Lo habrás experimentado varias veces. Cuando descorchas una bebida con mucho gas, éste sale expelido con gran fuerza y la bebida hay que tomarla pronto para que no pierda fuerza; de lo contrario, una vez abierta va perdiendo sabor y se termina por olvidar en la copa. Tú y yo debemos estar muy contentos de poder celebrar el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, de que el Papa Francisco el día 13 canonizara a Francisco -hoy hace 107 años que nació- y a su hermana Jacinta, los primeros niños canonizados que no han sido mártires, y de que la Sierva de Dios sor Lucía viviera 87 años más, para dar a conocer lo que vio y oyó a la Santísima Virgen en las apariciones junto a sus primos -a Lucía la Virgen se le apareció cinco veces más, a saber en 1921, 1925, 1926, 1927 y 1929-. Pero, necesitamos priorizar los sentimientos e ilusiones, porque si no puede que todo quede en un recuerdo que, como tantos otros, se olvidan con el paso del tiempo.
Y
quien puede aportarnos esos objetivos para mantener con fuerza las emociones
vividas, precisamente, son Lucía, Jacinta y Francisco; y no por ser principales
y únicos protagonistas de estos sucesos sobrenaturales que tanto ha significado
para la Iglesia y para el mundo. La razón, este es mi parecer, la encontramos
en las distintas formas de plasmar su vida interior a raíz de las revelaciones
vividas.
“Consolad a vuestro Dios” fueron las
palabras del Ángel en su tercera aparición, antes de hacerlo la Santísima
Virgen. Este mandato quedó bien impregnado en el alma de Francisco, que no tuvo más empeño para el resto de su vida que consolar y dar alegrías a Jesús. Sabiendo
que era la plegaría preferida de la Virgen, le dijo en una de las apariciones: “¡Santísima Virgen, rezaré tantos rosarios
como quieras! Tenía un gran amor al Santísimo Sacramento, llamándole Jesús Escondido. Ofreció su enfermedad
para consolar al Señor.
Este santo empeño puede servirte para preguntarte si tú eres consuelo para Jesucristo. Si reparas por los agravios que sufre. Estás al tanto de las noticias, sabes que se le ultraja de palabra, que se cometen actos sacrílegos en iglesias, que, vamos a ser claros, hay mucha indiferencia entre los católicos hacia Jesús Sacramentado en tantos sagrarios, tal vez muy cercanos a dónde vives o trabajas. ¿Te acuerdas al pasar por una iglesia que está allí, posiblemente solo? ¿Le rezas oraciones cortas, jaculatorias, para reparar? ¿Sacas tiempo para visitarle y acompañarle un rato a lo largo del día? Este puede ser el primer propósito: tratar al Señor como a un amigo que tenemos muy cerca, y que necesita ser querido.
Jacinta tuvo una horrible visión del infierno.
Su ideal de vida era convertir almas de pecadores para evitarles la condenación
eterna. No solamente fue la visión que permitió la Virgen Santísima a Jacinta
lo que hizo a los niños preocuparse por la salvación de las almas. Se lo pidió a los tres en una de las apariciones: “Rezad,
rezad mucho y hacer sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al
infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas”.
No
sé las veces que habrás pensado en el infierno. No quiero asustarte. El demonio,
anfitrión deleznable de las tinieblas, estará siempre dispuesto a mostrarse
hospitalario contigo, ofreciéndote su asquerosa estancia como el mejor y más
divertido de todos las posibles. Si lo
has descartado como eterna morada no te fíes, y pídele a Dios la gracia
necesaria para no sucumbir a los reiterados devaneos con los que pueda
obnubilarte. Este puede ser el segundo
propósito. Y eso sí, preocúpate también de las almas de las personas que forman
parte de tu entorno. Reza y mortifícate por ellas. Y a nadie le desees el infierno. Y a nadie es, ¡a nadie! No
condenemos nunca. Dejemos todo en las mejores de las justicias, la Divina.
Lucía era quien más hablaba con la Virgen,
y lo hacía con la confianza e ingenuidad que una niña se dirige a su madre. Se
entristeció mucho cuando la Señora le
dijo que Francisco y Jacinta irían pronto
al Cielo. Fíjate qué dialogo más entrañable. Lucía le preguntó: “¿Me quedo aquí solita? La Virgen la
consoló diciéndole: “No, hija. ¿Y tú
sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón
será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios”. Profesó mucha devoción al Corazón Inmaculado
de María, sufriente por las ofensas recibidas por los hombres. Cuando ingresó con 39 años en el Carmelo de
Coimbra, pasó a llamarse definitivamente María Lúcia de Jesús y del Corazón
Inmaculado de María. Lucía se convirtió en la principal propagadora del Santo
Rosario. Puede ser un nuevo propósito, el tercero, con el que alegrarás a María
y te acercará a Dios, además de ayudarte para aumentar la devoción a su
Inmaculado Corazón. Lucía murió el 13 de febrero de 2005 a los 97 años de edad.
El 13 de febrero de 2008 el Papa Benedicto XVI autorizó la apertura de la Causa
de Beatificación y el 13 de febrero de 2017 concluyó la fase diocesana del
proceso pasando la causa al Vaticano.
Sacrificaos por los
pecadores y decid muchas veces y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “Oh,
Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de
los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de Maria”. En esta oración que la Virgen
Santísima confió a los tres pastorcillos, en la aparición del 13 de julio de
1917 se condensan los propósitos que te sugiero. ¿Qué no sabes qué sacrificios
puedes hacer? Te doy una pista. Una mañana Lucía estando en casa de sus primos
se sorprendió de que Jacinta tomase un vaso de leche sin rechistar. Sorprendida
le preguntó a qué se debía ese cambio, y Jacinta contestó que se lo ofrecía por
estas intenciones que la Virgen les había pedido. El vaso de leche pasó de ser
una horrible pesadez a un detalle de amor reparador. ¿Verdad que a lo largo del
día también tienes que tomar muchos “vasos de leche” con el ceño fruncido? Pues
ya sabes lo que tienes que hacer.
Te
dejo con las intenciones del Papa para este mes de junio.
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