desde la terraza del apartamento contratado en Gandía de una panorámica que viene al hilo de lo que quiero expresar. Bien entrada la noche presenciaba la partida de pequeñas y humildes embarcaciones para faenar. Al amanecer regresaban con más o menos carga, imagino que cansados los pescadores, pero deseosos de encontrar reposo. Durante la jornada nocturna seguro que esperaban el amanecer, recoger la pesca y volver al puerto, regresar a casa. La faena en alta mar no les impediría recordar a sus seres queridos, a sus esposas, a sus hijos; los enamorados, en el amor que han dejado en tierra. Estas escenas me hacía recapacitar sobre nuestra relación con Dios: nos proporciona una embarcación cuando nacemos para surcar los mares por donde quiere que faenemos. Encontramos periodos de calma, de zozobra y también de tempestades. Pero Él no nos abandona nunca, siempre nos espera en el mejor puerto posible, el Cielo. Amarra el barco, coge las redes de nuestra pesca, selecciona los peces buenos y deshecha los malos; se queda con nuestras buenas obras y olvida las malas, si somos capaces de reconocer que en ocasiones no hemos obrado conforme a sus consejos, anteponiendo el afán de aventuras con el riesgo de convertirnos en náufragos en medio de las tormentas. Desgraciadamente para nosotros no actuamos con la prudencia de un marinero experimentado, perdemos fácilmente el rumbo que nos marca la brújula por considerar que el acertado es el que nosotros mismos nos asignamos. El peligro del naufragio adquiere fuerza cuando perdemos la orientación.

Volviendo a la terraza del apartamento, hubo otra tarde muy significativa: el 16 de julio. Esa tarde presencié con mi familia la procesión en barca de la Virgen del Carmen. Distintas clases de embarcaciones se dieron cita en la proximidad de la parroquia de San Nicolás  de Bari –ahora te contaré su historia más reciente- para acompañar a la Virgen, transportada en otra embarcación pesquera. Esta procesión mariana y marítima me hizo pensar en la necesidad de meter muy en la proa de nuestras vidas a la Virgen, para que nos proteja, nos ayude y nos salve. Cuando nos acogemos a ella tenemos siempre el rumbo más seguro.

Y ahora vamos con la historia. Durante la Guerra Civil fue destruida la parroquia de San Nicolás de Bari en Gandía. Concluida la contienda fue nombrado párroco don Juan Minaya Pavía, quien desde sus comienzos hizo cuanto estaba de su mano para volver a levantarla. Gracias a la cesión de un terreno por doña María de los Ángeles Suárez, esposa de don Vicente Calderón Pérez-Cavada –que fuera presidente del Club Atlético de Madrid, e hijo adoptivo de Gandia donde financió una fundación educativa que lleva el nombre de su esposa, y en la que reciben enseñanza gratuita más de quinientos niños- se pudo reconstruir la citada parroquia en la misma zona del Grao de Gandía. Este matrimonio está enterrado en esta iglesia, junto al altar de San Francisco de Borja,  duque de Gandia y descendiente de realeza, que tras quedar viudo y con ocho hijos, conoció a San Ignacio de Loyola, renunció al ducado y a toda su hacienda e ingresó en la Compañía de Jesús para vivir desprendido de posesiones y entregarse al servicio de Dios. Un sacerdote, una esposa y madre de familia y un religioso. A cada uno el Señor les encomendó una labor, llenar la red de buenas obras.

En la introducción de la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, el beato Juan Pablo II con la expresión latina  “Duc in altum”  -remar mar adentro-, nos invitaba a comienzos del tercer milenio a adentrarnos en las entrañas del mundo para fructificar los talentos recibidos. Es así como debe encontrarnos el Señor cuando nos mande regresar a la otra Orilla: activos, faenando con la esperanza firme en el regreso. Con esperanza, porque de lo contrario nos convertimos en esa clase de mujeres y hombres a los que se refería San Pablo: “Si sólo para esta vida tenemos puesta la esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres”. (I Cor. 15.19). Fíjate que no dice no creer en Cristo mientras vivimos, es decir, creer; sino poner la esperanza en esta vida, supeditar nuestra preexistencia en la tierra.

