Dos meses después de inaugurado el Jubileo de la Misericordia llega la Cuaresma. Recordarás que el día 8 de diciembre pasado, fiesta de la Inmaculada Concepción, se procedió por el Papa Francisco a la apertura de la Puerta Santa, comenzando el Año Santo de la Misericordia. Concluirá el 20 de noviembre, domingo de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. La fecha tiene un importante recuerdo para la Iglesia católica: hace cincuenta años tuvo lugar la clausura del Concilio Vaticano II.
Fue el Papa Paulo II, en el año 1470, quien estableció que en adelante el Año Santo Jubilar tuviera lugar cada veinticinco años, para que cada generación pudiera participar de los beneficios espirituales de un Jubileo. El último fue convocado por san Juan Pablo II en el año 2000 para conmemorar la entrada en el nuevo milenio.
Recientemente se ha publicado el libro El nombre de Dios es Misericordia, que recoge una conversación del periodista Andrea Tornielli con el Papa Francisco. Preguntado sobre que es la misericordia, el Papa contesta que es la aptitud divina que abraza, es la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar. Cuando el 13 de marzo de 2013 Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, a la pregunta según el ritual ¿Aceptas?, contestó: Soy un gran pecador. Confiando en la paciencia y en la misericordia de Dios, en el sufrimiento, acepto. Reconocimiento de las miserias propias de un hombre llamado para ser el sucesor de Pedro. El 19 de abril de 2005, el antecesor del Papa Francisco, Benedicto XVI, en su discurso inaugural desde el balcón de la Basílica de San Pedro afirmó: Me consuela que el Señor sepa trabajar con instrumentos insuficientes y me entrego a vuestras oraciones. Humildad de otro hombre de Dios.
Desde que Pedro reconoció la condición de pecador después de la pesca milagrosa: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador (Lc. 5,8), el corazón del hombre sucumbe ante el descubrimiento del amor que Dios le tiene. Santa María Faustina Kowalska percibía así la misericordia del Señor: El conocimiento de mi miseria me permite conocer al mismo tiempo el abismo de Tu misericordia(1). Todos los santos han experimentado este profundo reconocimiento de la pobreza del hombre; así quiere Dios el alma. Sentirnos pecadores es la cualidad primordial para recibir la misericordia de Dios, para abrazarnos a su benevolencia.
La crisis actual de hombre con Dios se debe, fundamentalmente, a esa falta de humildad que no quiere reconocer que una vida apartada del Creador le convierte en una criatura presa de sus instintos, en perjuicio propio, del prójimo y de la sociedad a la que pertenece. Fíjate el elenco de pecados que relaciona san Pablo en la Carta a los Romanos en aquellos que no guardan el verdadero conocimiento de Dios, y descubre si alguno de ellos no tiene actualidad: repletos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidia, homicidio, contienda, engaño, malignidad; chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, soberbios, vanidosos, inventores de maldades, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, sin compasión y sin piedad(v. 29-31). El hombre prescinde de Dios, se cree capaz de ordenar las leyes y los comportamientos y, sin embargo, llega incluso a convertirse en el propio y principal enemigo.
La Cuaresma es tiempo propicio para la conversión. Tú y yo tenemos cuarenta días para profundizar en el alma y pedir al Señor gracia para ser valientes y humildes, para reconocer que estamos necesitados de misericordia, esa vía que hace unirnos a Dios: Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz(2).
Todos estamos necesitados de conversión para alcanzar una fe alegre, motivadora. No solamente necesitan conversión los que están alejados de la Iglesia; también los católicos comprometidos. Jubileo tiene una raíz latina que significa grito de alegría. La parábola del hijo pródigo nos debe interpelar: ¿cual es mi trato con Dios? Porque podemos tener una fe triste, distante, rígida, como la relación del hijo mayor con su padre, que a pesar de tenerlo cerca no aprecia los bienes que recibe. Dios quiere llenarnos de la misericordia, la necesitamos, es fundamental para sentirnos "cristóforos", portadores de Cristo. El mundo necesita del protagonismo de los cristianos. Se nos exige dar un sentido más humano al hombre y a su historia(3). Tenemos una misión perentoria: llevar a Cristo al mundo. Los corazones de los hombres están fríos, gélidos, porque les falta el amor de Dios, ¡carecen de júbilo! El Señor tiene "designios de misericordia" como revelaba el Ángel de Fátima a los pastorcitos. Debemos asumir el reto del evangelista: Sed misericordiosos como el Padre vuestro es misericordioso(Lc. 6,36).
¿Qué tal si empezamos por repasar las obras de misericordia, las corporales y las espirituales? Se ha dicho que son los apellidos de Dios. En los próximos posts puedes repasarlas conmigo. Repasarlas, eso sí, para ponerlas en práctica. Para empezar de cero o recomenzar, tómate en serio un sacramento: la Confesión.
