viernes, 21 de agosto de 2015

Nuestras fiestas patronales


Nada mejor para reanudar la actividad en este blog que referirme a la pasada fiesta del día 15, la Asunción de Nuestra Señora. EL mes de agosto español está plagado de fiestas patronales en diferentes ciudades y pueblos en honor de la Virgen María. España sigue siendo una nación donde a la Madre de Dios se la quiere y se la honra bajo distintas advocaciones. No obstante, admitamos que el fervor popular hace que fácilmente se oculte el profundo y trascendental sentido religioso.  

Reconsideremos que la Asunción de María es un dogma de fe afirmado por la Iglesia. María no conoció la corrupción de la carne. Nació inmaculada, sin pecado original, a lo largo de su vida vivió llena de gracia y a la hora de la muerte fue elevada al Cielo en cuerpo y alma.  La promesa de Jesucristo a toda la humanidad tiene en la Virgen María a la principal precursora.  

Las madres siempre adquieren un protagonismo imprescindible en la vida de todos; también, en la de los santos. Precisamente un día antes de esta fiesta, el 14, la Iglesia recuerda a Maximiliano Kolbe, nacido en Zdunska Wola (Polonia), el 8 de enero de 1894, franciscano, ordenado sacerdote en Roma el 28 de abril de 1918. El 14 de agosto de 1941 murió en el campo de concentración de Auschwitz, después de catorce días de agonía, ofreciendo su vida para salvar la de un padre de familia, que había sido seleccionado por el comandante del campo para asesinarle con otros nueve prisioneros, en represalia por el intento de huida de otro. En el año 1973 fue beatificado por el Beato Pablo VI y en 1982 san Juan Pablo II le canonizó como Mártir de la Caridad.

En su biografía se descubre un hecho que determinó el camino por el que Dios le llamaba gracias a su madre. Ingresó a los trece años en el Seminario de los padres franciscanos de la ciudad polaca de Lvov, junto con uno de sus hermanos. Poco tiempo después, una gran crisis de fe hizo que los dos dispusieran salirse de la orden para emprender la carrera militar. El día antes de ponerlo en conocimiento de sus superiores, su madre llegó ilusionada al convento para comunicarles que el hermano pequeño también quería ingresar. Esto hizo replantearse la situación a Maximiliano y a su hermano, permaneciendo en la orden el resto de sus vidas. El mártir polaco siempre tuvo en cuenta esta visita de su madre a la hora de desechar la idea de abandonar su vocación; es más, sirvió para arraigar mas su fe y su vocación. Así de providencial fue su visita.

No hay madre que no haya intercedido o implorado ayuda en casos de necesidad en momentos determinados.  María sigue intercediendo por nosotros en el Cielo. En la tierra ya lo hizo. Desde el día de la Asunción lo hace en presencia de Jesucristo. Si en las bodas de Caná imploró la acción de su hijo para convertir el agua en vino y evitar que decayera el ánimo en aquélla celebración, no podemos pensar que desde el Cielo está al margen de nuestras necesidades. Está muy cerca de nosotros porque está muy cerca de Dios.

Disfruta de las fiestas en honor de tu patrona si todavía no se han celebrado. María tiene que alegrarse de que sus hijos vivan con arraigo el fervor popular hacia ella. Cuando estés en el campo, en la ermita o en la parroquia con ella, pídele por esos buenos deseos que tienes para tí y para los tuyos; pero no olvides que el mayor anhelo de María es que seas buen hijo de Dios.

San Maximiliano Kolbe así entendía el trato con la Virgen: El único deseo de la Inmaculada es elevar el nivel de nuestra vida espiritual hasta las cumbres de la santidad. 









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