Es humanamente comprensible la desolación, la incomprensión por estos sucesos. Tristeza, desconsuelo, abatimiento, son sentimientos propios para los familiares y amigos de las víctimas. San Francisco de Borja, también desconsolado pidió al Señor la curación de su esposa, escuchando una voz celestial que le respondía: “Tú puedes escoger para tu esposa la vida o la muerte, pero si tú prefieres la vida, ésta no será ni para tu beneficio ni para el suyo”. Derramando lágrimas respondió: “Que se haga tu voluntad y no la mía”. Debemos dar por seguro, amigo mío, amiga mía, que incluso en las circunstancias más penosas que podamos afrontar, el Señor siempre sacará beneficio para nuestra salvación, para nuestra felicidad eterna y la de quienes nos ocupamos de poder alcanzarla.

Recemos por los fallecidos. Con tus oraciones y las mías, por los méritos de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, los trenes hacia el Cielo caminan a más alta velocidad. Siempre seguros llegan a un destino que Ni ojo vió, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que Dios preparó para los que le aman. (1. Cor. 2.9).

Este video puede servir de recuerdo a todas las víctimas fallecidas en las proximidades de Santiago de Compostela. No he dudado un momento en seleccionar otro para cerrar el post. Me lo manda una seguidora que ha vivido muy de cerca la desgracia de Angrois. La letra de la canción muestra un estado de ánimo de Dani Martín:  la compuso a raíz de la muerte de su hermana, de 34 años de edad. Escucha la canción con atención y ten el firme propósito de aprovechar cada momento de tu vida en pensar y vivir para los demás. No lo dejes para el futuro, porque no depende de ti.







domingo, 14 de julio de 2013

Educación Diferenciada, y ¿por qué no?



La idea de tratar este tema me la proporcionó un buen compañero de trabajo,  que hizo un comentario muy directo: para él, la educación diferenciada es una segregación entre los chicos y chicas por razón de sexo.  Quedamos en tratar el tema en otro momento. Y tan amigos seguimos. Faltaría más. Pensaba irónicamente si mi esposa y yo somos unos segregadores, unos acérrimos defensores  del apartheid educativo, sin habérnoslo propuesto por cursar estudios nuestras hijas en un colegio de educación diferenciada.

Por si no estás muy al corriente del significado de esta forma de enseñanza cito la definición aportada por Joseba Barturen,  asesor escolar, licenciado en Psicopedagogía,  máster en Neuropsicología  y Educación, profesor en el C.U. Villanueva (Adscrito a la Universidad Complutense): “ Podemos decir que se entiende por educación diferenciada a un modelo de agrupamiento de los alumnos, ya sea en un colegio, un aula, o una asignatura, según su sexo, con el objetivo de educarles teniendo en cuenta las características peculiares de cada sexo”. 

Y  la razón de esta separación se debe a aspectos meramente  cognoscitivos propios de la diferencia de sexos. La mujer aprende y comprende la realidad de modo diferente al hombre. Ella es más intuitiva y él  más lógico. Y la mujer desde el plano físico y psicológico madura antes que el hombre. Está demostrado en la psicología evolutiva y biológica. La educación diferenciada, podríamos decir, se encarga de consolidar esos modos diferentes de ser, atendiendo a la educación integral de la persona. El colegio, no es, no tiene que ser necesariamente, el lugar donde se produzca la socialización mixta; ésta la proporcionarán las amistades  que se van creando entre jóvenes, que no tienen que ser entre los propios compañeros. 

Nada de segregación, nada de discriminación; opción educativa perfectamente legítima. Para los detractores de la enseñanza distinguiendo sexos ofrezco estos textos extraídos  del  art. 2 de la Convención de la Unesco relativa a la Lucha contra las Discriminaciones en la Esfera de la Enseñanza, firmado entre otros muchos países por España: “no será considerada como discriminación (…) la creación o mantenimiento de sistemas o establecimientos de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino, siempre que esos sistemas ofrezcan facilidades equivalentes de acceso a la enseñanza (…)”. 


