sábado, 19 de octubre de 2019

El mejor de los inalámbricos



Repaso la estadística de mi blog y veo que el último publicado fue en el mes de mayo. Y vuelvo a publicar en el mes de octubre. Mayo y octubre, son meses en los que los católicos recordamos de un modo especial a la Virgen. Me alegro de esta coincidencia. 

Octubre tiene una fecha muy significativa, el 7, celebración de Nuestra Señora del RosarioComo cristiano y español me gusta recordarlo. El origen de esta devoción tan arraigada en el pueblo cristiano data de 1208. La Virgen se apareció en la capilla a Santo Domingo de Guzmán, sosteniendo un rosario que enseñó a recitarlo con el encargo de que lo predicara por todo el mundo para obtener gracias abundantes y la conversión de muchos pecadores.


Tres siglos más tarde, se produjo un histórico hecho de indudable trascendencia. Estamos en el 7 de octubre de 1571. Tres semanas antes el Papa Pio V pidió a la cristiandad que se rezase el Santo Rosario ante la inminente invasión turca. Las tropas cristianas al mando de don Juan de Austria antes de entrar en contienda también lo rezaron. El panorama no era muy halagüeño. La superioridad del ejército invasor era notoria en todos los sentidos y estaba en juego el dominio del mar Mediterráneo, tan importante estratégicamente en aquella época.  Los dos ejércitos entraron en combate esa misma fecha. El resultado de la contienda lo comunicó a la cristiandad… ¡el mismo Papa! Guiado por una inspiración, salió de la capilla para anunciar que la Santísima Virgen había otorgado la victoria en la famosa batalla de Lepanto (en la costa occidental de Grecia, y toma su nombre del puerto de Lepanto). En agradecimiento a la Virgen el Papa San Pío V instituyó la fiesta para el primer domingo de octubre, pero sería el Papa San Pío X quien la fijaría para el 7 de octubre.


Seguro que lo sabes, cada día se considera un Misterio: los tradicionales gozosos, dolorosos, gloriosos, y los luminosos -giran en torno a la vida pública de Cristo-, desde que en 2002 san Juan Pablo II aconsejó meditarlos en su encíclica Rosarium Virginis Mariae. Poco más de veinte minutos se tarda en rezarlo. Este tiempo era el que dedicaba a hablar telefónicamente con mi madre desde que murió mi padre. Así noche tras noche durante diez años, exceptuando los días que nos veíamos. Un teléfono era lo que unía a mi madre y a mí para decirnos más o menos lo mismo cada día. Daba igual, lo importante era hablar, sentirnos cerca el uno del otro. El trato con la Virgen puede compararse al trato con mi madre. Sí, puede parecer una rutina pero no lo es, por una sencilla razón: demostrar el cariño de un hijo con su madre; y una madre siempre, siempre nos escucha y nos atiende.  Y además, que es lo màs trascendental, como recuerda el papa polaco en esa encíclica: "Rosario, bendito de María, cadena dulce que nos une con Dios".

Entiendo que pienses que comparar el Rosario con un teléfono puede resultar muy simple, tal vez inapropiado, pero valga la intención para animarte a emprender una divina relación con la Virgen.  Y si eres de los que rezas habitualmente el Rosario y percibes que rezas sin expresar lo que sientes por Ella, te aconsejo quedarte con esta reflexión que hacía el más entrañable de los directores espirituales que he tenido: el peor Rosario es el que no se reza. Y no olvidemos que en nuestra vida hay muchos lepantos y sintiéndonos próximos a María hay batallas que ganaremos. Seguro.