Gracias a una compañera de trabajo he podido conocer el contenido traducido al castellano de uno de los éxitos de Whitney Houston: One Moment in Time (Un momento en el tiempo) . El acceso a internet facilita enormemente conocer aquellas canciones que hace décadas escuchábamos sin más opción que quedarnos con la música y no así con la letra por ser cantadas en inglés. Ahora, por ejemplo, podemos descubrir que The winner takes it all (El campeón se lo llevó todo), interpretada por Abba, trata de unos dioses que juegan a los dados, y deciden en una relación de una mujer y dos hombres, quién es el ganador para convertirse uno en amante dejando en segundo lugar al otro, como amigo; que en la última canción grabada por Los Beatles antes de su separación, cuyo título es Let It Be, (Déjalo ser…), mencionan a la Madre María como ayuda ante los obstáculos y luz en horas de oscuridad; o que Phil Collins en Can´t stop loving you hace un canto de ese amor que marcha, pero dejando tal huella en el corazón que se niega a dejar de amar. A lo largo de nuestra vida siempre existen momentos y situaciones que nos identifica con una canción determinada por su contenido. Si te das cuenta la mayoría de las canciones que entran por los oídos y se quedan en el corazón se refieren a despedidas, desamores, frustraciones sentimentales, amores imposibles… El corazón se recoge en sentimientos cuando anhela el objetivo imposible, cuando no es correspondido, cuando entra en nostalgia al ver alejarse los felices momentos vividos. Y para aprender a amar, hay que aprender a sufrir. Así es la vida. Y como solo tenemos una, hay que amarrarnos bien a ella para sacarle todo el provecho posible. Todas las ocasiones son propicias para fortalecer nuestras virtudes, para luchar contra las propias miserias.
Reconozco que One Moment in Time me ha calado. Por la composición musical, por la letra y la interpretación. Desde un primer momento me surgió la duda: ¿A quién le pide Whitney un momento en el tiempo? ¿A su madre? ¿A su manager? ¿A su mejor amigo? ¿A quién puede pedir un momento para sentir la eternidad? Dos días antes de morir subió al escenario por última vez para ensayar la gala de los Premios Grammy 2012. Junto con Kelly Price cantó “Jesus loves Me”, en la que se repite ocho veces “Oh, si Jesús me ama…”, “Si Cristo me ama…” El título de la canción y el contenido de la letra dice mucho, casi todo, y puede dar contestación a la pregunta. En el cénit de su carrera profesional y en el ocaso de su vida Whitney muestra que fama y felicidad no es complemento inquebrantable, que el éxito personal no es ver colmados nuestros deseos materiales, sino saber para lo que se nace, para lo que se vive y para lo que se muere.
Hace pocos días me quedé con una frase que se colgó en Facebook que decía: hay dos grandes días en la vida de una persona: el día en que nace y el día en que descubre para qué. El principal reto que tiene el ser humano en pleno siglo XXI es discernir el sentido que debe tener su vida. ¿Alguna vez te has preguntado seriamente si has descubierto el sentido de tu vida? Esa es la pregunta clave para encauzar una vida. Vivir para qué. No queremos plantearnos la pregunta pero no por eso deja de estar candente en nuestro pensamiento. ¿Vivir para qué? ¿Para morir? Triste meta. Derrota anunciada. Necesitamos ampliar nuestro horizonte, ser capaces de vislumbrar no solamente las raíces de nuestra existencia, sino el futuro de nuestras vidas. Benedicto XVI descubre que los límites del ser humano no se reducen a una existencia temporal: “El hombre ha sido creado para el infinito. Todo lo finito es demasiado poco”. Queremos ser libres, buscamos superar obstáculos, eliminar barreras, pero siempre nos topamos con los límites de una concepción del hombre que no sobrepasa el concepto del tiempo. A pesar de haber podido alargar la media de edad en la tierra, ¿somos más felices por vivir más años? Posiblemente no. ¿Es la humanidad más feliz por haber puesto los pies en la luna? ¿Somos más dichosos por vivir una vida más confortable que nuestros padres? Ta vez tampoco. Luego entonces, el desencanto ¿no será consecuencia de que todo lo fiamos a cuestiones materiales, sin plantearnos que la verdadera felicidad consiste como Whitney Houston nos canta en alcanzar la eternidad y ser libres de todas, absolutamente todas, las limitaciones humanas que nos impiden ser verdaderamente dichosos?