La educación diferenciada está extendida por el mundo, y a la vista de los resultados académicos los países verdaderamente preocupados por las futuras generaciones van incluyendo este tipo de educación en sus sistemas de enseñanza. Así, los colegios públicos que diferencias por sexo en EEUU han pasado de una docena en 2002 a cerca de 500 en la actualidad, según la National Association for Single Sex Public Education. En países como Irlanda –con una 40% de colegios de educación diferenciada- y Reino Unido nadie cuestiona el éxito de esta fórmula. La lista anual que recoge los 500 mejores colegios en Inglaterra muestra que en las escuelas públicas más del 70% de las “top ten” son de educación diferenciada.

En España existen unos 150 centros de enseñanza diferenciada –unos 100.000 alumnos, el 1,5% de los escolares-, de los que unos 60 están subvencionados por el Estado. Lejos de tolerar la implantación de estos centros, hay Consejerías autonómicas de Educación que con una clara persecución ideológica no cesan de buscar subterfugios legales para perseguir los derechos de los centros educativos y padres que promueven este tipo de educación.  

Recientemente el Tribunal Supremo ha  dictado dos sentencias sobre la retirada del concierto a centros que diferencian la educación por sexo en Andalucia y Cantabria. En la resolución se afirma que “nadie puso en duda la legitimidad del sistema de educación diferenciada; cuestión distinta es que a partir de la entrada en vigor de la L.O.E. de 2006 (Ley Orgánica aprobada por el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero), sea posible que esos centros privados puedan tener la condición de concertados, cuando expresamente en el régimen de admisión de alumnos se prohíbe la discriminación por razón de sexo”.  El Alto Tribunal admite la legitimidad de la educación diferenciada –como no podía ser de otro modo-; sin embargo,  la sentencia asiente por llamarlo de alguna manera que las Consejerías de Comunidades Autónomas gobernadas por unas ideologías determinadas,  puedan retirar la ayuda económica que les corresponde, con lo que se aboca a estos colegios a convertirse en colegios privados, y a los padres a realizar un esfuerzo económico –o sencillamente inalcanzable- para matricular a sus hijos. Es un “estrangulamiento” económico que deriva en la desaparición de colegios antes concertados, y en la imposibilidad de que los padres, por cuestiones económicas, no puedan ofrecer a sus hijos una enseñanza perfectamente regulada en el art. 27 de la Constitución, que consagra el derecho a la libertad de enseñanza.

La educación diferenciada no es un sistema para familias ricas. Existen muchos más padres con un poder adquisitivo superior que llevan a sus hijos a colegios públicos. Es una elección perfectamente respetable. Que existan colegios de educación diferenciada concertados no significa que el Estado caprichosamente financie este tipo de educación; sino que permite que las limitaciones económicas no impida a las familias que lo deseen  ejercer el derecho reconocido por la Carta Magna.

Si consideramos fracasado el sistema educativo español, donde más del 30% de los alumnos no consiguen terminar los estudios obligatorios, que los jóvenes españoles son los peores preparados de todos los países de la OCDE, a pesar de la promulgación de leyes como la Ley de Reforma Universitaria, LOSE, LOGSE, se hace incomprensible que no se facilite un tipo de educación que tan buenos resultados está ofreciendo.

En el fondo la controversia entre enseñanza pública o privada, educación mixta o diferenciada, no se debe a concepciones propias de enseñanza sino a estereotipos creados por el anacrónico ideario anticlericalidad muy propio de la mentalidad española. Tal vez se haga preciso reseñar para los que desconozcan el origen de la enseñanza, que gracias al esfuerzo de la Iglesia por la formación integral de las personas se crearon las Universidades –la primera la de Salamanca, en 1254-, estableciendo un modelo de enseñanza que influyó considerablemente en las universidades  modernas y, gracias al afán renovador de aquélla época, abriendo estudios superiores a los laicos.

Obsequio el final de este post con un video que crearon profesoras y alumnas  -entre las que se encuentran mis dos hijas, del colegio Senara, un colegio en el barrio madrileño de Moratalaz, con un predominio de clase media sin grandes alardes económicos, con un éxito anual de 100% en exámenes de Selectividad. Ya lo colgué el pasado año creo recordar. Ahora lo “recuelgo” –disculparme la palabra- porque entiendo que viene muy a propósito para el tema del que me he ocupado.


¡Feliz verano!   
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