Desde el pasado día 5 de este mes, la Iglesia Católica nos ofrece cuarenta días para prepararnos a celebrar el Triduo Pascual de la Semana Santa. Es tiempo de Cuaresma.
A una gran cantidad de cristianos si le preguntaran sobre el sentido de
la Cuaresma posiblemente le costaría contestar acertadamente, o lo que es lo
mismo, con el sentido verdadero que la Iglesia quiere que pongamos en práctica.
Vivir las exigencias de la Cuaresma no supone únicamente abstenerse de comer carne los
viernes, y guardar ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo; es más,
podríamos decir que este es solo el aspecto externo del verdadero sentido de estos
cuarenta días. Ciertamente que donde se fragua la profundidad de la Cuaresma es
en otra profundidad, en la del ser humano.
Sin embargo, la mejor explicación que puede darse de la
Cuaresma –al menos así quiero intentarlo- es meterse en la mentalidad de quien
tanto valor da al estado del cuerpo, para explicar el cuidado del alma que
debemos alcanzar quienes así nos lo proponemos, con la gracia, por supuesto, de
Dios. Es un tiempo, por tanto, para robustecer el alma, para ponerla cachas.
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua
nos dice que cachas es una adjetivo que se emplea coloquialmente para definir a
una persona que está musculosa, fornida. Hoy día el culto al cuerpo está muy
extendido, lo sabes. Para conseguirlo se busca un buen consejero, un preparador físico para asesorarse e instruirse en consejos y pasos a seguir para gustarse cuando
nos miramos al espejo o se acerca la época veraniego de exhibir cuerpos
esbeltos y atléticos. Para ello hay que apelar al sacrificio, consistente en muchos casos en
abstenerse de tomar alimentos o bebidas que provoquen aumento de grasas en el
organismo, horas fijas de ejercicio físico, etc. Indudablemente, hay un coste económico por asistir a sesiones en un
gimnasio, pagar a un profesor de padel, comprar aparatos para hacer ejercicios
en casa o, incluso si nos introducimos ya en terrenos de gran desarrollo
muscular, tenemos ya productos para llenarse el organismo de proteínas,
aminoácidos, creatinina, vitaminas… Resumimos estos tres elementos
indispensables para un cuerpo rebosante de felicidad: consejos, abnegación y desprendimiento (económico).
Pues los tres pilares de la Cuaresma para fortalecer el alma
son muy similares a los que sirven de fortalecimiento muscular: oración, ayuno
y limosna.
Oración. La Iglesia invita a profundizar en la vida interior.
Necesitamos ese trato más íntimo con Dios, que nos aconseje, que nos instruya
para no desviarnos de la estrategia a seguir, de entrenarnos con pequeños actos
para hacer su voluntad, si queremos ser obedientes a sus mandatos. El es el
guía que nos orienta, que nos corrige, que nos encauza, sin gritos ni
aspavientos; en el silencio de la oración es donde mejor podemos escuchar sus
instrucciones.
En la oración conversamos de tú a tú con Dios; es un
don extraordinario que los cristianos deberíamos frecuentar con más
insistencia. Dios es un Padre, y como hijos podemos dirigirnos a Él con sentido
filial. San Juan lo destaca en una de sus cartas: “Ved qué amor nos ha mostrado
el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos. Por esto el mundo no
nos conoce, porque no le conoce a Él”(1). Y no solamente podemos dirigirnos a
Dios como Padre, mediante el trato con Jesucristo también encontramos sintonía
divina, e invocando al gran Desconocido, el Espíritu Santo, recibimos en nuestra alma el amor de Dios. Y si queremos hacerlo a través de una madre, ahí tenemos a María, madre
de Dios y madre nuestra, y a su castísimo esposo san José, o a los ángeles
custodios o a lo santos del Cielo. Un gran elenco de intercesores que conducen
nuestros pensamientos y nuestras vidas hacia Dios.
Ayuno. Así nos despojamos de ataduras, apetencias, de nudos que nos aferran
a nosotros mismos, olvidando nuestra relación con Dios y con el prójimo. Son
pequeñas renuncias, que no tienen que ser únicamente en los día que la Iglesia
nos propone, ni únicamente alimentarios; podríamos decir que es un mínimo que
nos exige, pero los cristianos podemos diariamente con pequeños actos de
desprendimiento eludir esas apetencias, esas comodidades “Porque el fuego del amor de Dios necesita ser alimentado, crecer cada
día, arraigándose en el alma; y el fuego se mantiene vivo quemando cosas nuevas”(2). Es una íntima y hermosa manera de tener pequeños detalles para fortalecer
una gran amor, no grande por la inmensidad de nuestros afectos, que siempre
serán muy limitados; sino por a quien lo dirigimos.
