jueves, 3 de enero de 2013

El Niño Dios y el extraterrestre

Puede resultarte chocante el título de este post; a mí también, no voy a esconderlo. Tal vez sea por un ápice de imaginación desmesurada, por dosis de ingenuidad infantil propiciada por estas fechas; pero se me ha ocurrido darle este título y lo plasmo tal cual. Dicho esto, no voy a dar pie a que te relajes. Te hago la pregunta que desarrollará esta entrada: ¿tú qué celebras desde el 24 de diciembre al 6 de enero? Y ahora sí, déjate llevar por la fantasía. Aprovechando esta época futurista, donde en lugar de recrearnos con la vista viendo la magnanimidad del sol, la belleza de la luna y la luminosidad de las estrellas, queremos encontrar lo que el futuro nos deparará a través de los astros, piensa, imagina, que dentro de este periodo de tiempo navideño aterriza una nave espacial con un simpático, feo, extraño y preguntón marciano, que entra en tu casa y te pide que le contestes para conocer mejor el planeta tierra la razón por la cual las calles aparecen adornadas con luces llamativas –y en algunas ciudades, de dudoso gusto-, el sentido de ver abetos curiosamente decorados en tiendas y escaparates, el desenfreno de gente entrando y saliendo de tiendas y centros comerciales; y la razón de que en algunos hogares y lugares públicos se vean unas figuritas que representan a un niño recién nacido, con su padre y su madre mirándolo con semblante sereno y recogido.

¿Qué le contestarías? Estoy seguro que si vas paseando con este supuesto extraterrestre y pasas cerca de una hamburguesería con un bullicio de niños comiendo tarta le dirás que están celebrando un cumpleaños. Si en lugar de aterrizar el inesperado visitante en estas fechas lo hace en los meses estivales cerca de un restaurante, y observa a un chico con un traje oscuro muy bien vestido y a una chica con un vestido blanco largo preciosa ella y precioso el vestido, le explicarás que son una pareja de novios que se han casado. Y si, por poner otro ejemplo, allá por el mes de mayo o junio se posa una noche en una plaza, y se encuentra a jóvenes y no tan jóvenes con iguales camisetas saltando, brincando y repitiendo a voz en grito “¡¡¡campeooones, campeooones, oeeé, oeeé, oeeé!!!” tendrás que decirle que celebran el triunfo importante y trascendental de su querido equipo de fútbol. Cualquier hijo de vecino dará fácilmente las oportunas referencias al extraterrestre para encontrar el sentido de estas celebraciones. Vale. Pero, volviendo a la pregunta concreta ¿qué estarías dispuestos a contestar al marcianito respecto al sentimiento de estas fechas navideñas? ¿Tienes, -tengo, tenemos los cristianos- las ideas claras sobre el sentido de estas fiestas? Es más: ¿tenemos sólida convicción de que en las fiestas navideñas celebramos el nacimiento del Hijo de Dios del vientre inmaculado de una joven desposada con un varón? ¿Las vivimos como si cada año en lugar de conmemorar el misterio de Dios hecho Hombre, es a nuestro corazón, a nuestra alma, a la que viene a morar? Aquí ya tengo serias dudas de que todos coincidamos. Porque puede que por no tener una firme convicción de su trascendental significado contestemos al interlocutor del espacio que Jesucristo fue un personaje histórico, que llevó una vida de entrega por los demás, que se batió el cobre con la autoridad política y religiosa de su época, y que no fueron suficientes las curaciones y milagros que hizo, la autoridad moral con la que habló a sus contemporáneos, para evitar morir crucificado, la muerte más ignominiosa con que los romanos ajusticiaban a los delincuentes. Pero nuestro hombre del espacio es inteligente, muy inteligente, y no entiende que para otros personajes históricos de los cuales se ha ilustrado convenientemente en su planeta de origen como Gandhi, Martín Luther King, Thomas Alva Edison o Alexander Fleming, que tanto han aportado a la civilización, no se reúnan las familias en el mismo día de su nacimiento para cantar canciones raras con un instrumento tan ramplón llamado pandereta, ni que la manera de computar el tiempo se haga a partir del nacimiento de este niño, y no a partir de la fecha del alumbramiento de estos célebres personajes. Hemos errado en la explicación: el extraterrestre no entiende que Jesucristo, el Niño Dios, sea un personaje histórico sin más. Nos hemos quedado solamente en su humanidad, Santísima humanidad, pero con un plano terrenal.

Esta es una perspectiva que muchos cristianos tienen del Mesias. Y así, difícilmente pueden convencer y explicar de la importancia que supone su nacimiento. No. Al pequeño extraterrestre hay que explicarle el sentido divino de nuestro recién nacido. Y decirle que la alegría transformadora de nuestras vidas se percibe con el Nacimiento de Cristo, pero que no alcanza su plenitud hasta llegado el Domingo de Resurrección. Si apreciamos a Jesús como un personaje histórico sin más estamos dejando vacío de contenido el mensaje de salvación que propugna. En otras palabras: hay que vivir con profunda devoción la Navidad, pero con la mirada puesta en el Cielo. Ahora las antenas del pequeño ser se levantan, sus ojos se agrandan ocupando casi toda la cara, y comenta ensimismado: ¡que el pequeño por el que se celebra la Navidad es inmortal! Así es. Y adquiriendo la condición humana no solo abre las puertas de la inmortalidad, que sería ya un anhelo sublime para el ser humano, sino ¡las puertas del Cielo! Dios mismo baja del Cielo para que el hombre pueda subir hasta él,  aún sabiendo que hasta el final de los tiempos recibirá indiferencia, odio y desprecio por parte de quienes no quieren reconocerle.

 En efecto, en este tiempo de descristianización conviene tener muy claro a ti y a mí que nuestra fe no se circunscribe a pensar y celebrar casi inconscientemente un acontecimiento histórico, como es el nacimiento de Cristo; sino a vivirlo con la trascendencia de recibir un mensaje. Y hablando de mensajes, el 21 de diciembre pasado Benedicto XVI lanzó el siguiente tweet -puedes encontrarlo ya en twitter por si no lo sabes- que reseño por si te sirve para reflexionar: “Nosotros no poseemos la verdad, es la Verdad quien nos posee a nosotros. Cristo, que es la Verdad, nos toma de la mano.” ¿No te parece plan atractivo para tu vida que Jesucristo te lleve de la mano, y cuando ésta se acabe te de un tirón para llevarte con Él a la eternidad? Sí, puedes decirme que te falta fe; pero te recuerdo que estamos en el Año de la Fe convocado por Benedicto XVI. A ti y a mí nos falta fe para vivir con intensidad la Verdad. Por eso tenemos que pedirle a Dios que nos la conceda, que nos la aumente, que nos la fortalezca para descubrir la cercanía de un Dios tan accesible, y emprender la preciosa labor de comunicarlo a los demás.

Y ahora el final de la fantasía. El pequeñito ser del espacio agradeció la explicación. Se subió presuroso a su nave, despegó pensativo en dirección a la Vía Láctea, se despidió de nuestro planeta percibiendo la belleza en la lejanía; fijó la vista en el Universo y pensó en la inmortalidad del ser humano, mirando a un lado y otro del espacio quiso comparar la belleza del Universo con ese encuentro del hombre en la eternidad con su Dios. Le hizo pensar. Buscó una nueva ocasión de visitar la tierra y seguir adquiriendo información. Pero se dijo que por mucho más conocimientos que obtuviera ninguno sería tan fascinante como el mensaje de la Buena Nueva.

El video al que te invito que veas en este post, tiene nota incluida que te transmito: En www.sonrisasdulces.com encontrará el spot que la empresa de Golosinas Migueláñez ha realizado con fines benéficos. Si le gusta, por favor, recomiéndelo. Hay que verlo entero. No es "lo que parece".... Cada vez que alguien entra en ese link y ve el Spot, Migueláñez donará 5 centimos de € a la Asociación Pablo Ugarte, que se dedica a recaudar fondos para varios Estudios de Investigación de cáncer infantil. El tope que se han marcado es de 1.000.000 de visualizaciones. Va por cerca de 800.000, pero se acaba el plazo el 6 de enero.

1 comentario:

  1. Es un comentario muy ilustrativo y sencillo de entender. Estas fechas las celebro con el recogimiento e ilusión que mi familia se merece. Me aquieta reconocer que por mis últimas experiencias frente a la vida, mi fe ha quedado un oco miezmada, pero dejo el testigo a mis hijos para que continúen con la obra.

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