El 11 de noviembre de 2011 se dieron a conocer las siete maravillas naturales del mundo, un concurso que partió del suizo Bernard Weber, fundador de la empresa New Open World Corporation (NOWC). Un panel de expertos eligió 28 finalistas de las 454 nominadas en el primer proyecto, y tras votación abierta controlada por la página web relacionada con la marca, las elegidas fueron las siguientes: Montaña de la Mesa (África), Cataratas del Iguazú y Amazonas (América del Sur), Bahía de Halong, Isla Jeju, Parque Nacional de Komodo y Río Subterraneo de Puerto Princesa (Asia). Las siete han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Probablemente no hayas visitado ninguna de ellas; o tal vez sí. Al menos a través de internet te invito a contemplarlas y percibir esas señas de identidad del Creador. Pero te lo pongo más fácil y natural. Descubre un amanecer, observa un atardecer, levanta la mirada en una noche estrellada, descubre la inmensidad del mar, escucha el afinado canto de un ruiseñor o huele el aroma de un lirio, y te dejarás llevar por ese misterio que hará preguntarte: ¿de quien parte tanta belleza? Arthur Compton (1892-1962), premio Nobel de Física en 1927, fue uno de tantos científicos que se rindieron ante la sublimidad del orden e inteligencia del cosmos: "Para mí, la fe comienza con la comprensión de que una inteligencia suprema dio el ser al universo y creó al hombre".
Una creación perfecta, un paraiso terrenal. Una libertad perfecta para hombre y mujer indispensable para amar al Creador por encima de todas las cosas. Pero viene la caída. En el capítulo 3 del Génesis aparece la tentación. La serpiente induce a Eva no solo a tocar sino a comer del árbol que está en medio del jardín para ser conocedores del bien y del mal, para ser como Dios (2-5). Queremos ser como Dios, la criatura se revela ante el Creador, siente sentirse capacitada para imponer cuál es el bien y el mal. La naturaleza también sufre el relativismo en el que el ser humano vive: contaminación de mares y atmósfera, deforestación, calentamiento de la tierra, extincion de especies animales... La casa común donde vivimos es presa de ese determinismo tecnológico irrespetuoso con las leyes de la naturaleza que, por otra parte, el hombre no las ha ideado; le han sido dadas.
Otra fecha. El pasado día 20 se celebró el Día Mundial de los Refugiados, coincidiendo con el aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Según datos de ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) el número de personas desplazadas por las guerras, violencia, persecución y violación de los Derechos Humanos alcanzó en 2015 la cifra de 65,3 millones de personas, 5,8 millones más que en 2014, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Entre estos millones de desvalidos, muchos cristianos que han dejado sus casas y huyen de la tierra que vio nacer a Jesucristo. Al igual que el Maestro no tienen donde reclinar la cabeza (Mt. 8,20). Otros han dejado sus vidas, han derramado su sangre hasta el martirio. Hasta tal punto llegan los odios, persecuciones, violaciones, matanzas indiscriminadas, que el pasado 4 de febrero el Parlamento Europeo reconoció el genocidio cometido sobre minorias religiosas, especialmente entre la población cristiana por quienes odian la religión del amor y el perdón, de la misericordia.
Surgen esas preguntas que desde muchos areópago modernos se formulan para mostrar que la unica explicacion es que el hombre está solo. ¿Es que Dios se ha olvidado del mundo tan perfecto creado? ¿Ha abandonado al correr de su suerte a su criatura? En la homilia de san Juan Pablo II al comienzo de su pontificado hacía esta petición de acogimiento a Cristo: "¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!...Abrid a su potestad salvadora a los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. ¡Solo Él lo conoce!"
La muestra de que Dios sigue al lado del hombre es que buscó cobijo en el seno de una mujer, se hizo uno más entre nosotros y derramó su sangre para redimirnos del pecado y abrir las puertas de la Casa eterna del Padre. Somos huéspedes de esta casa común, peregrinos en busca de la morada eterna. No. Dios no abandona, no olvida; el hombre es su criatura preferida. El alejamiento entre el hombre y Dios, la violencia del hombre con la naturaleza y contra su propia existencia es consecuencia del rechazo de la criatura al Creador.
Jesucrito ayer y hoy sigue llamando a las puertas de los corazones de todos los hombres, ¡de toda la humanidad! No hay otro camino: el mundo será la casa común de todos los seres humanos cuando abramos de par en par las puertas a Cristo. Y los cristianos somos quienes primero debemos tomar la palabra. Solo entonces seremos hospitalarios. Ofreceremos lo que tenemos, una vez derribado el muro del egoismo, y abriremos las puertas de nuestras casas, de nuestros hogares, de nosotros mismos para ofrecer lo que tenemos: Jesucristo.
