sábado, 31 de mayo de 2014

San Juan Pablo II: Totus Tuus


Concluye el mes de mayo, mes dedicado a recordar, evocar, tratar más a María, Madre del Salvador, Madre nuestra.  Se me ocurre que para fomentar la entrañable relación que debemos tener con la Virgen, nada mejor que recordar el día 27 de abril, en el que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro la ceremonia de Canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Recordarás el lema del pontificado de Karol Wojtyla, Totus Tuus, radicado en la mariología de San Luis María Grignon de Monfort, y que es la abreviatura de la fórmula de la consagración completa que dice “Totus Tuus ego sum et omnia mea tua sunt”, que traducido al castellano quiere decir Soy todo tuyo y todo lo mío es Tuyo. Entrega a María, porque el camino para llegar a Jesús, siempre es a través de su Madre.

Un cristiano si progresar en su vida espiritual tiene que tener a la Virgen como madre. La vida de piedad tiene similitud con la vida natural de cualquier ser humano. Siempre necesitamos a una madre: desde el vientre materno nos vemos protegidos por ella; en las primeras horas de llegar al mundo, nada mejor que apaciguarnos en los brazos de nuestra madre; en la infancia, estamos más seguros teniendo la cercanía de nuestra madre; en la juventud y madurez, aunque parezca que no la necesitamos, ella está siempre a disposición de cualquier necesidad. Hasta que no mueren no dejan de ser madres; y ya desde el Cielo seguro que siguen el ejemplo de la madre de Santiago y Juan, pidiendo a Dios un buen puesto en la eternidad para sus hijos.

María, madre mía, podemos decirle con total confianza de que nos escucha. En la aflicción, en la pesadumbre, en la oscuridad del horizonte, María siempre con nosotros. Con ella la tristeza se convierte en alegría; el pesar, en optimismo y la oscuridad en luz infinita, en esperanza. Tener a la Virgen por madre es garantía de seguridad, de confianza de un hijo hacia una madre que sabe que siempre vela para su bien.

Concluimos también el tiempo pascual, han pasado cincuenta días desde la Resurrección de Jesucristo, y María está más presente en nuestras vidas, si cabe, porque ella es la Causa de nuestra alegría. Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo. Pero esta predilección de Dios no la aleja de la humanidad, de cada ser humano, de ti y de mí; todo lo contrario: nos arraiga más para considerarnos miembros de la familia de Dios, somos ¡hijos de Dios! merced a la humildad de una joven virgen.

Si consideramos a María nuestra madre es porque formamos parte de una familia. No podemos vivir afianzadamente nuestra fe si no nos consideramos pertenecientes a una familia: la de los hijos de Dios. El Papa Francisco en la homilía de Canonización recordó que en una ocasión Juan Pablo II dijo que le gustaría que fuera recordado como el Papa de la familia. Y las últimas palabras pronunciadas en su agonía, con gran sentido de filiación divina, fueron: Dejadme ir a la Casa del Padre. Y esa casa, ese hogar, no es otro que el Cielo.

Por si quieres aprender una virtud de la Virgen María te recomiendo que leas el capítulo 1, versículo del 39 al 56, del evangelio de Lucas. En él se narra que María, estando ya embarazada, se pone aprisa en camino para ir a casa de Isabel y Zacarías, y quedarse por espacio de tres meses. Ella, con Jesús en sus entrañas, va a servir, a ayudar a su prima Isabel, mayor que ella, embarazada de Juan, El Bautista. Llevar a Cristo a los demás, con espíritu de servicio, de entrega, para que otros puedan conocerlo, tratarlo, amarlo, tiene que ser la principal tarea de un cristiano. 

Este fue el empeño de San Juan Pablo II. Hizo 104 viajes apostólicos fuera de Italia y 146 en el interior de este país, visitó 129 naciones, 616 ciudades, 317 de las 333 parroquias que hay en la Ciudad Eterna a lo largo de los 26 años, 5 meses y 17 días de Pontificado. Una barbaridad, ¿no?

Merced a este afán apostólico en dos ocasiones, de las cinco que visitó España, he tenido la dicha de haber podido verle y escucharle en Madrid. La primera, en el año 1993, en la Plaza de Colón; la segunda, con mis dos hijas, en el año 2003, recibiéndole a su llegada a Madrid, en la que fue su última visita a España.



Fue precisamente en el año 2011, en el mes de mayo, cuando inicié este blog, con el título de una de sus poesias: Canto del sol inagotable. Lo tengo como patrono. Desde el día de su Canonización lo tengo visible en el blog, ya como San Juan Pablo II, comparte espacio con el Siervo de Dios Ismael de Tomelloso, en proceso de Canonización. Para que te fijes y te des cuenta que Dios nos llama a cada uno a ser santos en cada una de las circunstancias de nuestra vida. Y siempre confiando a María nuestros afanes apostólicos: Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo(1).

El espacio se acaba y ya no puedo referirme al otro santo canonizado el 27 de abril, san Juan XXIII. Lo dejamos para el siguiente post.

(1) Evangelii Gaudium, pág. 213, Papa Francisco.