jueves, 17 de abril de 2014

Semana Santa, la fiesta de la salvación


Estamos en Semana Santa.  Los orígenes se remontan al siglo IV en Jerusalén, para extenderse despúes a Oriente y Occidente. Esa expansión popular se debe a una peregrina española, Egeria, que dejó un testimonio excepcional de la liturgia que se vivía en los Santos Lugares.

Me gustaría amigo mío, amiga mía que tu paso por la Semana Grande no fuera, cuando menos, un tiempo sin más, vivido no solamente para recordar la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, sino que lo aproveches para rememorar esos santos misterios tan determinantes. ¿Repasas conmigo los días más trascendentales?

Domingo de Ramos

La Semana Santa comienza con este día alegre. Las gentes se agolpaba a la entrada de Jerusalén, extendían sus mantos, agitaban los ramos de olivo y las palmeras, y alababan al Señor con esos cánticos de aclamación al Mesías: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Paz en el Cielo y Gloria en las alturas!(1).

Pero tanta alegría se rompe en un momento. Cruzada la ciudad, descendiendo al monte de Los Olivos, los discípulos, también jubilosos, cambian la expresión de la cara: ven llorar a Jesús. Se compadece de esta ciudad; días más tarde va a ser clavado en una cruz, va a ser rechazado por el pueblo a pesar de los intentos de darle la verdadera dicha. ¡Hay si conocieras por lo menos en este día lo que se te ha dado, lo que puede traerte la paz! Pero ahora todo esto está oculto a tus ojos(2).

En ese lamento del Señor encontramos a quienes hoy día rechazan, ignoran, el sacrificio de Dios para la salvación de todos nosotros. De diversos modos, muchos hombres y mujeres, incluso cristianos, prefieren dar la espalda al sentido profundamente cristiano de estas celebraciones. Jesús no cuenta en sus vidas, hay otras preocupaciones, otros alicientes, otros impulsos. Años después, Jerusalén -ciudad de la paz, traducida del hebrero- será destruida; su templo, del que tanto presumían, será demolido. De todo cuanto nos gloriamos un día será recuerdo; la suficiencia que sustituye a la fe, es perecedera. Vivimos el día a día sin pensar que hay un mañana. Podemos preguntarnos: ¿dónde ponemos nuestras aspiraciones, nuestros proyectos? Esas lagrimas derramadas por el Señor cerca de Jerusalén, también las derramas por ti, y por mi, y por cuantos deliberadamente le rechazan. Quiere darnos la verdadera paz, la que colma, la que llena, ¡la verdadera paz! Es el momento oportuno para reflexionar sobre las vanidades de esta vida.

Jueves Santo

En este día, en la Ultima Cena que Jesús celebra con sus discípulos, instituye la Eucaristía. Esa celebración tan indispensable para los cristianos donde el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Misterio insondable, Misterio de amor, Misterio de entrega: ¡Dios habitando en el alma en gracia! ¡Jesús Sacramentado presente en todos los sagrarios de todas las iglesias del mundo! ¡Un Dios cercano!

En los Oficios de este día santo Jesucristo lava los pies a sus discípulos. Detalle de entrega, muestra de humildad: ¡Dios arrodillado ante los hombres!, pecadores como tú y como yo, ejerciendo el deber del siervo cuando el amo llega a casa. 

Entrega por los demás. Si queremos ser otros Cristos debemos emplear nuestra vida en servicio al prójimo. Puede ser que en ocasiones baste con una sonrisa, con una escucha amable ante quien nos cuenta sus problemas, con unas palabras de ánimo para el que sufre, con compartir los bienes con los necesitados..., dar y darse. Somos seguidores del Maestro si procuramos preocuparnos por el prójimo. En quienes más sufren podemos encontrar el rostro de Jesús que nos impulsa a amarle amando a los hombres. Amor sincero, amor desinteresado, amor verdadero.

Viernes Santo

Se consuma la entrega total. Jesús carga con la cruz, donde se hallan los pecados de todos los hombres, los tuyos y los míos.  Cae bajo el peso del madero pero se levanta, llega exhausto hasta el calvario para culminar el sacrificio redentor.

Los príncipes de los sacerdotes, los escribas y ancianos se burlaban de él, y los transeúntes que pasaban al verlo le decían: Salvó a otros y no puede salvarse a sí mismo. Es el Rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él (3).

Hoy es despreciada la Cruz, los crucifijos molestan en las escuelas, en los lugares públicos,  es un signo de una religión donde a Dios se le ve derrotado, en el que el mal puede más que el poder divino. No hace falta ser una autoridad política y religiosa como en aquél tiempo para burlar, humillar e ignorar el plan de salvación propuesto al hombre por Dios. El desprecio al Señor puede estar en boca de cualquiera.  Si Jesucristo se hubiera bajado de la Cruz, las puertas del Cielo estarían cerradas; tú y yo podríamos caer en la desesperación en la que tantos seres humanos incurren porque no encuentran la esperanza que el hombre busca incansablemente.

