Santiago fue el primer
Apóstol que entregó su vida por el Evangelio. En el año 42 fue torturado y
decapitado por el rey Herodes Agripa I, rey de Judea. Sus discípulos escaparon
una noche con su cuerpo y le trasladaron en una barca hasta llegar al puerto de
Iria Flavia (actual Padrón). En el año 813 un ermitaño
llamado Paio, alertó al obispo de Iria Flavia de ver una potente y luminosa
estrella en el monte Libredón. Allí se encontraron tres monumentos funerarios, conteniendo
uno de ellos un cuerpo con la cabeza
bajo el brazo, y un letrero que decía: “Aquí
yace Santiago, hijo de Zebedeo y de Salomé”. El lugar recibió el nombre de campus stellae, Campo de la Estrella, actual Santiago de Compostela. Informado del descubrimiento el rey
galaico-astur Alfonso II el Casto, nombró patrono de su reino al Apóstol y
mandó construir una iglesia en su honor. En el año 1630, siendo monarca Felipe
IV, el Papa Urbano VIII decretó oficialmente que el Apóstol Santiago fuera
considerado único Patrón de España.
De muchos y diferentes modos
los españoles se han encomendado al Apóstol Santiago a lo largo de la historia
de España. La invocación más conocida es la de “¡Santiago y cierra, España!”, de alto contenido militar, que proviene
de los tiempos de la Reconquista, concretamente en la batalla de las Navas de
Tolosa; y servía para agruparse la
infantería y caballería buscando acortar distancias con el enemigo y trabar
combate.
Por los acontecimientos
políticos que se están dando en Cataluña parece que las puertas de la unidad,
que parecían bien cerradas desde la Reconquista a pesar de determinados episodios nacionalistas ocurridos en ciertos periodos pasados, ceden a las acometidas
secesionistas de dirigentes regionalistas persistentes en su anhelo inconsecuente de segregarse de España.
Como ha ocurrido en experiencias pasadas, el afán independentista siempre ha tenido como principal perjudicado al pueblo catalán. Una Cataluña independiente de España conllevaría a una exclusión de la Unión Europea, sin existir opción de reingreso al haber violado las leyes nacionales y europeas. Quedaría excluida de todas las organizaciones internacionales a las que España pertenece: Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundialde Comercio y de la OTAN, quedando fuera de todos los tratados internacionales suscritos por España. Sin poder pertenecer al Banco Central Europeo, el euro no estaría reconocida como moneda de uso legal, y los catalanes no dispondrían de libre circulación de personas por el espacio Schengen.
Queda la esperanza de que la
sociedad catalana el 1 de octubre de un rechazo a la propuesta independentista, si es que en aplicación de las leyes
constitucionales no se impide que prospere el referéndum. Y es que según el
barómetro del Cente d´Estudis d´opinió de la Generalitat, el no a la secesión
ha aumentado su ventaja sobre el sí; ahora la distancia es de 8 puntos. El 49,
4% votaría en contra de la independencia y el 41, 1% estaría a favor.
Prospere o no esta
sinrazón, a pesar de tener la batalla histórica, política, económica
e internacional perdida, el independentismo catalán habrá ganado la batalla
social, porque una región de España como Cataluña está totalmente fragmentada a
consecuencia de los desvaríos irresponsables de unos dirigentes regionalistas
unidos por su odio a España. Y lo que es peor: las próximas generaciones serán víctimas de esta controversia innecesaria.
Y un humilde consejo para los cristianos españoles: no dejemos escondido nuestro amor a España, porque el patriotismo es una virtud cristiana, una virtud que "reconoce lo que la Patria le ha dado y le da. Le tributa el honor y los servicios debidos, reforzando y defendiendo el conjunto de valores que representa, teniendo a la vez por suyos los afanes nobles de todos los países" (1).
Para los que no hemos tenido ocasión de visitar la catedral de Santiago de Compostela, este vídeo nos ayuda a conocerla. Son algo más de cuatro minutos donde la vista y la imaginación se recrean.
(1) "La educación de las virtudes humanas". David Isaacs. Editorial Eunsa. Pág. 443.