Eileen Egan, amiga de Madre Teresa de Calcuta desde los años sesenta, hacía esta reflexión que nos debe hacer pensar y poner en acción: "¿No pudiera cambiar poderosamente la vida en nuestros tiempos para bien si millones de sus seguidores le tomaran la palabra a Jesús?".
Permíteme que finalmente te haga una recomendación, amiga mía, amigo mío. En este tiempo estival en el que estamos, donde puede que tengas más tiempo libre para descansar, la Carta Encíclica Laudato Si´, del Papa Francisco, puede ser un libro ideal para acercarte a la naturaleza y para estar más cerca de Dios. Si ya la has leído puede que haya algunos apartados que consideres oportuno releerlos.
Te dejo con esta locura de amor. Viene muy a propósito del tema. Creo yo. A ver que te parece.
Una creación perfecta, un paraiso terrenal. Una libertad perfecta para hombre y mujer indispensable para amar al Creador por encima de todas las cosas. Pero viene la caída. En el capítulo 3 del Génesis aparece la tentación. La serpiente induce a Eva no solo a tocar sino a comer del árbol que está en medio del jardín para ser conocedores del bien y del mal, para ser como Dios (2-5). Queremos ser como Dios, la criatura se revela ante el Creador, siente sentirse capacitada para imponer cuál es el bien y el mal. La naturaleza también sufre el relativismo en el que el ser humano vive: contaminación de mares y atmósfera, deforestación, calentamiento de la tierra, extincion de especies animales... La casa común donde vivimos es presa de ese determinismo tecnológico irrespetuoso con las leyes de la naturaleza que, por otra parte, el hombre no las ha ideado; le han sido dadas.
Otra fecha. El pasado día 20 se celebró el Día Mundial de los Refugiados, coincidiendo con el aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Según datos de ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) el número de personas desplazadas por las guerras, violencia, persecución y violación de los Derechos Humanos alcanzó en 2015 la cifra de 65,3 millones de personas, 5,8 millones más que en 2014, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Entre estos millones de desvalidos, muchos cristianos que han dejado sus casas y huyen de la tierra que vio nacer a Jesucristo. Al igual que el Maestro no tienen donde reclinar la cabeza (Mt. 8,20). Otros han dejado sus vidas, han derramado su sangre hasta el martirio. Hasta tal punto llegan los odios, persecuciones, violaciones, matanzas indiscriminadas, que el pasado 4 de febrero el Parlamento Europeo reconoció el genocidio cometido sobre minorias religiosas, especialmente entre la población cristiana por quienes odian la religión del amor y el perdón, de la misericordia.
Surgen esas preguntas que desde muchos areópago modernos se formulan para mostrar que la unica explicacion es que el hombre está solo. ¿Es que Dios se ha olvidado del mundo tan perfecto creado? ¿Ha abandonado al correr de su suerte a su criatura? En la homilia de san Juan Pablo II al comienzo de su pontificado hacía esta petición de acogimiento a Cristo: "¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!...Abrid a su potestad salvadora a los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. ¡Solo Él lo conoce!"
La muestra de que Dios sigue al lado del hombre es que buscó cobijo en el seno de una mujer, se hizo uno más entre nosotros y derramó su sangre para redimirnos del pecado y abrir las puertas de la Casa eterna del Padre. Somos huéspedes de esta casa común, peregrinos en busca de la morada eterna. No. Dios no abandona, no olvida; el hombre es su criatura preferida. El alejamiento entre el hombre y Dios, la violencia del hombre con la naturaleza y contra su propia existencia es consecuencia del rechazo de la criatura al Creador.
Jesucrito ayer y hoy sigue llamando a las puertas de los corazones de todos los hombres, ¡de toda la humanidad! No hay otro camino: el mundo será la casa común de todos los seres humanos cuando abramos de par en par las puertas a Cristo. Y los cristianos somos quienes primero debemos tomar la palabra. Solo entonces seremos hospitalarios. Ofreceremos lo que tenemos, una vez derribado el muro del egoismo, y abriremos las puertas de nuestras casas, de nuestros hogares, de nosotros mismos para ofrecer lo que tenemos: Jesucristo.
Permíteme que finalmente te haga una recomendación, amiga mía, amigo mío. En este tiempo estival en el que estamos, donde puede que tengas más tiempo libre para descansar, la Carta Encíclica Laudato Si´, del Papa Francisco, puede ser un libro ideal para acercarte a la naturaleza y para estar más cerca de Dios. Si ya la has leído puede que haya algunos apartados que consideres oportuno releerlos.
Te dejo con esta locura de amor. Viene muy a propósito del tema. Creo yo. A ver que te parece.