El
futuro siempre preocupa, la incertidumbre es una cuestión que el hombre no sabe
resolver para encontrar seguridad a lo que está por vivir. Intentamos
planificar la vida en función de nuestros proyectos, pero siempre quedan
condicionados a circunstancias que los pueden trastocar. Con la llegada de un
nuevo año surgen propósitos, deseos, ilusiones, pero también inquietudes, intranquilidades, porque somos vulnerables y siempre quedarán dudas de si podremos alcanzar los propósitos anhelados. ¿Estamos seguros que todo depende únicamente de nuestros esfuerzos?
Para
paliar las incertidumbres ante lo desconocido, aunque sea de manera
inconsciente, por guardar las costumbres, estas fechas son propicias para
dejarnos llevar por supersticiones chocantes y simpáticas como ponerse en
Nochevieja alguna prenda de vestir roja, comerse las doce uvas -¡todas!-, echar
un anillo en la copa de sidra o champagne, comer lentejas el último día del año…
Y pedimos los mejores propósitos, metas a las que llegar, objetivos para
cargarnos de ilusión. Lo pedimos, sí, después de un brindis en Nochevieja; pero
¿a quién? Al Año Nuevo. ¡Cuántas peticiones habrán salido para el año 2015! Una
pregunta llamativa: ¿nos hemos parado a pensar que un año es tan solo el tiempo
que tarda nuestro planeta Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol?
Nos dirigimos a una medida temporal porque persiste esa inquietud en el hombre
por reconocer que por nosotros mismos no somos capaces de labrarnos un futuro sin
inquietudes y temores. Estamos necesitados de ayuda y protección. Un nuevo año
parece que nos supera, que se nos va a hacer largo, que habrá momentos en los
que marcharemos con paso firme, pero también trayectos que se harán cuesta arriba.
Vemos ilusión, pero desasosiegos a la vez. No las tenemos todas consigo,
podríamos decir.
Los
cristianos tenemos más fácil a quien dirigirnos para dejar en buenas
manos nuestras inquietudes y propósitos, para entrar en un nuevo año con
ilusión y esperanza. El mismo día 1 de enero la Iglesia celebra la fiesta de
Santa María, Madre de Dios, el título más preciado a consecuencia de la
perfecta unión de la naturaleza divina y humana de Cristo desde el momento de
la concepción. Comienza el año civil, y el principal anhelo para la humanidad
es la paz; por esta razón también invocamos a María como Reina de la Paz.
Deseamos la paz, en nuestros corazones; un corazón en paz consigo mismo y con
el prójimo transmite alegría, felicidad, estado que todos buscamos.
Cuando san Juan Pablo II perdió a su madre siendo un adolescente, se puso de rodillas y le dijo a la Virgen que ahora que ya no tenía madre en la tierra, debería ser Ella quien le cuidara desde el Cielo. En Cruzando el Umbral de la Esperanza, nos describe el significado de la devoción mariana: Así pues redescubrí la nueva piedad mariana, y esta forma madura de devoción a la Madre de Dios me ha seguido a través de los años. La Virgen cuida de nosotros, se ocupa de nuestras preocupaciones, quiere estar muy cerca de cada uno de sus hijos porque ama con un corazón rebosante de gracia, con un alma llena de Dios. Llevó en sus entrañas al Salvador, le trajo a la tierra en su bendito vientre, le cuidó, le alimentó, le vistió, le protegió como cualquier buena madre hace con su hijo. Era el Hijo de Dios, pero necesitaba de una madre, precisaba unos brazos que le cogiesen, unos pechos que le amamantaran y el cariño propio para crecer en paz y alegría.
El
comienzo de un nuevo año es propicio a formularnos reflexiones. Te propongo
una: tenemos por madre a la Madre de Dios. Me gusta imaginarme a la Virgen llevando de la mano al Niño Jesús
en sus primeros pasos. Se sentiría seguro, sonreiría al descubrir que a pesar
de la torpeza de sus pasos no se cae, se ve seguro, porque se sabe bien cogido
por la mano de María. Así podemos vernos tú y yo en los inicios del año 2015.
Niños pequeños, que vamos a lo largo de todos los próximos 365 días bien
agarrados a la Virgen. Fíjate lo que se atrevió a escribir Santa Teresa del Niño Jesús, en Últimas Conversaciones : “ella no tuvo una Santísima Virgen a quien
amar y eso es una dulzura más para nosotros y una dulzura menos para ella”.
Tú y yo podemos amar a la Virgen. Y para amarla hay que tenerla presente, y hay que tenerla presente para amarla. Hay innumerables maneras de acordarnos diariamente: rezando el Avemaría, el Rosario u otras oraciones marianas, llevar una estampa en la cartera, tener bien a la vista en casa una imagen suya, saludarla cuando salimos o entramos a casa. ¡Mil detalles! No esperes a que llegue la fecha de las fiestas patronales o la romería de tu pueblo o ciudad para mostrarle lo mucho que la quieres. Empieza ya, en los inicios de este año 2015. No quedarás defraudado. María desea que confiemos a ella nuestras ilusiones y buenos propósitos para este año; y también nuestros temores e inquietudes. Es natural: la Madre de Dios es nuestra madre.
Tú y yo podemos amar a la Virgen. Y para amarla hay que tenerla presente, y hay que tenerla presente para amarla. Hay innumerables maneras de acordarnos diariamente: rezando el Avemaría, el Rosario u otras oraciones marianas, llevar una estampa en la cartera, tener bien a la vista en casa una imagen suya, saludarla cuando salimos o entramos a casa. ¡Mil detalles! No esperes a que llegue la fecha de las fiestas patronales o la romería de tu pueblo o ciudad para mostrarle lo mucho que la quieres. Empieza ya, en los inicios de este año 2015. No quedarás defraudado. María desea que confiemos a ella nuestras ilusiones y buenos propósitos para este año; y también nuestros temores e inquietudes. Es natural: la Madre de Dios es nuestra madre.
¡Feliz
Año 2015!
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