Y esa felicidad, rozar la eternidad, no es ni más ni menos que disfrutar de la presencia de Dios. Sí, disfrutar de la eternidad ya en la tierra. Los católicos tenemos un momento durante el día en que se para el tiempo. Podemos vivir ese tiempo de eternidad en una celebración que recorre diariamente los cinco continentes: la Santa Misa. En el altar de una basílica, de una catedral, de tu parroquia o de la más humilde de las iglesias de África, Dios se hace presente, se ofrece por ti y por mí, no como acto simbólico y testimonial; sino como Ofrenda por tus pecados y por los míos, único obstáculo que nos separa de la Eternidad. Si ya es decir mucho, más es saber que si tú lo quieres, porque de ti únicamente depende la respuesta, puedes albergar en tu alma al Dios Eterno. De haber conocido y participado Whitney Houston de este Misterio posiblemente su vida hubiera cambiado radicalmente. Este Año de la Fe es buen momento para que te impregnes más del contenido de esta celebración, que asistas no solamente en días de precepto, sino algún día entre semana, y que si lo haces diariamente no te acostumbres a una rutina piadosa: ¡vívela! Y la mejor manera es que con las debidas disposiciones recibas al Señor cada vez que asistas. Pide el auxilio de María, que fue la primera en albergar en su seno a Jesucristo. ¿Que no vas? Pues que sepas que también Dios te está esperando, porque el Cielo también ha sido creado para ti. Aunque estés distante, Él está muy cercano, muy próximo, como si fueras el único habitante de la tierra.
Finalmente, hablemos de la muerte de nuestra diva. El próximo día 11 será el aniversario de su fallecimiento en extrañas circunstancias. El 18 de febrero de 2012 se celebró un funeral Gospel en la Iglesia New Hope Baptist en Newark, New Jersey, en una ceremonia multitudinaria. El día 19 fue enterrada junto a la tumba de su padre en Westfield, New Jersey. Practicada la autopsia se encontró agua en sus pulmones. Se especuló que quedó dormida por los efectos de un calmante y alcohol lo que hizo que muriera ahogada por asfixia. Tú y yo no vamos a especular por las circunstancias de su muerte. Nuestras inquietudes son otras.
No obstante, puedes pensar que ese final de vida sea poco ejemplar para alcanzar la gloria. No hay que estar tan seguro. Verás. La fama de santidad de San Juan María Vianney fue célebre en Francia. Son famosas sus muchas horas de confesionario en el pueblecito de Ars. Miles y miles de personas peregrinaban para confesarse con él. Además el Señor quiso darle el don de la intuición sobrenatural. Un día una mujer enlutada, entre los muchos peregrinos que esperaban de rodillas la llegada del santo cura al templo de la iglesia, se vio sorprendida al detenerse San Juan María Vianney e inclinarse al oído para decirle: “Se ha salvado”. Ante el sobresalto de la mujer le repitió: “Se ha salvado.” La desconfianza de la mujer hizo que el cura santo silabeando le repitiera: “Le digo a usted que se ha salvado. Está en el purgatorio y hay que rezar por él… Entre el parapeto del puente y el agua, tuvo tiempo para hacer un acto de contrición. La Santísima Virgen le alcanzó esta gracia… Algunas veces su esposo, aunque irreligioso, se unía a las oraciones de usted. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento y el supremo perdón.” El marido de esta mujer murió de suicidio voluntario. La pobre viuda no podía imaginárselo sino condenado. Desesperanzada de no volver a verle más. La mujer no pudo contener la alegría: “¡Se ha salvado. Le veré, pues, en el Cielo…!”. “¡Señor cura, ya estoy curada!”. Esta atormentada mujer no arrastraba otra enfermedad que el desconsuelo de no haber podido hacer más por llevarle por el buen camino, el de la salvación de su alma. Hablar de Dios, ya sabes, es hablar de misericordia, misericordia infinita. Y con el auxilio e intercesión de la Virgen más almas van al Cielo. Eso sí, no te acojas tú a la pillería de vivir una mala vida y reconciliarte con Dios en el último momento de tu vida. No es buena táctica incurrir en la temeridad; pero lo que es más desalentador es pensar que siendo posible en esta vida gozar de la presencia de Dios Eterno, la perdamos en cuestiones temporales que nos impedirá ser felices en la tierra y dichosos, por siempre, en el Cielo.
No obstante, puedes pensar que ese final de vida sea poco ejemplar para alcanzar la gloria. No hay que estar tan seguro. Verás. La fama de santidad de San Juan María Vianney fue célebre en Francia. Son famosas sus muchas horas de confesionario en el pueblecito de Ars. Miles y miles de personas peregrinaban para confesarse con él. Además el Señor quiso darle el don de la intuición sobrenatural. Un día una mujer enlutada, entre los muchos peregrinos que esperaban de rodillas la llegada del santo cura al templo de la iglesia, se vio sorprendida al detenerse San Juan María Vianney e inclinarse al oído para decirle: “Se ha salvado”. Ante el sobresalto de la mujer le repitió: “Se ha salvado.” La desconfianza de la mujer hizo que el cura santo silabeando le repitiera: “Le digo a usted que se ha salvado. Está en el purgatorio y hay que rezar por él… Entre el parapeto del puente y el agua, tuvo tiempo para hacer un acto de contrición. La Santísima Virgen le alcanzó esta gracia… Algunas veces su esposo, aunque irreligioso, se unía a las oraciones de usted. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento y el supremo perdón.” El marido de esta mujer murió de suicidio voluntario. La pobre viuda no podía imaginárselo sino condenado. Desesperanzada de no volver a verle más. La mujer no pudo contener la alegría: “¡Se ha salvado. Le veré, pues, en el Cielo…!”. “¡Señor cura, ya estoy curada!”. Esta atormentada mujer no arrastraba otra enfermedad que el desconsuelo de no haber podido hacer más por llevarle por el buen camino, el de la salvación de su alma. Hablar de Dios, ya sabes, es hablar de misericordia, misericordia infinita. Y con el auxilio e intercesión de la Virgen más almas van al Cielo. Eso sí, no te acojas tú a la pillería de vivir una mala vida y reconciliarte con Dios en el último momento de tu vida. No es buena táctica incurrir en la temeridad; pero lo que es más desalentador es pensar que siendo posible en esta vida gozar de la presencia de Dios Eterno, la perdamos en cuestiones temporales que nos impedirá ser felices en la tierra y dichosos, por siempre, en el Cielo.
Nací el mismo año que Whitney Houston y comprenderás que no tengo edad para colgar posters en mi habitación. Descarto la idea. Pero después de haber escuchado muchas veces esta canción, confieso que la tengo dentro de mis voces preferidas y One Moment in Time entre mis canciones destacadas. Me ha aleccionado a partirme el corazón por las personas que Dios ha puesto en mi vida y aspirar a alcanzar la vida eterna con más empeño desde la tierra.
Gracias. Y disculpar la extensión de este post. Creo que ha superado records. Propongo para los siguientes ser más escueto. No quiero que os eternicéis leyendo.
No hace falta añadir cual es el cierre musical para esta entrada. Es un recuerdo y un pequeño homenaje. El día 11 la recordaré especialmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario