El denominado caso “Vatileaks” está sirviendo para que ciertos sectores de la opinión pública, como no podía ser de otra manera, arremetan con contundencia, desinformación y desorientación contra el Santo Padre. Como sabrás, el ayudante de cámara de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, fue detenido por encontrarse en su casa informes y correspondencia privada del Papa, acto inmoral y gravísimo por violar un derecho elemental del ser humano. La Comisión de cardenales, presidida por el español Julián Herranz, creada para investigar el caso y descubrir a los autores responsables de esta trama, continua las entrevistas con superiores y empleados vaticanos, y personas que no trabajan en la Santa Sede. La gendarmería del Vaticano avanza en sus investigaciones policiales. Seguimos expectantes, pero sin perder la calma; y menos aún, caer en el desánimo: la Iglesia es Santa no por la acción de los hombres, sino por la del Espíritu Santo.
No vamos a extrañarnos que después de veintiún siglos incurramos en estos desórdenes. La ambición y el poder son malos objetivos. Acuérdate que camino de Jerusalén la madre de los hijos de Zebedeo le pide al Señor que Santiago y Juan estén a la derecha e izquierda de Dios cuando instaure el Reino de los Cielos. Una madre, con fines nobles, provoca una marejada en el grupo de los discípulos. Y Judas, por treinta monedas entrega a Jesucristo a la autoridad judía. El grupo de los seguidores del Señor, ya vemos que no eran hombres perfectos; y a lo largo de los siglos el Cuerpo de Cristo ha dado a miles de santos, pero, también, muchos desafectos.
Por culpa del pecado original llevamos una compañera de viaje molesta, la tentación, que atrae y seduce y nos impele a buscar el provecho propio y nos pone en disposición de hacer lo que no debemos: elegir el camino que nos conduce al alejamiento de Dios. No es en sí cualidad mala sufrirla; sí es, por el contrario, abrir el alma a ella, porque nos exponemos a perder lo más valioso que podemos tener estando en gracia: a Dios. Consecuencia de esta desconfianza es que somos capaces de incurrir en fracasos estrepitosos que nos arrastran hacia rincones oscuros de nuestra existencia. Ponemos en peligro nuestra felicidad, la de nuestra familia, somos piedra de escándalo por no vivir conforme a nuestras creencias, incurriendo en aptitudes contrarias al querer de Dios. No solo se enfrían los deseos de transmitir el mensaje evangélico de Jesucristo, sino que nos dejamos arrastrar por el mundo justificando comportamientos más propios de paganos que de seguidores del Señor.
Pero Dios sabe perfectamente que por más que queramos negarlo somos débiles, desconfiados y en ocasiones rebeldes; capaces de perdernos si nos apartamos del horizonte verdadero que es Él. Cuando nuestra alma está sometida a fuerte marejada en lugar de reconocer el riesgo al que estamos condicionados y pedir como aconsejaba San Agustín “cristiano, en tu nave duerme Cristo, despiértale que Él increpará a la tempestad y se hará la calma”, caemos en la tentación de dejarnos ir a la deriva sin más rumbo que el de las propias pasiones.
Cuando los apóstoles le piden al Señor que les enseña a orar les entrega la oración del Padrenuestro. Nos dirigimos a Dios como Padre que está en el Cielo y hacemos siete peticiones. En la penúltima acudimos a Él para no caer en tentación. Si degustáramos más esta oración nos sentiríamos más reconfortados. A veces puede que recurramos a ella tarde, cuando estamos sumidos en las mayores de las postraciones -aunque Dios está siempre dispuesto a salir en nuestra ayuda-; porque deberíamos saber que el edificio de nuestra fe no suele venirse abajo repentinamente: es por dejar que las grietas penetren sin poner los medios eficaces para evitar mayores daños.
Para no caer en tentación es preciso abandonarnos en Dios, no entrar en diálogos interiores con nosotros mismos, atrevernos a decir en muchas ocasiones no; no justificar acciones que sabemos por lo que nos dicta la conciencia que no son conformes al bien, aunque aparente lo contrario y sean muchos quienes así lo hagan; a buscar más las necesidades del prójimo que las propias. Y esta fortaleza se consigue con lucha. En cuanto estemos dispuestos a luchar, ya somos poseedores de la primera victoria que nos engrandece. Un alma en gracia lucha para no dejarse robar lo más valioso que tenemos: Dios. No basta con estar en gracia: hay que buscar esa tensión para vivir la presencia de Dios, con un corazón ardiente y entregado. Es difícil, ¿verdad? Dímelo a mí, tan lleno de imperfecciones como tú, o incluso más, y al que tanto cuesta predicar con el ejemplo. Pero no hay otro camino. Puestos a servir, como diría San Francisco de Borja: “Nunca servir a Señor que se pueda morir”. Y Dios Eterno será siempre quien esté dispuesto a ofrecer más: la felicidad eterna.
El pasado 16 de abril el Santo Padre pronunció estas palabras en la celebración de su 85 cumpleaños: “Me encuentro ante el último tramo del camino de mi vida y no sé lo que me espera. Pero sé que la luz de Dios existe, que Él ha resucitado, que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad; que la bondad de Dios es más fuerte que todo mal de este mundo. Y esto me ayuda a avanzar con seguridad. Esto nos ayuda a nosotros a seguir adelante, y en esta hora doy las gracias de corazón a todos los que continuamente me hacen percibir el “sí” de Dios a través de su fe”. Conmovedoras palabras sobre todo procediendo de un hombre que en la última etapa de su vida tiene que sufrir las consecuencias de quienes han caído en la tentación de buscar unos afanes contrarios a la Iglesia, contrarios a Jesucristo.
El resumen final de este post bien podría ser este sí gozoso a Dios, al que se refiere Benedicto XVI. El caso “Vatileaks”, aparte de servirnos para pedir al Señor que saque provecho de este hecho para bien de su Iglesia, debe hacernos ver la fragilidad de nuestra fe si no somos capaces de abandonarnos siempre en sus manos, sobre todo en épocas críticas de nuestra vida. Porque no conviene olvidar que la tentación nos pone en disposición de apartarnos del Bien para esclavizarnos al Mal.
No dejemos que la tentación se apodere de nosotros con estas tristes noticias. Más aún: sintámonos reconfortados sabiendo que Dios, a pesar de nuestras miserias, sigue contando con nosotros para transformar almas. Y si no que se lo pregunten a los jóvenes de este video.
No hay comentarios:
Publicar un comentario