domingo, 27 de mayo de 2018

María, Madre de la Iglesia


El mes de mayo va tocando a su fin y no debemos olvidarnos de la Santísima Virgen. La devoción a la Virgen data de los primeros tiempos del cristianismo. En las catacumbas de Priscila, de San Pedro y San Marcelino, finales del siglo II, se hayan pinturas relacionadas con la veneración a la Virgen, dentro del culto dado a Jesucristo. San Epifanio, en el siglo IV, expresa muy bien, el sentir de los cristianos hacia la Madre de Jesús: “¡Sea honrada María! ¡Sea adorado el Señor!”.

Numerosos papas han hecho referencia en sus pontificados a mayo como el mes por excelencia para recordar y tratar más y mejor a María. El beato Pablo VI dedicó la encíclica Mense Mayo para referirse a la piedad a Nuestra Señora en este mes del año. San Juan Pablo II, en audiencia general de 2 de mayo de 1979 decía: “El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar de modo particular de Ella. En efecto, este es su mes. Así pues, el periodo del año litúrgico (Resurrección), y el corriente mes llaman e invitan nuestros corazones a abrirse de manera singular a María”.

Seguramente te lo habrás planteado en alguna ocasión: ¿por qué este mes elegido para guardar esta especial devoción a María? Hay estudiosos del tema que sostienen que la elección de este mes esta extraída de la cultura pagana. Mayo proviene de Maia, el nombre que se daba a la diosa de la primavera. En este mes se rendía culto a Artemisa, en Grecia, y a Flora, en Roma, las dos diosas de la fecundidad.

Y es que a veces se tacha a la Iglesia de poca originalidad por convertir fiestas paganas en celebraciones cristianas, como puede ocurrir con las fechas de Navidad y la de Todos los  Santos. Pero esto no debe movernos a asentir resignadamente frente a aquellos que sostienen estos argumentos. Todo lo contrario. Los cristianos debemos sazonar cada momento y circunstancia de nuestra vida con esa sal que da sabor sobrenatural nuestras actividades cotidianas. El trabajo, el estudio, la familia, las relaciones sociales, políticas, culturales, económicas; todas, cualquiera de ellas, deben estar impregnadas de ese sabor sobrenatural. La Virgen María pasó la mayor parte de su vida en la tierra realizando actividades propias de cualquier mujer, esposa y madre de su época. La más mínima acción que salga de nosotros, hecha con amor de Dios, se convierte en fruto que repercute en el mundo y en la Iglesia. Lo terrenal podemos convertirlo en sobrenatural. Esta puede ser la respuesta a esa aparente intromisión de la Iglesia en la cultura pagana. 

Y a propósito de la Iglesia. Este mes de mayo pasará a la historia como el primero en que se celebra oficialmente la fiesta de María, Madre de la Iglesia. El 3 de marzo el Papa Francisco firmó el decreto, que así comienza: “La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer (Gál. 4,4), la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia”. El primer lunes después de Pentecostés será obligatoria la Memoria de María, Madre de la Iglesia.


Porque es en la Iglesia donde encontramos a Cristo. Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, nos lo recuerda el Evangelio: “Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 18-20). Esta es la misión de la Iglesia, con María a la cabeza.

Por el titulo de este video que te invito a ver puede parecer que no tiene mucha enjundia. O puede que sí... A lo mejor -y ese es mi deseo- te dice algo.


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