Lo reseñé al final del último post publicado y aquí estoy dispuesto a tratar sobre el peor enemigo que ha tenido, tiene y tendrá la humanidad. Y ahí, estamos incluidos todos, tú y yo también. Aunque no debemos darle un excesivo protagonismo, bien es verdad que le hacemos el juego sucio si le dejamos pasar inadvertido, como si no existiese; porque cuanto menos se habla de él más eficaz es su labor. Peor aún es, si cabe, que lo poco que se le menciona sea para tenerle por ser travieso y simpatiquillo, inofensivo para el común de los mortales. Por si todavía no has caído quien es el personaje, ya es el momento de que lo sepas. Me estoy refiriendo al Diablo.
En el Nuevo Testamento de la Vulgata se le conoce por Satán (satanás, en griego
acosador o calumniador), en principio un ángel bueno como todos los creados por
Dios. San Agustín nos dice que “el diablo
estuvo en la verdad, pero no perseveró. Su defecto no estuvo en su naturaleza,
sino en su voluntad”. Tertuliano en su obra “De Patientia” relata que "el diablo se dejó vencer por la
impaciencia cuando Dios decidió hacer al hombre a su imagen y semejanza”. . Empujó a otros a su causa y así surgieron más
espíritus malignos llamados demonios. A ellos se refirió el Concilio de Letrán,
celebrado el año 1215: “El diablo y los
otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se
hicieron a sí mismos malos”. Las fuentes están entresacadas de las tradiciones judías, que atestiguan que la insumisión de los ángeles rebeldes se
produjo a consecuencia de que hombres y mujeres por acción generosa del Creador fuimos hechos a su imagen y semejanza, por lo que no aceptaron seguir sirviendo a Dios. Pudo más la envidia y la soberbia. Desde entonces, el infierno es morada del diablo y demonios
con el objetivo de tentar al hombre para apartarlo de Dios.
La
evidencia de estos espíritus malignos no
es producto de mentes temerosas, oscurantistas, cristianos que viven en la
burbuja del miedo y del temor a pecar. En absoluto. Fíjate quien hace
referencia a ellos: “Y pensar que han
querido hacernos creer que el diablo fuese un mito, una figura, una idea, la
idea del mal. El diablo existe y nosotros tenemos que luchar contra él. La
Palabra de Dios lo dice; sin embargo parece que nosotros no estamos muy
convencidos de esta realidad”(1).
El
ángel caído –como también se le llama- y sus huestes no excluye a persona alguna de sus objetivos. El mismo Jesucristo fue tentado en el desierto (Mt.
4, 1-14). Por ser limitado no era capaz de comprender que el Hijo de Dios mostrara
debilidad propia de la naturaleza humana. Y le tienta –seguro que lo recuerdas- con tres proposiciones: convertir en pan las piedras, tirarse desde el pináculo del
Templo de Jerusalén y ofrecimiento de poder.
Después
de ayunar el Señor durante cuarenta días el Diablo le
ofrece pasar de tener hambre a reconfortar el estómago con pan fácil de
obtener. Basta un milagro. La pregunta para examinarte tú y yo de una tentación
parecida puede muy bien ir por aquí: ¿ Pasamos hambre tú y yo? No hambre por no percibir alimentos. Es otro tipo de apetito. ¿Somos capaces de
poner barreras a nuestras pretensiones? ¿O caemos fácilmente en el afán de dar
cumplida cuenta de esas necesidades ficticias que nos creamos? Piensa las veces
que dices no a caprichos, a dar respuesta contraria a los dictados del cuerpo,
a esos influjos radiantes que entran
continuamente por los ojos. Virtud de la sobriedad a tratar.
El demonio, que es vanidoso de por sí, le gusta que le halaguen. Fíjate la aparatosidad de la segunda tentación: tirarse desde la máxima altura del Templo de Jerusalén. Imagínate que vas por la calle, de repente te das cuenta que alguien va a tirarse desde la terraza de un piso –ponle tú la altura-. ¡Suicidio a la vista! ¡Pues no! Ves como pone los pies en el suelo por sus propios medios. ¡Ha salvado la vida! ¡Ha nacido un superhombre! ¿Quién no iría detrás de semejante tipo? Orgullo, vanidad. A ti y a mí nos gustan que nos halaguen, no me digas que no. ¡A quién no le gusta convertirse y ser centro de atención! O más bien querer convertirse, porque esa es otra, luego vienen las decepciones cuando experimentamos que no hacemos mella en los demás, que pasamos inadvertidos. Llega el desaliento y la crispación. O no valemos para nada, o los demás son unos necios que no aprecian el valor de nuestros actos. Virtud de la discreción a tratar.
A decir verdad, para convencerte de la realidad del demonio hubiera bastado aconsejarte que empezaras por rezar el Padrenuestro por el final, una oración, sabrás, que fue la que dejó Jesucristo a sus Apóstoles cuando éstos le pidieron que les enseñara a orar (Lc. 11, 1-4). Hay una petición para que nos libre Dios de un mal, ¿no es así? Y para que no nos deje caer de una tentación. ¿Caes en la cuenta a quien se está refiriendo? No se está refiriendo al mal como enfermedad, a una inestabilidad económica o laboral, a una frustración sentimental o cualquier otro contratiempo que se presente en la vida. De quien quiere librarnos es del Maligno, de quien busca destruir los resortes morales de la persona para dirigirla a su antojo y despeñarla por la tristeza y desesperanza. La gracia de Dios no nos faltará. Para esto precisamente se dejó tentar Jesús, para mostrarnos que siempre Dios puede más.
Del
futuro de las almas nada prometen los demonios. Dios ofrece el
Cielo. ¿Y ellos? No está dentro del programa de marketing para futuros
clientes informar acerca del futuro de las almas cautivadas por sus embustes. La publicidad engañosa es reserva de estrategia comercial. De ese
espacio reservado que esconden ya hablaremos en otra ocasión. No obstante, quédate con la realidad hermosa para este final de Cuaresma, a punto de
comenzar la Semana Santa, que eres hijo querido de Dios y que está
empeñado en que seas feliz en la tierra y en el Cielo.
Y una sugerencia final. Encomiendate a la Virgen Santísima y al Arcángel San Miguel. A la Madre de Dios, que es la tuya, no la soporta; y con el Árcangel no puede.
Y una sugerencia final. Encomiendate a la Virgen Santísima y al Arcángel San Miguel. A la Madre de Dios, que es la tuya, no la soporta; y con el Árcangel no puede.
Primer
post de mes y, por tanto, vídeo del Papa Francisco con las intenciones de este
mes. Con él te dejo. Puede servirte de mucho.
(1) Papa Francisco. Meditación 30 de octubre
de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario