Bajo el lema El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida, el pasado 12 de febrero los católicos fuimos invitados por Manos Unidas a participar en la campaña contra el hambre. Las colectas en cada una de las parroquias de toda la geografía española estaban destinadas a los distintos proyectos para “lograr un mundo en el que nadie pase hambre, donde el derecho a la alimentación esté realmente garantizado y la creación no sufra un modelo de desarrollo depredador que lo contamine y destruye”.
Manos
Unidas es una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda,
promoción y desarrollo de los países en vías de desarrollo. Mantiene dos líneas
de trabajo: dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y del
subdesarrollo, sus causas y sus posibles remedios; y reunir medios económicos
para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral
encaminados a atender estas necesidades. Está presente en toda España a través
de 71 delegaciones. El 87,7% de los ingresos tienen carácter privado (socios y
donantes, parroquias y entidades religiosas, herencias y legados, y otros
ingresos varios) y el 12,3% provienen de dinero público (Administración local y
autonómica y de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo).
En el año 2015 se recaudaron 45.359.573 euros -la mitad del coste de compra de más de una estrella del fútbol contratada en España, para que te hagas una idea de las innumerables injusticias que
somos capaces de crear y sostener- que se emplearon en 595 proyectos de desarrollo en 58
países. Una
muestra, una grandísima muestra, de la aportación que la Iglesia Católica hace
al mundo para “escuchar y hacernos eco del grito de la tierra y del grito de
los pobres, que es un solo grito y que clama justicia”. Toda información y el
entrecomillado está extraído del folleto, que hemos podido encontrar días atrás
en las iglesias de nuestros pueblos y ciudades.
En
la portada de estos folletos hay unas cifras escalofriantes: 1/3 de nuestros
alimentos acaba en la basura, mientras 800 millones de personas siguen pasando
hambre en el mundo. Todo un dato que no necesita comentario alguno. Muchos piensan cuando ven a una madre sosteniendo en sus
brazos a su hijo de pocos meses desnutrido, que si Dios existe no debería
permitir estas tragedias humanas. Es bien demostrativo que no es culpa de Dios, el mundo querido por Dios es otro:“Y dijo Dios: he aquí que os he dado
todas las plantas portadoras de semilla que hay en toda la superficie de la
tierra, y todos los árboles que dan fruto con semilla; esto os servirá de
alimento (Gén. 1, 29-30). El culpable no es el Creador, sino la criatura, por no administrar con
justicia la riqueza de la tierra. Las palabras del Papa Francisco son una
acusación contra las desigualdades que provoca el mundo… ¿civilizado?: “Sabemos
que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más
y más, mientras otros no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana”
(1).
Como católico, permíteme que así lo exprese, me siento orgulloso de pertenecer a la Iglesia Católica, tan zarandeada, tan deleznablemente criticada por comportamientos muy concretos de unos débiles e inconsecuentes miembros, pero ejerciendo calladamente esa labor de amor al prójimo, de entrega por los pobres, mientras otros organismos internacionales dedican gran parte de sus presupuestos a aplicar en estos países pobres políticas antinatalistas y abortistas, única manera parece ser que tienen de solucionar los problemas del reparto equitativo de los bienes de la tierra, consecuencia,
es una realidad, de estar de espaldas al necesitado, inmersos en una dinámica consumista donde compramos con fecha de
caducidad aquello que anhelamos como si fuera para toda la vida. Es una
sociedad donde el usar y tirar marca la pauta de generaciones y generaciones,
sin importarnos que una gran parte sufre los excesos de nuestros egoísmos. En palabras del Papa Francisco, ésta es la "cultura del descarte".
Si quieres saber más sobre Manos Unidas y los motivos del hambre en el mundo, te invito a ver este vídeo. No debes perdértelo.
(1) Papa Francisco, Laudato Si (193)