miércoles, 24 de septiembre de 2014

Yo también soy nazareno






Este símbolo es la letra "Nun" del alfabeto árabe. Cuando los miembros del denominado Estado Islámico marcan en una casa o centro de trabajo con esta letra, significa que han sido localizados cristianos y, por tanto, sus vidas corren grave peligro. Si no huyen, tarde o temprano estos  extremistas les intimidarán para que renieguen de su fe y se conviertan al Islam; de lo contrario los hombres pueden ser decapitados y las mujeres tratadas como esclavas. Si huyen, lo abandonan todo, tienen que atravesar el desierto exponiendo sus vidas a morir de hambre o de sed.

En un reportaje de televisión contaba un  padre de familia que tuvieron que salir de su casa veinticuatro miembros con una botella de agua como único elemento de subsistencia. El medidor para compartir el agua era el tapón. Cada uno bebía al día el contenido de un tapón; no había otro modo de racionalizar el agua. Miles de personas no han tenido más remedio que huir de la barbarie, quedando algunos en la arena del desierto víctimas del hambre y la deshidratación.

El pasado 7 de septiembre, víspera de la Natividad de Nuestra Señora, convocaba el Papa Francisco una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero. En la parroquia Nuestra Señora de la Merced se celebró esta jornada bajo un intenso clima de recogimiento espiritual. Durante dos horas con el Santísimo expuesto en el altar mayor, se intercambiaron ratos de oración, de silencio, y de lectura de testimonios de cristianos sirios. La celebración terminó con el rezo de santo Rosario.

En uno de esos testimonios, un cristiano sirio comparaba estos tiempos con el de los vividos por los primeros cristianos: persecuciones, vejaciones, muertes indiscriminadas..., y, sin embargo, como ocurre con los confesores y mártires de la fe, no reniegan, al contrario, se reafirman más, porque el amor de Dios puede más que el miedo al frenético odio de los hombres.

Odio. Pero ¿odio a un cristiano? ¿Cuál puede ser la aptitud de un cristiano para ser odiado? ¿Por qué se odia a mujeres, niños, ancianos, jóvenes, hombres de cualquier clase o condición?

La respuesta solo puede obtenerse si consideramos que a quien se odia no son a mujeres que con esfuerzo y pocos medios sacan adelante a sus hijos, o a los padres que buscan ingresar dinero para cubrir las necesidades más elementales de sus familias, o a los jóvenes que intentan abrirse un futuro con las propias limitaciones de regiones tan pobres, todos ellos ciudadanos ejemplares respetuosos con las leyes y atentos con sus conciudadanos. No. A quien se quiere asesinar es a Dios;  solo a Dios se persigue y se busca darle muerte, no tienen otro medio que buscar la muerte de cristianos para dar muerte a Dios, a Jesucristo, Dios de la Divina Misericordia.  Los discípulos del Señor ya fueron advertidos por Jesús: Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros (Jn. 15,18). Acordaos de la palabra que os dije: “No es el siervo más que su señor”. Si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán. Si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra. (Jn. 15,20).

Gracias a esa huida de los primeros seguidores de Jesucristo pudo extenderse la Buena Nueva a todo un imperio como el romano, traspasando fronteras y continentes hasta llegar a extenderse por el mundo entero. Sin miedo a nada ni a nadie, seguros de abandonarse en la Providencia Divina, irradiaban paz y serenidad en tiempos conflictivos. Así surgió y se desarrolló el cristianismo. ¿Puede decirse que se dan las mismas circunstancias en nuestro mundo para recibir con la misma ilusión la Buena Nueva de los cristianos perseguidos?

El mundo actual, el de los grandes avances tecnológicos y científicos, es presa de un indiferentismo religioso. Al corazón del hombre contemporánea no se le llena de sentido, se le entretiene más bien. Hay una descristianización acentuada. El mundo de hoy no actúa pecaminosamente por desconocimiento de Dios. No; es por soberbia por la que prescinde de Dios, desvinculándolo por decisión propia.  El sufrimiento de los demás no cabe en la repleta agenda del hombre que solo busca el bienestar material, físico. No hay tiempo para divagar; y si lo hay se pasa de soslayo, cualquier ocupación es buena para acallar la conciencia. Es un axioma elemental: sin Dios, no hay lugar para el prójimo.

