jueves, 2 de abril de 2015

10 incongruencias sobre el aborto





Es posible que te sorprendas por el tema que voy a tratar. En las fechas que estamos el tema más propicio sería el de Semana Santa. Es verdad. Pero como siempre escribo con retraso, voy a hablar de una fecha pasada, la del día  25 de marzo que se viene celebrando desde hace unos años la Jornada Mundial por la Vida, coincidiendo con la fiesta de la Anunciación. Justo nueve meses antes de Navidad, la Iglesia propone un “parón” en Cuaresma,  para recapacitar sobre la visita del Arcángel San Gabriel anunciando a María que va a concebir a Jesús,  al Hijo de Dios. La Virgen tuvo que alegrarse por partida doble: por ser madre y por llevar en su seno al Salvador.

Tristemente en nuestro mundo hay muchos millones de mujeres que no se han alegrado, ni se alegran  ni se alegrarán cuando descubren que están embarazadas. Promiscuidad, presiones familiares, miedos a perder la pareja, cuestiones laborales y económicas, son principales causas para que el seno materno se convierta en lugar oscuro de muerte. El aborto puede considerarse que se ha convertido en un anticonceptivo más, utilizado en determinadas situaciones para cortar para siempre una vida iniciada. 

El uso ideológico por determinados partidos políticos, y las legislaciones permisivas de gobiernos de diferentes países, ha conducido a que millones de seres humanos no hayan podido nacer con argumentos tan poco convincentes como incongruentes. Si quieres conocerlas, aquí están expuestas.

Incongruente es que el aborto se considere un logro progresista alcanzado por la mujer en el “mundo libre” e impulsado por Estados Unidos, a consecuencia de la revolución de mayo del 68, para alcanzar libertad y progreso en sus formas de vida, y equipararse al hombre dejando su condición de mujer enraizada a una familia, a un hogar, a fin de vivir sin ataduras éticas o morales.

El aborto se implanta desde 1917 en la Rusia bolchevique para incorporar a la mujer al proceso de industrialización. Ser madre era una ocupación nula para el proceso de industrialización que quiso emprenderse. Con la práctica de abortos, las mujeres se convertían en elementos productivos a costa de eliminar vidas. Este mismo proceso fue aplicado en China con los mismos fines rusos, y para frenar la superpoblación.

A finales de la Segunda Guerra Mundial Japón también sufre el aborto instaurado por Estados Unidos –que hasta comienzos de los años 70 no será despenalizado en este país-. La sociedad japonesa de profundas raíces culturales y familiares, se rompe para que la mujer se implique en el proceso de reconstrucción nacional. 

Incongruente es que en España el aborto se considere un derecho, permitiendo abortar sin límites en los casos de riesgo para la salud de la madre,  malformación del feto y de violación,  cuando el  aborto es un delito regulado en el Código Penal, Título VIII (Delito contra las personas). Que un delito se convierta en derecho, reformando para ello el Código Penal en aplicación de una ley es una de las mayores incoherencias jurídicas y legislativas. No hay ningún delito que dependiendo de sus circunstancias pueda convertirse en derecho. El robo, por ejemplo, es un delito que puede atenuarse la pena si hay un estado de necesidad, pero nunca será un derecho porque prevalece el derecho a la propiedad de terceros.

 Todas las legislaciones penales establecen con carácter general las circunstancias que implican la exención de responsabilidad penal de su autor. El aborto no es excepción. El aborto es un delito porque atenta contra la vida de un ser humano no nacido, pero ser humano que tras un periodo de desarrollo en el vientre de su madre nacerá. No está tipificado para contrarrestar derechos a la mujer, sino para proteger los del no nacido, que es el ser más indefenso en esta y en otras situaciones. Sin la reforma del Código Penal, el aborto no equivalía a condena para la mujer en cualquier caso.

Incongruente es que siendo España el tercer país europeo donde más abortos se practican, por detrás de Francia y Reino Unido, según informe del Instituto de Política Familiar (“El aborto en España.1985-2013”), se legisle una ley tan sumamente permisiva y no se emprendan campañas para fomentar el índice de natalidad. Durante este periodo en España se han llevado a cabo un total de 1.914.446, equivalente a toda la población de Navarra, La Rioja y Cantabria, incrementándose en un 140% en los últimos veinte años. El 30% de esta generación no ha podido nacer. Según el presidente de este Instituto, Eduardo Hertfelder, “es una de las causas claras del descenso en la natalidad española”. 

Incongruente es que el partido que hoy gobierna en España en la última campaña electoral propugnara una reforma de la actual ley del aborto, y que alcanzado el poder y creada la reforma se diera marcha atrás por el presidente del Gobierno, “… porque no podemos tener una ley que cuando llegue otro gobierno la cambie”, cuando lo que se encerraba detrás de estas inauditas declaraciones era la disensión interna dentro del partido, y el temor a perder votos en las siguientes elecciones, lo que provocó la dimisión del Ministro de Justicia.

Incongruente es que desde hace cinco años el Tribunal Constitucional no haya resuelto el recurso planteado por el Partido Popular sobre la inconstitucionalidad de la reforma de la ley aprobada en 2010,  lo que demuestra la politización de este Alto Órgano Judicial y el desinterés por resolver un recurso en el que está en juego muchas vidas humanas.