Plenus venter non
studet libenter
es una frase que repetían los paganos en una época en donde lo superfluo no era
útil, lo útil necesario y lo necesario indispensable: no
estaban cautivados por el materialismo contemporáneo, sino que buscaban
discurrir para profundizar en el propio hombre. De ahí que el significado de la
frase más o menos traducida al
castellano dice así: cuando uno come demasiado su capacidad contemplativa
disminuye. Nos entra sueño y vamos buscando el sofá o la cama para dar una
cabezacita o echarnos una buena siesta. Es una manera de identificar la aptitud
del hombre moderno: estamos tan llenos de materialidad, rodeados los sentidos
de tanto gusto por lo apetente que somos hombres y mujeres adormilados espiritualmente. La Cuaresma
es un tiempo adecuado, para ocuparnos más de vaciar la despensa de los
apetitos, para mesurar las reservas del alma.
El escritor africano Tertuliano tenía esta diáfana razón para practicar el ayuno. Así lo expresaba, a finales del siglo II: "Hay un hecho que demuestra mejor que ningún otro el deber de ayunar. Y es este: que el mismo Señor ayunó.". Poderosa razón.
El escritor africano Tertuliano tenía esta diáfana razón para practicar el ayuno. Así lo expresaba, a finales del siglo II: "Hay un hecho que demuestra mejor que ningún otro el deber de ayunar. Y es este: que el mismo Señor ayunó.". Poderosa razón.
Limosna. La generosidad es una virtud que muestra la
predisposición a ayudar a quien lo necesita. Que de nuestro bolsillo o cuenta corriente
salga un dinero destinado a paliar las necesidades de tantos hermanos, es
muestra del grado de altruismo con el que
vivimos. A nuestro alrededor hay mucha pobreza, y el tiempo de Cuaresma
es un tiempo propicio a pensar más en los demás.
El Santo Padre Francisco en el mensaje para la Cuaresma de
este año se refiere a la pobreza, y la distingue de la miseria: “La miseria no coincide con la pobreza, la
miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza”. Y
diferencia tres clases de miserias: la miseria material, llamada habitualmente
pobreza; la moral, cuando nos corrompemos por el vicio y el pecado y la
espiritual, cuando nos privamos de Dios en nuestras vidas, y nos fiamos
únicamente de nosotros mismos.
Sentir a los pobres y sentirnos pobres. Podríamos resumir
así la virtud de la limosna para esta Cuaresma. Generosidad hacia los demás y
humildad hacia nosotros mismos. Porque, y son palabras del Papa Francisco en el
mismo documento, “Se ha dicho que la
única verdadera tristeza es no ser santos (L.Bloy); podríamos decir también que
hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de
Cristo”.
Hay otra generosidad que podemos poner en práctica con el prójimo en la Cuaresma de este año: la crítica, la murmuración, los juicios despiadados, la inquina y el enojo hacia quien nos ofende. Es una buena manera de hacer bien al prójimo, evitando el daño de palabra y, por supuesto, de obra.
Hay otra generosidad que podemos poner en práctica con el prójimo en la Cuaresma de este año: la crítica, la murmuración, los juicios despiadados, la inquina y el enojo hacia quien nos ofende. Es una buena manera de hacer bien al prójimo, evitando el daño de palabra y, por supuesto, de obra.
Éstas serían las similitudes entre un cristiano,
especialmente en el tiempo de Cuaresma y un amante de un cuerpo perfecto, sano
y deportista, de un cachas, vamos. Pero,
¿cuáles son las diferencias? Aquí están las divergencias.
El fin del cachas corporalmente se encuentra en sí mismo,
en su propio cuerpo, en gustarse así mismo para exhibirse ante los demás. Para quien busca poner cachas su alma, lo
importante es dedicarse menos tiempo a sí mismo, más a Dios, e ir en busca del
prójimo no para presumir, sino para
encontrar en él a Jesucristo.
Existe otra diferencia más apreciable: la meta.
Mientras que el cachas corporal con el paso de los años encontrará flacidez en
sus músculos, con la desesperanza de que
todo el esfuerzo ha redundado en ser superado por la edad o la enfermedad, el cachas espiritual encontrará más
fortalecida la esperanza de alcanzar la recompensa por
el esfuerzo personal derrochado y la gracia de Dios recibida; esa corona
incorruptible a la que hacía referencia san Pablo: “¿No
sabéis que los que corren en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el
premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. Y quien se prepara para la
lucha, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona corruptibles; mas
nosotros para alcanzar una incorruptible”(3).
Y un consejo que te doy, amigo mío, amiga mía, sacado de
la primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, escrita por el Papa
Francisco; no te digo como quiere a los cristianos, sino cómo no nos quiere:
“Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”. No
olvides, pues, que la alegría del Evangelio se encuentra en el Domingo de
Resurrección.
En este video un grupo de universitarios nos invitan a participar hoy en el Día Internacional de la Vida en España, previo a pasado mañana que la Iglesia celebra la Anunciación del Señor, justo nueve meses antes de su Nacimiento. Estos chicos van a ser asiduos en este blog. Ya lo veréis. Sin
desmerecer ni mucho menos a los demás que intervienen, me quedo con la segunda
joven que sale. Explico la razón: es mi hija mayor, Elena. Es una manera de
presentártela. Tanto gusto. El gusto no, el gustazo, desde luego, es mío.
(1) 1 Jn. 3,1.
(2) San Josemaría Escrivá, Es Cristo que Pasa, pág. 128
(3) 1 Cor. 9, 24-25