Escribir a principios de junio lo que supone para un cristiano vivir el mes de mayo, sugiere un consejo añadido: vivir el resto de los meses como si estuviéramos en mayo, para tratar con más cariño filial a la Virgen María, y querer más a quien tanto ha hecho por la Humanidad. Mayo tradicionalmente es un mes dedicado a evocar la figura de María. En mi caso, hace un par de semanas, hice junto con mi mujer y mis una romería a la Ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, en el Cerro de los Ángeles. Impresionante lugar, a tan solo trece kilómetros de Madrid en el que el corazón se evade de los ajetreos de la ciudad para respirar oxígeno material y espiritual, y al que te sugiero visitar si tienes ocasión. Para recordar a la Virgen, quiero apoyarme en una fecha -9 de mayo, día de la Unión Europea-; un festival de la canción –el de Eurovisión; y una canción de The Beatles -Let it be-. Empezamos.
Probablemente desconozcas que desde 1985 el 9 de mayo se celebra el “Día de Europa”, en recuerdo de ese mismo día de 1950, en el que el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman hizo la célebre Declaración que lleva su apellido, que originó la creación de la primera Comunidad Europea: la del Carbón y Acero. En 1951 se firmó el Tratado de París, iniciador de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), que junto al Tratado de Roma firmado en 1957 constituyen los tratados fundacionales de la actual Unión Europea. Tres de los cuatro firmantes eran profundamente católicos; a saber: el nombrado Robert Schuman (1886-1963), el alemán Konrad Adenauer (1876-1967), y el italo-triestino Alcide de Gasperi (1881-1954), hombres “inspirados por una profunda fe cristiana” como los definió el Beato Juan Pablo II.
La bandera europea también tiene connotación cristiana, muy mariana. Convocado por el primer Consejo de Europa en 1949 un concurso de ideas abierto a todos los artistas europeos para crear una bandera común, la elección recayó en el diseño de Arséne Heitz, por entonces joven y poco conocido diseñador. El artista de Estraburgo desveló la inspiración: surgió viendo la iconografía tradicional de la imagen de la Inmaculada Concepción en las apariciones de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de Paris, conocida como la Virgen de la Medalla Milagrosa. La Comisión que componía el jurado estaba presidida por un judío que desconocía el origen del trabajo del diseñador. Tras unos ajustes en las agendas de los Jefe de Estado europeos, el día 8 de diciembre de 1955, fiesta de la Inmaculada Concepción –casualidades de la vida-, se celebró la sesión solemne en la que se erigió como bandera europea la que conocemos. Curioso ¿no?
El pasado día 26 se celebró una nueva edición del festival de Eurovisión en Bakú, capital de Azerbaiyán. La representación rusa, formada por seis abuelitas de una aldea de unos 650 habitantes llamada Buránovo, quedó subcampeona. En esta aldea hace 73 años se destruyó su iglesia, junto a otras miles por toda la geografía rusa, por un terremoto ideológico llamado comunismo, con el epicentro en el Kremlin, y un máximo responsable político llamado Stalin. El beneficio económico de tan clamoroso éxito será destinado a la reconstrucción de la iglesia, para que los vecinos de Buránovo no tengan que desplazarse a cuarenta kilómetros de sus casas para oír Misa. El pasado día 30 de mayo se ha celebrado la ceremonia de colocación de los cimientos. Después del acuerdo de Yalta, de la Guerra Fría, de la crisis de los misiles que a punto estuvo de abocar al mundo a una guerra nuclear o del atentado del Papa Juan Pablo II, pocas esperanzas quedaban que en Rusia pudiera emerger la libertad. Pues bien, la Virgen de Fátima en sus apariciones ya anunció que Rusia se convertiría. Y el ejemplo de estas abuelitas muestra que el sufrido pueblo ruso viviendo en libertad, es capaz de emprender iniciativas con fines altruistas; y el altruismo más profundo al que se puede llegar es facilitar que Dios esté en medio de aquéllos que le buscan.
A pesar de mis limitaciones descriptivas, podrás observar que el denominador común de estos hechos europeos está bajo el nombre de María. Ciertamente que la Europa que soñaron los firmantes del Tratado de París no es la que disfrutamos o padecemos –según el cariz con que se mire-, pero es un hecho incontrovertible que con finura interior se percibe un capricho sobrenatural en estas iniciativas humanas. Por esta razón, humana y sobrenatural, tenemos que buscar a María, no como una Madre, que lo es, que nos escucha e intercede por nosotros: también porque Ella es quien nos lleva a su Hijo. Viviendo cerca de María se siente más cercana la presencia de Dios, que busca al hombre en cualquier circunstancia de la vida; sí, al hombre europeo también, tan ensimismado en sí mismo, tan capaz de creerse dueño de su destino. Ha olvidado que las raíces de Europa son cristianas, y solo la secularización que padecemos arrincona a Dios de un continente que está llamado a buscar el futuro partiendo del pasado, en lugar del olvido o indiferencia que impera en el presente.
Para terminar, lo hago con otro recuerdo: el 8 de mayo se han cumplido 42 años del último álbum lanzado por los Beatles, Let it be. Conforme lo tenían acordado -ejemplo de que si no existen lazos más fuertes las uniones terminan por romperse; y en este caso, lamentablemente no había más proyecto que el musical-, poco después se separaron. La canción que daba título al trabajo discográfico tenía una sutil referencia mariana: “Cuando me encuentro en tiempos de problemas/ la Madre María viene hacia mí/diciendo palabras sabias, déjalo ser/ y en mis horas de oscuridad/ ella está parada justo al frente mío/ diciendo palabras sabias, déjalo ser”. Llama la atención, ¿verdad? “Let it be” Déjalo ser, déjalo ser. ¿Y a quién si no al Hijo de Madre María tendríamos que dejarlo ser, dejarlo estar para iluminar nuestras vidas, en tiempos de problemas y en los de bonanza?
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