Incongruente es que a pesar de los avances de la Genética y la investigación del genoma humano, haya un empeño en falsear los datos proporcionados por la Ciencia y se sostenga la existencia de diferencias en las primeras etapas de vida de un ser humano. Es un hecho incuestionable que existe vida desde el primer momento de la concepción. El cigoto –nueva célula surgida de esa unión- combina los cromosomas del óvulo y espermatozoide, creando una realidad completamente nueva. Es solo cuestión de tiempo el desarrollo de esa vida con sus capacidades y potencialidades propias de una persona.

Incongruente es afirmar que dependiendo del periodo de gestación se puede proteger o quitar la vida de una criatura por no considerarla ser humano formado todavía. Haciendo un rápido repaso desde las primeras semanas de vida, atisbamos el perfecto desarrollo del embrión hasta convertirse en feto: a las cinco semanas ya está en marcha el desarrollo del cerebro, de la médula espinal y del corazón, comenzando a latir en esta semana; a las seis semanas ya han ocurrido más de un millón de latidos, se han formado la cabeza y el pecho, se distinguen claramente lo que serán las manos y los pies; a las seis semanas y media continúa el crecimiento rápido del cerebro, apareciendo los hemisferios cerebrales; a las siete semanas empiezan a formarse los dedos de las manos; a las ocho semanas se endurecen los huesos de la mandíbula y de la clavícula; a las nueve semanas las niñas ya tienen ovarios y los niños testes, el corazón está prácticamente formado; a las diez semanas los riñones comienzan a producir y a liberar orina, comienzan movimientos respiratorios intermitentes, las manos y los pies se mueven y los embriones muestran los primeros signos de ser diestros o zurdos y ya se tiene el 90% de las 4.500 partes del cuerpo del adulto, ya puede denominarse feto –que significa pequeño o no nacido-; a las doce semanas comienzan a formarse las huellas dactilares mientras que comienzan a crecer las uñas de las manos y de los pies; a las trece semanas los labios y la nariz se han formado completamente y a las catorce semanas el feto produce una gran cantidad de hormonas alcanzando los brazos la longitud proporcional al cuerpo. 



Incongruente es que mientras que para unos partidos políticos se considere el aborto como un derecho de la mujer a decidir sobre la vida que lleva dentro, otros consideren que el aborto es una desgracia para la mujer y para la sociedad y no adopten medidas que favorezcan el apoyo, la protección y la ayuda para aquéllos casos en los que muchas mujeres se plantean el aborto por no encontrar otra solución.

Incongruente es que según numerosas investigaciones demuestran que aproximadamente el 20% de las mujeres que abortan voluntariamente sufren reacciones ansiosas-depresivas, sentimientos de vacío y dolor, síndrome llamado post-aborto, que es un trastorno psiquiátrico que aparece en personas que han vivido un episodio dramático en su vida, y se facilite que para evitar una enfermedad psíquica de la mujer, se posibilite una más perjudicial para su estabilidad emocional. Cabe reseñar, que muchas mujeres con embarazos indeseados superan cualquier trauma una vez que deciden dar a luz a sus bebés. Mientras que el síndrome post-aborto conduce inexorablemente a un estado emocional traumático persistente.

Incongruente, es que desde el momento de la concepción el embrión no es un amasijo de células ni un ser indeterminado; es una vida humana. Por tanto, ante cualquier contingencia experimentada por la mujer, por dolorosa y traumática que sea, practicar un aborto es terminar con la vida de un ser humano inocente. Los estados deben garantizar no solamente su protección, sino fomentar campañas de ayuda a aquéllas mujeres en riesgo de tomar estas determinaciones por sus lamentables experiencias personales. Y si se trata de una vida con importantes taras físicas y psíquicas, la medicina no está para erradicar las enfermedades a costa de dar por terminada una vida en sus primeros comienzos; su misión es aportar el máximo de sus conocimientos para hacer llevadera una enfermedad.

La Iglesia Católica siempre se ha posicionado a favor de la defensa y promoción de la vida humana. Por dejar dos muestras debo referirme a dos Papas, uno ya en los altares, el Papa Juan Pablo II, y otro en pleno ejercicio de su pontificado, el Papa Francisco. San Juan Pablo II fue un defensor a ultranza de la vida, recordando reiteradas veces los derechos inalienables de los no nacidos. Así se refleja en la Encíclica EvangeliumVitae, publicada el 25 de marzo de 1995, que trata sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana. 

A lo largo del pontificado del Papa Francisco en diversas ocasiones ha manifestado el derecho a la vida del no nacido, en clara disconformidad con esa “cultura del descarte” en la que ancianos, enfermos, discapacitados y todas cuantas personas nacidas o no aporten actividad a la sociedad, tienen que ser descartados del modo y manera que la autoridad pública adopte más adecuado. 

A finales del pasado año el Romano Pontífice recibió a la Asociación de médicos católicos italianos, con motivo del 70 aniversario de su fundación, y les dijo que "no existe una vida humana más sagrada que otra", hizo un llamamiento a superar la "falsa compasión" que la sociedad impone también a los médicos, "la que considera una ayuda para la mujer favorecer el aborto, un acto de dignidad facilitar la eutanasia, una conquista científica ´producir´un hijo considerado como un derecho en lugar de acogerlo como un don" para ejercitar, en cambio, una opción a favor del "Evangelio de la vida".












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