En el precedente post te sugería decantarte por la opción para el destino final de tu alma después de la muerte. Dentro de las opciones que te brindaba estaba la preferida por mí, ¿te acuerdas?: la del enamoramiento. Naturalmente debía presentarte a la persona que antes de que tú puedas amarla, ella ya te ha amado primero. Las fechas en las que nos encontramos son de lo más propicias para hablar de esa persona; nos estamos preparando para celebrar su nacimiento. Te la presento: se llama Jesucristo.
Todas las religiones son iguales. Esta frase la habrás oído en infinidad de ocasiones; incluso puede que seas partícipe de que quienes las pronuncian lleven razón. Es una manera de desligarse de una religión en particular. Resulta peculiarmente fácil encuadrarlas a todas desde un prisma negativo.
Sin embargo, en estas fechas navideñas, a poco que indaguemos en las características de las religiones, se aprecian las diferencias trascendentales. Si quieres, las repasamos.
a) Budismo. Surge después de la búsqueda apasionada de Siddharta Gautama, hombre inquieto, religioso, por conocer el sentido de la existencia humana y el origen del sufrimiento. Un día tiene una iluminación –este es el significado de Buda-, y comienza a indicar el camino para llegar a Dios. Pero Buda no es Dios, él no se declara Dios.
b) Confucionismo. Confucio fue el restaurador de las creencias religiosas del pueblo chino, no fue ni el fundador ni dirigente religioso. Enlaza la religión con las tradiciones culturales y con la familia dirigidas hacia un Dios de lo que procede todo.
c) Hinduismo. Es un cúmulo de creencias religiosas que confiesa la fe en un Dios único, absoluto, al que denominan Brahmán. Sus seguidores investigan el misterio divino, expresado mediante mitos, ayudados de la filosofía, para liberar de las angustias de nuestra condición humana.
d) Mahometismo. Afectado de una crisis a la edad de 40 años, Mahoma se dedica a la meditación y ayuno durante un mes en una gruta cerca de la Meca; una noche del año 610, afirma que ha recibido una visita del arcángel san Gabriel que le revela que Allah es el verdadero Dios.
Estas cuatro religiones tienen un denominador común: el hombre es el que busca a Dios. Es una relación nacida de la búsqueda. La religión judía tampoco parte de esta inquietud religiosa. Junto con la cristiana es revelada; es decir, es Dios quien sale al encuentro del hombre. Su fundador es Abraham y su principal impulsor Moisés. Pero hay un personaje histórico que distingue la esperanza del pueblo judio con la esencia del cristianismo: Jesús. Mientras el judaismo espera la llegada del Mesías para instaurar el reino definitivo en la tierra, los cristianos damos por hecho, y por eso lo celebramos el 24 de diciembre, que las promesas de Dios se cumplen con el Nacimiento de Cristo.
Es un hecho incontrovertible que Jesucristo es un personaje más de la historia, tan fiable es su existencia como la de Napoleón, Carlomagno o Cristóbal Colón. Nace de una joven virgen (Misterio de la Encarnación), no para pasarse por un piadoso y ejemplar creyente, ni como un rabino, ni como un iluminado, ni siquiera como un nuevo profeta, sino para hablar y obrar con la dignidad de un ser superior. Afirma con tal claridad que es Hijo de Dios, que va a ser acusado por las autoridades religiosas judías por blasfemo. Y el colmo de lo sorprendente: se iguala a Dios Padre. Los judíos deben “honrar al Hijo como honran al Padre. (Jn. 5,23). Durante su vida pública Jesús pone énfasis en su divinidad, en los cuatro evangelios se cuentan hasta un total de 39 milagros. “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia en Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”(1). No propugna ideología alguna. El pueblo judio esperaba un Mesías pero Él no asume un liderazgo terrenal; ante el gobernador romano declara que su reino no es de este mundo(2). Sin embargo, las enseñanzas de Jesús de Nazaret aporta un gran sistema de pensamiento humano-religioso en beneficio de la convivencia política, social y económica entre los hombres (3). A pesar de devolver salud a los enfermos, de resucitar a muertos, busca sanar al hombre de una herida más profunda: el pecado(4). Después de su muerte, en presencia de sus discípulos su cuerpo glorioso asciende a los Cielos(5).
¿Se engaño? Si es así, es el mayor iluso que ha tenido la historia. Pero un loco no es capaz de transformar dos mil años de historia. Ni dividirla, antes y después de su Nacimiento. Ni es capaz de atraer a tantos millones de personas que se han entregado y se entregan por su causa, poniendo en riesgos sus vidas e incluso muriendo hasta sufrir martirio. Tantas personas llevando a cabo las exigencias del Evangelio, la entrega a los demás por amor a Dios, escritores, artistas, arquitectos, pintores inspirados por Jesucristo y su mensaje de salvación para los hombres, no hacen más que dar testimonio de su divinidad.