Te dejo con el video del Papa Francisco con la intención para este mes de febrero. Habla de tu casa y de la mía.
(1) La Divina Misericordia en mi alma, Diario de Santa María Faustina Kowalska, pág. 50.
(2) Bula del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Papa Francisco, pág. 1
(3) Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes. n 40.
Recientemente se ha publicado el libro El nombre de Dios es Misericordia, que recoge una conversación del periodista Andrea Tornielli con el Papa Francisco. Preguntado sobre que es la misericordia, el Papa contesta que es la aptitud divina que abraza, es la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar. Cuando el 13 de marzo de 2013 Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, a la pregunta según el ritual ¿Aceptas?, contestó: Soy un gran pecador. Confiando en la paciencia y en la misericordia de Dios, en el sufrimiento, acepto. Reconocimiento de las miserias propias de un hombre llamado para ser el sucesor de Pedro. El 19 de abril de 2005, el antecesor del Papa Francisco, Benedicto XVI, en su discurso inaugural desde el balcón de la Basílica de San Pedro afirmó: Me consuela que el Señor sepa trabajar con instrumentos insuficientes y me entrego a vuestras oraciones. Humildad de otro hombre de Dios.
Desde que Pedro reconoció la condición de pecador después de la pesca milagrosa: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador (Lc. 5,8), el corazón del hombre sucumbe ante el descubrimiento del amor que Dios le tiene. Santa María Faustina Kowalska percibía así la misericordia del Señor: El conocimiento de mi miseria me permite conocer al mismo tiempo el abismo de Tu misericordia(1). Todos los santos han experimentado este profundo reconocimiento de la pobreza del hombre; así quiere Dios el alma. Sentirnos pecadores es la cualidad primordial para recibir la misericordia de Dios, para abrazarnos a su benevolencia.
La crisis actual de hombre con Dios se debe, fundamentalmente, a esa falta de humildad que no quiere reconocer que una vida apartada del Creador le convierte en una criatura presa de sus instintos, en perjuicio propio, del prójimo y de la sociedad a la que pertenece. Fíjate el elenco de pecados que relaciona san Pablo en la Carta a los Romanos en aquellos que no guardan el verdadero conocimiento de Dios, y descubre si alguno de ellos no tiene actualidad: repletos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidia, homicidio, contienda, engaño, malignidad; chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, soberbios, vanidosos, inventores de maldades, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, sin compasión y sin piedad(v. 29-31). El hombre prescinde de Dios, se cree capaz de ordenar las leyes y los comportamientos y, sin embargo, llega incluso a convertirse en el propio y principal enemigo.
La Cuaresma es tiempo propicio para la conversión. Tú y yo tenemos cuarenta días para profundizar en el alma y pedir al Señor gracia para ser valientes y humildes, para reconocer que estamos necesitados de misericordia, esa vía que hace unirnos a Dios: Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz(2).
Todos estamos necesitados de conversión para alcanzar una fe alegre, motivadora. No solamente necesitan conversión los que están alejados de la Iglesia; también los católicos comprometidos. Jubileo tiene una raíz latina que significa grito de alegría. La parábola del hijo pródigo nos debe interpelar: ¿cual es mi trato con Dios? Porque podemos tener una fe triste, distante, rígida, como la relación del hijo mayor con su padre, que a pesar de tenerlo cerca no aprecia los bienes que recibe. Dios quiere llenarnos de la misericordia, la necesitamos, es fundamental para sentirnos "cristóforos", portadores de Cristo. El mundo necesita del protagonismo de los cristianos. Se nos exige dar un sentido más humano al hombre y a su historia(3). Tenemos una misión perentoria: llevar a Cristo al mundo. Los corazones de los hombres están fríos, gélidos, porque les falta el amor de Dios, ¡carecen de júbilo! El Señor tiene "designios de misericordia" como revelaba el Ángel de Fátima a los pastorcitos. Debemos asumir el reto del evangelista: Sed misericordiosos como el Padre vuestro es misericordioso(Lc. 6,36).
¿Qué tal si empezamos por repasar las obras de misericordia, las corporales y las espirituales? Se ha dicho que son los apellidos de Dios. En los próximos posts puedes repasarlas conmigo. Repasarlas, eso sí, para ponerlas en práctica. Para empezar de cero o recomenzar, tómate en serio un sacramento: la Confesión.
Te dejo con el video del Papa Francisco con la intención para este mes de febrero. Habla de tu casa y de la mía.
(1) La Divina Misericordia en mi alma, Diario de Santa María Faustina Kowalska, pág. 50.
(2) Bula del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Papa Francisco, pág. 1
(3) Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes. n 40.
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