viernes, 1 de noviembre de 2013

Beatificación 522 mártires en Tarragona



La beatificación de 522 mártires en Tarragona el 13 de octubre ha pasado a ser la más numerosa de cuantas se han efectuado en la historia de la Iglesia. Con esta cifra se llega a 1.523 mártires de los llamados del siglo XX, de los cuales 11 ya han sido canonizados.

Se han vertido algunas críticas por la ciudad, la fecha y el acontecimiento en sí, buscando posicionamientos políticos, cuando en realidad no hay más que determinación puramente religiosa. Y existen argumentos suficientes para constatarlo. Las siguientes preguntas sirven de aclaración.

¿ Por  qué en Tarragona? Los primeros mártires hispanos entregaron su vida en esta ciudad. En el año 259, el obispo San Fructuoso y sus dos diáconos, San Eulogio y San Augurio sufrieron martirio por no renegar de la fe. Otra poderosa razón es que Tarragona es la ciudad en la que en este proceso más causas se han abierto: sufrieron martirio 147 cristianos, encabezados por su obispo auxiliar.

¿Por qué en esta fecha? El Año de la Fe proclamado por el Papa Benedicto XVI concluye el último domingo de este mes, y es un acierto pleno cerrar el evento con una beatificación de tal magnitud. De hecho el lema de la beatificación ha sido: Firmes y valientes testigos de la Fe. Es a lo que siempre estamos llamados los cristianos, sin exclusión de momentos y circunstancias en función de la época que vivamos.

¿Por qué mártires del siglo XX? Porque no fueron mártires de la guerra civil. Durante los años 1931 a 1936 fueron asesinados unos veintiocho religiosos. En esos años no había guerra civil, sino una situación de persecución religiosa: quema de conventos y de iglesias, asesinatos de personas a causa de su fe. Desde el siglo IV en que el emperador Diocleciano asumió el poder en el Imperio Romano, no había habido una persecución religiosa en España como la sufrida. Cerca de 7.000 religiosos asesinados y miles de seglares que entregaron su vida por el simple hecho de ser católicos. Los procesos de beatificación podrían alcanzar los 10.000.

El cardenal Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, que presidió la ceremonia en representación del PapaFrancisco, fue determinante en la homilía que pronunció. Invito a leerla íntegra y pausadamente. Me quedo con este texto: “Recordemos de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos…Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra”.

El Papa Francisco, en mensaje emitido por videoconferencia antes de la celebración litúrgica, hizo una breve reflexión para explicar quiénes son los mártires: “Son cristianos ganados por Cristo, discípulos que han aprendido bien el sentido de aquél “amar hasta el extremo” que llevó a Jesús a la Cruz”. Porque el amor debe ser total: “ No existe el amor por entregas, el amor en porciones”.

Descubriendo la biografía de cada uno de ellos podemos admirarnos de su valentía para morir violentamente, pero con una paz interior que solo las almas en gracia pueden vivirla. Todos podrían haber salvado la vida –aunque bien es verdad que no lo tengo claro dada el odio mostrado por sus verdugos- si hubieran adjurado de la fe. No se les pedía reunir sumas de dinero, ni participar en movilizaciones sociales, tampoco en unirse al frente en el combate; solamente se les pedía a cambio renegar de la fe. Con una frase bastaba. Pero no se conoce un solo testimonio de un cristiano que salvara la vida por renunciar a confesar delante de sus verdugos a Cristo.

Posiblemente tú y yo no volvamos a revivir estos violentos episodios; seguramente no estemos llamados a ser uno de esos 105.000 cristianos que cada año mueren en el mundo por ser seguidores de Jesucristo, o uno de los 100 millones de cristianos perseguidos en los países donde no se respeta la libertad religiosa.

Pero no por ello perdemos protagonismo si tenemos en cuenta que en nuestras vidas, en los días vividos aparentemente sin sobresaltos, existen ocasiones en las que podemos vernos delante de nuestros verdugos dispuestos a que abjuremos de nuestra fe, a que sucumbamos en pequeñas tentaciones que de manera encubierta se nos ofrecen para renunciar en situaciones determinantes a ser fieles a Jesucristo. El peligro de la vida cristiana no está en ninguna situación como la de los mártires, que superan el pavor de la muerte sin renunciar al valor Supremo por el que han vivido; el riesgo en la vida corriente de cada cristiano, en la tuya y en la mía, está en esas pequeñas renuncias que pueden hacernos perder -¡y quien no conoce más de un caso ocurrido, y de los cuales nadie estamos a salvo si no es por la gracia de Dios!- de pasarnos al otro bando; al bando de la comodidad, del egoísmo, de la sensualidad, de la avaricia, incluso del relativismo para acallar nuestras conciencias sin dejar de sentirnos –sentirnos sin sentir- cristianos. Ése es el riesgo, y esa es la heroicidad que nuestro Señor nos pide: ser fieles diariamente dentro de una sociedad donde tantas apetencias materiales nos ofrece para arrinconar a quien verdaderamente nos reparta sentido y felicidad a nuestras vidas.

 Cada día nos ponemos en situación de ejercer de palabra o de obra nuestra fidelidad a Dios. Podemos convertirnos en mártires ordinarios si sabemos derramar en lugar de sangre nuestros egoísmos y comodidades. ¿Has pensado que hay muchos momentos en nuestras vidas que podemos sucumbir a las tentaciones, que de manera encubierta se nos ofrecen para renunciar a nuestra condición de cristianos aunque solo sea por un momento? Seguramente sí. Pues por cada acto por pequeño que sea donde mostramos esa fidelidad al Señor, nos convertimos en héroes. Por el contrario, en esos momentos puntuales donde nos dejamos vencer por debilidades consentidas, donde prima el yo antes que Él, es cuando nos convertimos en villanos.

Los mártires no llegaron a serlo por decir sí a Jesucristo en lugar de salvar sus vidas momentos antes de su ejecución; sino porque a lo largo de su existencia supieron renunciar con la gracia de Dios a dejarse llevar por las tentaciones, que por pequeñas que sean siempre suponen una separación del amor que gratuitamente Dios nos regala.

Esta es la lección que pueden darnos los mártires a quienes intentamos agradar diariamente a Jesucristo a través de nuestra fidelidad, tan inconsistente en ocasiones, tan puesta a prueba y derrotada tantas veces. Fidelidad, sí; fieles en la familia, en la facultad, en el trabajo, en los hogares, con los amigos; fieles a Dios, porque es de quien verdaderamente podemos fiarnos. El medio para luchar contra las infidelidades posiblemente lo conozcas: es un Sacramento, llamado de la Reconciliación. Está en juego no nuestro nombre en los altares, sino en el Cielo.

Te dejo el video oficial del Domund 2013. Saca tus propias conclusiones. Yo he sacado una: que la fe es alegría.






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