Este es Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Exponía al principio de este post la peculiaridad del cristianismo: la Revelación, es decir, Dios a través de la Santísima Humanidad de Jesucristo, da a conocerse, con actos y palabras manifiesta la intimidad divina. Siendo Todopoderoso podría haberse manifestado de manera portentosa ante la criatura humana. Pero no. Se hace niño envuelto en pañales por su Madre, se somete al esposo de María, San José; hasta el comienzo de sus enseñanzas públicas vive una vida corriente entre su familia y vecinos, es el hijo del carpintero; habla con autoridad, pero no impone; cura y perdona pecados y, sin embargo, busca pasar desapercibido; entrega su vida clavado a un madero, porque se llama Jesús, y como significa su nombre, es el Salvador.
Y, sin embargo, quiere ganarse a todos los hombres, a ti y a mí amigo mío, amiga mía, por medio del amor: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”(6). Es una locura, una locura divina de amor. Las mayores locuras que podemos hacer nacen de un corazón enamorado; ¿quién no ha sido capaz de actuar en ocasiones irracionalmente para ganarse las simpatías de la persona que tanto nos atrae?
Es preciso metérnoslo en la cabeza, pero más aún en el corazón, te lo propongo para estas Navidades que ya están aquí: ¡Dios te ama! La diferencia más apreciable que hay entre los seres humanos se reduce a una: aquéllos que conocen el amor que Dios nos tiene y los que lo ignoran: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene”(7). Estas entrañables fiestas deben ser las de la concienciación clara de una evidencia: ¡Dios nos ama! Se necesita creer, efectivamente, es preciso avivar esa fe, pues “La fe es ante todo un encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y solo así se aprende a conocerlo cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más”(8).
El 24 de diciembre no es una fiesta para recordar el nacimiento de Cristo, si fuera así sería caer en un reduccionismo del verdadero sentido de esta fecha; la Nochebuena es una oportunidad para que Jesús de Nazaret entre en tu vida. Es una ocasión para abrirle la puerta del corazón. Siempre podemos darle un mejor cobijo, darle un mayor protagonismo. Si contemplas un nacimiento -ojala lo tengas expuesto en tu casa- detente un poco más de lo habitual y no solamente rememora el Misterio del Nacimiento de Cristo, sé osado, como un pastorcillo de los primeros en llegar a la gruta de Belén, y píde al bueno de San José ser tan paciente, sencillo y sereno como él; a la Virgen María un corazón tan limpio como el suyo para ayudarte a descubrir que Jesús es Dios, y al Niño que no te acostumbres al amor que Dios te tiene, para que cada día te admires de que el Todopoderoso sea capaz de amarte como si fueras el único habitante de la tierra.
El 24 de diciembre no es una fiesta para recordar el nacimiento de Cristo, si fuera así sería caer en un reduccionismo del verdadero sentido de esta fecha; la Nochebuena es una oportunidad para que Jesús de Nazaret entre en tu vida. Es una ocasión para abrirle la puerta del corazón. Siempre podemos darle un mejor cobijo, darle un mayor protagonismo. Si contemplas un nacimiento -ojala lo tengas expuesto en tu casa- detente un poco más de lo habitual y no solamente rememora el Misterio del Nacimiento de Cristo, sé osado, como un pastorcillo de los primeros en llegar a la gruta de Belén, y píde al bueno de San José ser tan paciente, sencillo y sereno como él; a la Virgen María un corazón tan limpio como el suyo para ayudarte a descubrir que Jesús es Dios, y al Niño que no te acostumbres al amor que Dios te tiene, para que cada día te admires de que el Todopoderoso sea capaz de amarte como si fueras el único habitante de la tierra.
Si te atrae el plan de Dios, si te enamora Jesucristo, en el próximo post te aconsejaré un lugar para encontrarte con Él. Solo queda fijar el sitio idóneo para vivir apasionantes encuentros con Jesús.
Te obsequio con este video. Saco una reflexión: qué tristeza la del ser humano que pone el cartel de overbooking en su corazón y cierra las puertas al amor de Dios.
¡Feliz y santa Navidad!
(1) Mt. 11, 4-7
(2) Jn. 18, 36-37
(3) Lc. 6, 20-23
(4) Lc. Lc. 5, 31-32
(5) Jn. 24, 50-51
(6) Jn. 13,34
(7) 1 Jn 4, 16
(8) Benedicto XVI, Catequesis, 21/10/09
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