Día 31 de octubre de 2019. Un año más la fiesta de Halloween impregna parques de atracciones, parques temáticos, salas de fiestas, cines, colegios, portales de viviendas, calle, familias.
Una nueva
versión de la relación del ser humano ante la tragedia de la muerte, sin más argumentos que mofas,
burlas, diversiones…Costumbre importada, éxito garantizado... y pingües beneficios a un amplio espectro de negociantes relacionados con esta mal llamada fiesta. El objetivo, perfectamente
elegido, los niños nada mejor que los niños -que curiosamente
son los que por su edad e inocencia menos piensan en la muerte y en la maldad-
para insertarse en las raíces de una sociedad. El terror vencido por la carcajada,
el grito por la guasa, la tristeza por la euforia. No se necesita más. Ni ideas
gnósticas, ni teorías esotéricas sobre la evidencia de la muerte. Basta
tomarse a chufla el enigma que angustia la existencia del ser humano. Este es
el arma para combatir a la muerte. Pobre argumento. ¿De verdad tenemos la plena
convicción que el ser humano supera así los efectos siempre desoladores de la
muerte?
La respuesta al
misterio de la muerte no está en la burla, en los rostros desfigurados por los
efectos del maquillaje o en el jolgorio callejero con “muertos vivientes”
pululando una vez al año, como se nos quiere cauterizar. La respuesta se
encuentra en una Persona, Es la misma respuesta que ha habido siempre, bien haya sido en la
Edad Media, en el Renacimiento o en la Revolución industrial o la que habrá en el siglo XXII. Siempre la misma:
Jesucristo. Ayer, hoy y siempre, Camino, Verdad y Vida. Bien claro lo tenía
Goethe cuando afirmó que “el hombre es un vaso que solo llena la eternidad”.
Escribo hoy, 1
de noviembre, fiesta de Todos los Santos. Me encuentro en mi pueblo, Tomelloso,
recordando a mi hermano en su primer cumpleaños en el que ya no puedo
felicitarle. El año pasado le regalé por estas fechas una novela. Para este año
será una Misa en nuestra parroquia, que lleva el nombre de un santo, Santo
Tomás de Villanueva. Y mañana visitaré el cementerio, y rezaré por mis difuntos
y por todos los difuntos. Le echaré de menos, y a mi madre, y a mi padre; pero no tendré motivos de tristeza sino
de esperanza, porque para un cristiano la muerte no se vence con ilusorias
fiestas -¿me puede decir alguien qué es lo que se celebra en la noche de Hawolleen?-sino con la confianza puesta en la promesa de Quien entregó su vida
para abrirnos las puertas del Cielo.
Este es el mejor
trato, lo demás son trucos para alejarnos del verdadero sentido de la vida.