No obstante, no es menos necesario hacerse otra pregunta. ¿Qué reacción provoca el conocimiento de estos tristes hechos entre los cristianos? Deberíamos examinarnos si estamos cumpliendo lo que Dios quiere de cada uno de nosotros. Si nos complicamos la vida por mantener una aptitud cristiana o nos escondemos y nos avergonzamos cuando debemos y tenemos que dar testimonio como creyentes que somos. El mundo necesita que hablemos de Dios, que demos ejemplo con nuestras conductas que somos seguidores de Jesucristo, porque allí donde esté de nuestra parte aportar testimonios si no  lo hacemos nosotros nadie lo hará. No seremos discípulos como Cristo nos quiere si nos conformamos con el mínimo esfuerzo, si cumplimos cómodamente los compromisos más elementales para que nuestra conciencia no se dispare, si somos cristianos cabizbajos y abatidos incapaces de transmitir la alegría de sabernos hijos de Dios. Las penurias de los miles de cristianos perseguidos debe hacernos recapacitar y pensar que la preocupación por Dios y por el prójimo deben ser prioritarias a nosotros mismos; y no digo que pensar en nosotros mismos no sea necesario, pero en la justa medida. Sólo así seremos capaces de vivir el cristianismo como una aventura capaz de entusiasmarnos y entusiasmar a los demás. Si en las sociedades que conformamos se alaba el materialismo,  es porque en parte  los cristianos no sabemos o no queremos impregnarlas con el sello de valores espirituales.



No depende únicamente de nuestra voluntad, inteligencia o esfuerzo. La gracia de Dios es quien debe actuar; pero sabemos que no faltará nunca  porque el sufrimiento de los perseguidos y la sangre de los mártires se dispersa por toda la Iglesia. Y cuando se intenta abatirla, como así quisieron hacer en Nazaret con Jesucristo -el pueblo en el que vivió tres décadas-, echándolo fuera de la ciudad y llevándolo a la cima del monte para despeñarlo (Lc. 4, 28-30), cobra nuevos impulsos, como si Dios derramara más copiosamente la gracia para seguir extendiendo el mensaje de salvación.  Pero el Señor siguió su camino, nos dice el final de este pasaje evangélico. Y la Iglesia, seguirá el camino marcada por el Maestro hasta el final de los tiempos, a pesar de todos aquéllos que quieren aniquilarla. 

Nadie estamos eximidos de compromiso.  Cada uno de nosotros, tú y yo amigo mío, amiga mía, tenemos que implicarnos por extender el amor de Dios a nuestros semejantes. Este párrafo pronunciado por el Papa Francisco puede refrescarnos las inquietudes adormecidas. Todo bautizado tiene un lugar y una tarea que desarrollar en la Iglesia y en la sociedad. Que todos se sientan llamados a comprometerse generosamente en el anuncio del Evangelio y en el testimonio de la caridad; a reforzar los vínculos de solidaridad para promover condiciones de vida más justas y fraternas para todos(1).

Yo también soy nazareno. Este es el lema que junto a la letra "Nun" puede verse fácilmente en redes sociales. Es expresión de solidaridad. Está cogido para título de este post y para recordarme que el mejor modo de apoyar a nuestros hermanos que tanto sufren, es repetirlo muchas veces a lo largo del día para obrar conforme a cómo se piensa.

Hoy se celebra la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, patrona de Barcelona y de la República Dominicana. Pedro Nolasco fue un laico que invirtió toda su fortuna para redimir cautivos. Formó un grupo dispuesto a poner sus bienes para liberar cristianos hechos prisioneros por los musulmanes. Agotados los bienes se retiró al desierto y pidió ayuda a Dios. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218 la Virgen se apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón y le reveló su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Orden toma el nombre de Santa María de la Merced. Pidamos a la Virgen, llena de Gracia, que nos libere del materialismo imperante y del aburguesamiento que  nos esclaviza, y que la religión no sirva de argumento para matar a inocentes  en nombre de Dios.











(1) Homilía del Papa Francisco en la Misa en la Plaza Madre Teresa de Albania. 21/09/2014.

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