Pedimos al Señor mirándole a la Cruz que nos reconozcamos pecadores, esclavos de tantas pasiones, de debilidades acomodadas a nuestras apetencias, de nuestras pensamientos y acciones que dañan al prójimo, que tanto perjudican -aún sin percibirlo- nuestra vida interior. Jesucristo ofrece su vida por nosotros. Las miserias de los hombres, de cualquier generación, clavan al Salvador en la Cruz. 

Repítele esa oración del Vía Crucis: Te alabamos Cristo y te bendecimos que por tu Santa Cruz redimiste el mundo. Y dile despacio: Señor, perdóname. Quiero convertir mi vida en una ofrenda para reparar por mis pecados y por los pecados de todos los hombres.

Sábado Santo

Tiempo de espera. Vigilia Pascual. Yace el cuerpo de Jesús sin vida. Es bajado de la Cruz y entregado a su Santísima Madre. Nació en un pesebre y fue sepultado en el sepulcro de José de Arimatea. Desasido de todo. Es el contraste con el hombre actual; tú y yo que estamos tan colmados de bienes y medios para nuestro confort, nos cuesta apreciar que la felicidad se encuentra no en lo que tenemos sino en lo que somos. Nos acogemos a la espera con María, la Santísima Virgen; ella sabe que Resucitará el hijo único nacido de sus entrañas. Solo ella es quien nos puede reconfortar. No debemos perder la esperanza, ni siquiera en los momentos finales de nuestra vida, por muy atropelladamente que la hayamos vivido, porque Dios es infinitamente misericordioso e infinitamente generoso: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Y le dijo: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”(4). ¡Un ladrón arrepentido está con Jesús Resucitado en el Cielo!

El Verbo de Dios parece aniquilado por el mal. Ante el aparente fracaso, la esperanza debe inundar nuestros corazones. El mundo en tinieblas, sin Dios todo es oscuridad. Las iglesias están cerradas hasta la Vigilia Pascual, esperando la Resurrección del Señor. ¿Qué sería de la cultura, la arquitectura, el arte, la pintura, las tradiciones, sin haberse Encarnado el Salvador? ¿Y las almas y nuestras vidas? Sin Dios está la nada; con Dios lo tenemos todo.

Domingo de Resurrección

Cuando todavía no ha despertado el día, las santas mujeres van al sepulcro y ven removida la piedra de entrada. Ante la noticia, Simón Pedro y el apóstol Juan salen corriendo y encuentran la sepultura sin el cuerpo de Jesús. Los lienzos extendidos y el sudario que envolvía su cabeza enrollado aparte. ¡Jesús, el Hijo de Dios, ha resucitado! A todos les cuesta creer; a María no. ¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima! ¡Bendito el fruto de tu vientre, Jesús! ¡El Salvador ha resucitado y nos abre las puertas del Cielo! ¡La vida puede más que la muerte; la gracia más que el pecado!

En la oración colecta de la misa del jueves de la Tercera Semana de Cuaresma el sacerdote implora a Dios con esta oración: Te pedimos humildemente, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual.

Ahora entendemos que la Semana Santa no es un periodo de tristeza, de abatimiento, sino de esperanza, de alegría inconmensurable porque hemos resucitado con Cristo a una vida nueva.

Esa alegría desbordante es la que tenemos que transmitir a los demás. Que cuando te encuentres con quienes han preferido vivir la Semana Santa lejos del sentir cristiano, vean en tu rostro la alegría del Resucitado.

Pero no olvides que para obtener los frutos de la redención nuestro Señor Jesucristo ha tenido que pasar por la Pasión y Cruz, derramando su Santísima Sangre por nuestros pecados. Estos días santos deben hacernos meditar que el derroche de Amor hecho por Dios tiene que ser aprovechado para sentirnos humildemente rescatados. 

Vuelvo a ofrecerte otro video de los chicos que se hacen llamar Fearless. Por cierto, según mis fuentes de traducción del inglés al castellano esta palabra significa algo así como sin miedo. ¿Tú y yo vamos a tener miedo de implicarnos en la Nueva Evangelización a la que nos llama el Papa Francisco, teniendo por compañero a Jesús Resucitado? ¡Ni hablar!

¡Feliz Pascua de Resurrección!

(1) Lc. 19,38
(2) Lc. 19,42
(3) Mt. 27,40
(4) Lc. 23,42




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