Con sus 332 metros de altura, 50 hectáreas de extensión y 1 kilómetro de longitud, unido a tierra por un estrecho istmo, el Peñón de Ifach tiene categoría de parque natural, el más pequeño de Europa, y es uno de los mayores atractivos turísticos que se pueden disfrutar en Calpe. He tenido ocasión este verano de visitarlo, eso sí, hasta el inicio del ascenso, porque tiene sus riesgos llegar hasta la cima, y nunca he sido un dechado de inquietudes aventureras y fortaleza física. No obstante, sin necesidades de ascenderlo, la panorámica que se divisa es espectacular.
El
Peñón de Ifach tiene la particularidad de que está muy próximo a la zona
turística. No hace falta recorrer distancias para admirarlo, se puede ver desde
el mismo casco antiguo de la ciudad, desde la terraza del hotel o apartamento,
mientras disfrutas en la playa, o cuando sales por la noche para dar un paseo por
el puerto marítimo. Inmenso. Siempre visible.
Cuando
se contemplan prodigios naturales de este tipo el pensamiento te incita más a
plantearte o reafirmarte de dónde venimos. Se hace la pregunta sabiendo que no
se puede conocer con precisión la respuesta. ¿Creemos en la doctrina de la
Creación? ¿O creemos lo que la ciencia sostiene que todo es una evolución
regida por una inmensa casualidad? Ciencia y fe, fe y ciencia, parece que están
reñidas y que los pareceres sobre el origen del mundo chochan frontalmente.
Habrás
escuchado en infinidad de ocasiones la famosa teoría del “Big Bang” Es la que
sostienen los científicos para explicar el fenómeno por el que se creó el
universo. Lo que puede que desconozcas es que fue un sacerdote católico belga, llamado
Georges Henri Joseph Édouard Lemaître, quien en 1930 -siete años después de su
ordenación sacerdotal- propuso la tesis del “átomo primigenio” o “huevo
cósmico” para poner base científica a los inicios del mundo. Esta teoría años
más tarde pasó a llamarse “Big Bang”. No vamos a entenderlo muy bien, pero te
expongo que la teoría de Lemaître pasa por tres periodos: el primero, la
explosión del átomo primitivo, el segundo,
el periodo de equilibrio o Universo
estático de Einstein y el tercero, el periodo
de expansión.
Los descubrimientos científicos del Padre Lemaître no fueron para llevarlos al terreno religioso, sino para demostrar que ciencia y fe son perfectamente compatibles. En 1979,
durante el discurso del Papa San Juan Pablo II a la Pontificia Academia de las Ciencias, con motivo de la conmemoración del nacimiento de Albert Einstein,
citó estas palabras del Padre Lemaître: “¿Podría,
acaso, la Iglesia tener necesidad de la ciencia? No, por cierto; la cruz y el
Evangelio le bastan. Pero al cristiano nada humano le es ajeno. ¿Cómo podría
desinteresarse la Iglesia de la más nobles de las ocupaciones estrictamente
humanas, la investigación de la verdad?”.
Supongo
que para un científico increyente no es
suficiente argumento para poder compatibilizar el resultado -muy pobre hasta el
día de hoy- de las investigaciones para argumentar con lógica la respuesta a la
pregunta de dónde venimos; pero mantener la tesis de que materia y energía existe,
pero por haberse creado a sí misma, es un argumento que a determinados
científicos no les cuadra, como es el caso de Jean Rostand, importante
científico de fama mundial y poco amigo de la doctrina católica, que ha llegado
a decir que la historia de la autocreación es un “cuento de hadas para personas
mayores”. En cualquier caso, creo que la postura más razonable y el mejor planteamiento es el que proviene del famoso Albert Einstein, creador de la teoría de la relatividad cuando afirmó que "la religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin religión estaría coja también”.
Por
mi parte, si tienes ocasión de contemplar tantas y tantas bellezas naturales como la del Peñón
de Ifach, te recomiendo recrearte en este reciente tuit del Papa Francisco, que viene como anillo al dedo al tema con el que he querido castigarte después de las vacaciones: “Señor, enséñanos a
contemplarte en la belleza de la Creación y despierta nuestra gratitud y
nuestro sentido de la responsabilidad”.
Espero
que hayas disfrutado de tus vacaciones, aunque ya sean historia muy pasada, y
que afrontes este nuevo curso con grandes deseos de buscar la verdad, porque
como sostenía Edith Stein “quien busca la
verdad busca a Dios, aunque no lo sepa”.
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