domingo, 23 de julio de 2017

Uso y abusos de la libertad de expresión


Después de que el Observatorio contra la Homofobia denunciara ante el órgano competente catalán las palabras pronunciadas por el padre Custodio Ballester por  entender que emitió un discurso de odio porque “criminaliza y estigmatiza la homosexualidad al considerarla pecado”, pidiendo a la vez al Arzobispado de Barcelona su destitución, el pasado día 12 el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Cataluña resolvió archivar  el expediente incoado por entender que “no era posible abrir un procedimiento administrativo sancionador”, reconociendo que las manifestaciones vertidas se sitúan “en el ámbito del ejercicio del derecho a la libertad de expresión”. Caso -uno más- resuelto por archivo. El artículo 34 de la ley contra la Homofobia 11/2014, de 10 de octubre, no ha sido vulnerado.

No creo que Eugeni Rodríguez, presidente del citado Observatorio, se haya sorprendido por la resolución a raíz de las declaraciones efectuadas posteriormente a la denuncia, donde esperaba que el expediente incoado “acabe en sanción, porque de lo contrario creará un malestar muy grande en el colectivo (gay), ya que la Generalitat ha abierto muchos expedientes, pero ninguno acaba en sanción”. Los expedientes administrativos concluyen en archivo cuando no hay materia sancionable. La realidad objetiva prevalece por encima del deseo subjetivo. Así debe ser para no conculcar derechos, como es el de la libertad de expresión reconocido en el art. 20, Título I de los derechos y deberes fundamentales, de la Constitución de 1978.


Como se recordará, el párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat, el pasado día 24 de junio, en plena celebración en Madrid de la 5ª edición del llamado Word Pride, en la homilía que ofreció a los asistentes en la Misa dominical, expuso unas consideraciones respecto a conductas homosexuales y el posicionamiento moral de la Iglesia. He leído el contenido de la homilía, he escuchado íntegramente lo que el feligrés o "enviado" de parte interesada grabó y, sinceramente, no veo argumentos para haber llegado a incoar un procedimiento para sancionar a una persona que ostenta todos los derechos reconocidos por la Constitución. 

Es preciso concretar que no es el padre Custodio quien considera pecado la homosexualidad -y aquí hay que matizar que la Iglesia no reprueba la orientación homosexual de una persona, sino la realización de actos sexuales-, no da una opinión personal ante los fieles de su parroquia; lo que hace más bien es afirmar el contenido moral de estos actos, donde la Tradición de la Iglesia tiene en cuenta las enseñanzas morales del Antiguo y Nuevo Testamento. La Iglesia tiene el derecho y el deber de exponer lo que conviene y perjudica a sus hijos; y en lo referente a los pecados contra la castidad los heterosexuales, solteros y casados, ministros o laicos, estamos también llamados a vivir en plenitud lo que el Catecismo de la Iglesia Católica aconseja en relación al sexto mandamiento del Decálogo. 

El tema de la homosexualidad no es ajeno a mi vida cotidiana. Desde hace  varios meses comparto relación profesional con un compañero homosexual, padre de una criatura nacida de "un vientre de alquiler". Durante tres años he estado subordinado profesionalmente a un superior gay casado con otro hombre; y puedo asegurar que la relación ha sido, es y seguirá siendo respetuosa, cordial y distendida. Por encima de todo, la persona, en su concepto más amplio de ser humano. Y no me considero ninguna excepción, pues estoy plenamente convencido que los católicos, siguiendo el ejemplo de Cristo, actuamos con consideración hacia quienes no piensan o viven conforme a la doctrina cristiana. 


Prueba de ello ha sido la reacción ante el dibujo publicado en internet a través de la cuenta de Instagram de la pareja sentimental de un prestigioso cantante latino, donde un sacerdote católico se está masturbando. Meses antes un cantante español -también de la misma tendencia sexual-, celebrando conciertos en Quito y Guayaquil presentó una escenografía consistente en una pantalla gigante colocada detrás de él, donde la cara de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos es sustituida por la suya. Y hablando de caras, la del cartel anunciador en la ciudad italiana de Perugia, utilizando la imagen de un transformista drag queen con la cara de la Virgen en actitud lasciva. Actos de reparación, desagravios, protestas pacíficas ha sido la respuesta de muchos católicos que se han sentido agraviados por estos comportamientos.

El derecho a la libertad de expresión conlleva también deberes que hay que asumir y acatar con independencia de quien sea la persona que lo ejerce. Tan criticable es perseguirlo como banalizarlo.

Inmersos en la última semana de julio, estamos a tiempo de dar a conocer la intención mensual del Papa Francisco para este mes. Habla de tristeza y belleza de la vida cristiana, te lo anticipo.

¡Felices vacaciones!



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